Cap. 4.

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By Bill.

En algún momento de mi corta vida me había preguntado si ésta afinidad por las cosas femeninas se debía solo a gustos diferentes o si realmente era homosexual, ya que nunca me había sentido atraído por una mujer pero tampoco me había sentido atraído por un hombre, podía darme cuenta cuando una chica era linda y atractiva, pero también podía perfectamente parecerme atractivo un hombre y no por eso me sentía Gay.

Pero hoy me había quedado claro, no me gustaban las mujeres ni los hombres, a mi lo que me gustaban eran los delincuentes, los matones, los enfermos mentales y los mugrosos y degenerados que habían este desastroso lugar.
Andreas me parecía guapo, y aunque no era mí tipo físicamente, no dejaba de parecerme adorable cuando se preocupaba por mí.
Pero al parecer lo atractivo para mi tonta cabeza no era que me acortejaran, ni que se preocuparan por mí, lo que me gustaba definitivamente era la ordinariez en su máximo explendor, el morbo, y esa forma tan sucia con la que Tom me hablaba... No era Gay, era maricon a rematar y no solo eso, también era masoquista.

Me había desnudado porqué él me lo había ordenado, estaba de pie en frente de él moviéndome y seduciendolo con un bailecito probablemente qué causaría pena ajena a cualquiera... Pero a él no, Tom estaba disfrutando cada movimiento felizmente recostado sobre él sofá, con sus piernas abiertas par en par y sin sus pantalones, se tocaba el miembro por encima de su bóxer y su rostro estaba completamente perdido.

—Date la vuelta.—Me ordenó y Lo hice, cada vez que escuchaba una orden salir de su boca obedecía como una maldita perra obediente ansiosa por un premio de su amo.

—Tumbate.—Baje mis rodillas hasta tocar el piso y aunque sabía que estaba completamente sucio y asqueroso, no me importó, más sucio era yo y recién comenzaba a darme cuenta, comenzaba a conocerme, a descubrir esa parte de mí que desconocía por completo.

Quedé arrodillado dándole la espalda,
Mí rostro estaba encendido, rojo y ruborizado hasta el pelo, pero no me negaba a nada de lo que me pedía, tal vez lo hacía por miedo, tal vez era por que temía por mí vida, o simplemente lo hacía por que me sentía tan deseado y admirado por Tom, por la forma en la que me miraba, la forma en que me hacía sentir alguien especial para sus ojos.

—Ábrete bien para quete vea. —
Mí pene estaba comenzando a endurecerse pero a Tom no le importaba mi pene, sus ojos estaban fijados en mi culo, en ese momento no existía otra cosa para él, llevé una de mis manos hasta uno de mis glúteos y me toque suavemente, rozandome apenas.

—¡¡Ábrete Más!! Aún no puedo ver nada... ¡¡Vamos Nena!! comienzo a perder el interés en ti.—Mierda, eso se sintió fatal, apreté con mi mano mi glúteo izquierdo estrujandolo con fuerza y abriéndolo para que Tom pudiera mirar aquella parte tan escondida de mi cuerpo.

— Ooggghhh Bill...delicioso. —
Le gustaba, y que a él le gustara hacía qué a mi me encantará. Enderezó su cuerpo sobre el sofá y estiró su mano para tocarme. Su mano atrapó mi glúteo y sus dedos se incrustaron en mi carne, volteé mi rostro para mirarlo y vi su mirada tan penetrante observarme casi endemoniado.
Soltó mi glúteo y elevó su mano para azotarla con todas su fuerzas sobre mi culo... me dio una tremenda nalgada que me hizo brincar en el piso.

—Oouuch!!. —me queje avergonzado.

— Cállate...llorón. —Su voz se había vuelto más ronca de lo normal, su mirada más oscura y su labios brillaban por el exceso de saliva qué le chorreaba.
Deslizó su dedo índice por la abertura de mi culo y me observó aturdido.

—¡¡Aahhh!!. —Era mi primer gemido y lo volvió completamente loco.
Me tomó desde las caderas con ambas manos y me jalo hacia su cuerpo, mis rodillas se arrastraron por el piso y mi culo chocó en el sofá de manera brusca. Recorrió mi abdomen y mi pecho con sus manos en segundos y sus piernas abiertas atraparon mi cuerpo aún tendido en el piso, cuando llegó hasta mi cuello comenzó a apretar, sentí su cara pegada a mi mejilla y su respiración chocó en mi oreja, la piel se me erizó al instante, eché mi cabeza hacia atrás y sentí su lengua deslizarse desde mi mejilla hasta mi oreja.

Encadenados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora