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Sofía

Al día siguiente de mi cumpleaños el Amaro me había escrito, preguntando si me sentía mejor y si podíamos hablar sobre lo que dije. Al principio estaba confundida, porque si soy sincera con cuea me acordaba de cómo había llegado a mi pieza.

Y cuando la Francisca me contó lo que había hecho, casi me caí de poto. Quería que la tierra me tragara... ¿Como chucha se me ocurrió llamar al Amaro curada? ¿Y más encima decirle que lo extrañaba?

No dijiste ninguna mentira.

Así que ese mensaje no se lo conteste y tampoco los pocos que mando los días siguientes, incluso rezaba por no topármelo en el liceo y creo que por fin el universo estaba de mi lado o bueno, eso creía.

Cuando decidí salir del baño para volver a la  sala choque con alguien. Menos mal no fue tan fuerte porque o si no me habría sacado la chucha. Levante mi vista y... ay diosito ¿Porque a mi?

La cara del Amaro estaba más cerca de lo que me gustaría y no se si fue el ahueonamiento del momento o que estaba recordando la huea qué pasó, que hizo que me quedara quieta.

—Hola —habló.

Estaba buscando las palabras, sabía que debía decir simplemente "Hola" pero como que mi cuerpo no reaccionaba.

Charchaso interno.

Ho-hola —por fin solté y ahí fue cuando reaccioné, y retrocedí un poco.

No sabía que decir o hacer, debería irme a la sala, pero mis pies estaban aferrados ahí.

—¿Como estás?

—Eh... bien —solté—. ¿Y tu?

—Si, bien —lo escuché decir y no sonaba tan convencido.

Mire por detrás de él, el pasillo a mi sala. Tenía que salir de acá.

—Yo... debo volver a la sala —apunte detrás de el, note como asintió con su cabeza.

Lo mire por última vez y avance hacia el pasillo.

—Sofía —pero su voz me detuvo.

Dudosa me giré donde el.

—¿Dime?

—Sobre lo del otro día... ¿estás bien? —vi como comenzó a jugar con sus manos y eso me puso más ansiosa.

No quería hablar sobre eso e incluso, me daba vergüenza saber que lo llame.

—¿Lo del otro día? —me hice la hueona.

Este me miró unos segundos.

—Tu cumpleaños.

—Si... ¿Que pasó en mi cumpleaños?

Y volvió a quedarse en silencio mientras me miraba, por unos segundos mantuve la mirada con el. Y noté como sus ojos tenían una pizca de súplica, tal vez me trataban de decir que no me hiciera la hueona, pero no podía.

Soltó un suspiro y volvió hablar.

—Nada, olvídalo —fue lo único que dijo y después pasó por mi lado. Rápidamente me giré y lo vi subir las escaleras hacia su sala.

Me sentía hueona fingiendo que no me acordaba, tratando de hacerme creer que esa llamada nunca existió. Pero si lo fue, lo llame y le dije que lo extrañaba, ya estaba hecho, pero aún así me daba vergüenza.

La primera vez que me curaba y me mandó una caga.

Volví a la sala a pasos lentos, no quería entrar a escuchar al profe latero de filosofía. Pero una vez que estuve frente a la puerta solté un suspiro y entre.

¿Otra vez tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora