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Sofía.

La semana había pasado más lenta de lo que me hubiera gustado. Estar llena de pruebas y trabajos me tenían al borde del colapso, pero bueno, cada vez quedaba menos. Pero por fin había llegado el fin de semana y ahora quedaba descansar.

De sorpresa mi mamá me dio permiso de una para poder ir a conocer a la abuela del Amaro, bueno, la mamá de este tuvo que conversar con ella obvio.

Así que ahora estaba guardando las últimas cosas hasta que me llego un mensaje del Amaro avisándome que estaba afuera. Una vez abajo mi mamá me miro con una sonrisa.

—Parece que llegó al Amaro —mencionó mientras miraba por la ventana.

Ay esta señora, le encanta sapear por la ventana.

—Si se, me mandó un mensaje.

Vi como abrió la muerta y salió conmigo. Antes de abrir el portón se detuvo.

—Hija cuídate —me miro algo serio—. Confío en ti.

Sabía por donde iba esta conversación.

—Mamá si lo se, no te preocupes —le sonreí.

Me devolvió la sonrisa y abrió la puerta. Dejándome ver al Amaro al lado del auto de su mamá.

—Hola hijo. ¿Cómo estás? —saludó alegremente el Amaro.

—Hola tía —le sonrió.

Vi como mi mamá se acercaba a la mamá del Amaro y se pusieron a conversar. Así que puse mi vista al frente, en donde se encontraba el pesaito.

Este me miraba con una sonrisa.

—Hola —murmure mientras me acercaba a darle un beso corto.

—Hola bonita —dijo con una sonrisa.

Después de que nuestras mamás conversaron por un buen rato, por fin nos fuimos. El viaje no fue tan largo como exagero el Amaro. Y yo creo que se me hizo corto porque venía con la Pía escuchando a mi Taylor, que mejor.

Tengo que admitir que esta vez estaba más emocionada que nerviosa. El Amaro me había contado que su abuela es un amor y que le encanta hacer cositas ricas para comer, y que él estaba seguro que me iba amar.

Una vez que llegamos a la casa, su abuela nos recibió muy feliz. Se notaba que era una persona demasiado cariñosa, al momento de hablar e incluso en como miraba. Me sentía demasiado cómoda junto a ella. Después de que el Amaro nos presentará a ambas me llevo con ella a la cocina.

—Hice un pie de limón, el Amaro dijo que eran tus favoritos.

Puse la vista en él, quien venía entrando a la cocina y me sonrió. No sabía que se acordara que me gustaba, bueno al final era algo típico de él. Siempre que le hablaba sobre algo que me gustara prestaba atención a cada cosa que decía.

Vi como la abuelita del Amaro se sentó a mi lado mientras me pasaba un plato con un trozo de pie.

—Y cuéntame mijita. ¿Desde cuándo están pololeando con el Amaro? —preguntó con una sonrisa.

Y no se supe qué decirle, por poco me atraganto con el pie.

Ahueona.

Puse mi vista en el Amaro, quien aun seguía con nosotras en la cocina. Y aunque este tenía la misma expresión, se notaba más nervioso. Incluso note que jugaba ansiosamente con sus manos.

—Eh... aun no estamos pololeando abuela—mencionó algo bajo, pero no lo suficiente para que ambas lo escucháramos.

Su abuela pasó de ser tierna a dar miedo. Y lo digo por la cara que le puso al Amaro, incluso hasta yo me asuste.

¿Otra vez tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora