Cap. 3.

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By Tom.

En mí maldita mente de alcantarilla  siempre divagaban pensamientos de mierda, era como si de la nada mi cabeza maquinara pensamientos detestables para cualquiera, y aunque intentaba siempre ignorar algunos de ellos, este pensamiento en particular no paraba de darme vueltas y vueltas por la cabeza... Creo que estaba llegando al límite de lo aberrante, ya no me conformaba con robar, lastimar personas, drogarme, beber alcohol sin parar, tener sexo con distintas mujeres todos los días, pelear por una maldita posición en la calle, y ser capaz de asesinar o torturar a cualquier gilipollas que intentara desafiarme... Ahora mi mente distorsionada necesitaba probar algo más, algo que me hiciera sentir más extasiado.
Sabía que no era una buena idea, incluso en uno que otro momento de cordura lograba darme cuenta que lo que quería hacer era una locura... pero qué poco le importaba eso a mi delirio.

Bill tenía el rostro delineado por finas facciones qué le daban el aspecto femenino que me alteraban el morbo, esos ojos oscuros y misteriosos me provocaban una sed incontrolable qué me pedía a gritos saber más de él, con tan solo haberlo visto dos veces había sido suficiente para que mi cabeza no parara de pensarlo un solo minuto. Pero ¿qué era lo qué quería de él? ¿Qué podía conseguir de un pijo cómo Bill?
Tenía dinero, eso era evidente, pero yo no lo necesitaba, podía conseguir la cantidad qué yo quisiera si me lo proponía, no vivía como una maldita rata por falta de dinero, vivía de esta forma porqué era lo más sencillo para el estilo de vida que llevaba, no tenía una familia o una responsabilidad con alguien, podía saciar todos mis deseos incluso los más aberrantes sin ser cuestionado y todo era más fácil viviendo así, con personas con mis mismas distorsiones mentales y alentandome en mis estupideces.

Ahora lo tenía en la mira, y no me detendría hasta lograr tenerlo para mí, ¿Qué haría con él? No lo sabía...Tal vez haría lo que a mi asquerosa imaginación se le ocurriera, pero de una cosa estaba seguro, tenía que permitirle a mi cuerpo y a mi cabeza pensar y actuar con libertad, de lo contrario me sentiría incompleto, insatisfecho.
Algo me decía que no sería tan sencillo, Bill tenía pinta de que no conocía una mierda de la vida, y aunque se había mostrado sumiso y obediente las primeras veces, sabía que lo había hecho sin su consentimiento, no me hubiera importado en otra ocasión tener que obligar a alguien para que hiciera todo lo que yo quería, pero ahora no quería algo así, necesitaba sentir que él también me deseaba, que se volvía loco por mí, qué me necesitaba, qué me pensaba en todo momento y para que eso pasara, necesitaba tenerlo cerca, muy muy cerca y ahí es donde necesitaría a Andrea... él sería quién traería conmigo a Bill cada vez que yo lo necesitara.

Me había fumado un cigarrillo de marihuana y estaba cargado, la mente me hacia imaginar tanta distorsión qué ya me estaba hartando de solo imaginar y no poder concretar alguna locura. Hoy le tocaba a Andreas y Kam ir de cacería, así que me había quedado bebiendo cervezas con el resto de los chicos y jugando billar. Georg era el peor jugador de todos, tramposo y mal perdedor, siempre terminaba cabreado y emputado por que lo derrotaba y teníamos una qué otra pelea que terminaba en puñetazos, pero Penny era siempre el que nos separaba, un estrabagante Punki de pelos pintados y erizados en un mohicano, tenía la brutalidad de un maldito loco desquiciado, se alteraba con facilidad, siempre estaba maldiciendo a todos y a la hora de pelear en alguna riña, Penny era el más atrevido junto con Kam, Gerard y también yo... Entre los cuatro habíamos asesinado un par de cabezas rapadas sin mayor problema, pero también habíamos perdido gente en el camino, Aron, el tipo más divertido que había conocido en mi puta vida, lo habían atravesado con una navaja en el pecho luego de haberlo golpeado con un bate de béisbol entre ocho malditos cabezas rapadas, le habían dibujado en la frente el maldito signo de Neonazismo y fui yo quién lo encontré tirado en el callejón Reeperbahn una noche que había salido de casería con Andreas.

Encadenados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora