Cap. 10.

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By Tom.

Dos putas horas tarda Bill en arreglarse cada tarde y el panorama es simplemente acompañarme al callejón a jugar Billar con los chicos... Llevó enterrado en el sofá las dos horas y la maldita televisión no funciona, solo se ve un puto canal y es el de cocina y tanto ver las preparaciones me ha bajado un hambre monumental...

- ¡¡Bill!! ¡¡Ya apurate quieres!!

- ¡¡Ya voy!! ¡¡Solo me falta la laca!!

- ¡¡Uff!!

- ¡¡Deja de chistar!! ¡¡Te dije que era mejor que te fueras!! ¡¡Yo podría haber llegado allá yo solo!!

- Si Claro... Como si te supieras defender...

Dije en voz baja para que no me escuchara...

- ¿Qué dijiste?

Estaba parado a mi lado mirándome, traía los pelos más parados qué nunca, y el maquillaje igualito al de una chica nocturna...

- Qué te apures Bill... Eso... Qué te apures qué tengo hambre...

- ¿Y tienen comida allá?

- No... pero pasaremos al carrito de Doña Sara por algo de comida rápida... ¿Estás listo?

- Si... Solo me preocupa la puerta... ¿Crees que sea seguro ese arreglo que le hiciste?

Mierda no lo tenía claro, había puesto la puerta del baño por puerta principal y tuve que ponerle candado por fuera para poder dejarla asegurada, lo que no me daba confianza y debía urgente comprarle una puerta nueva...

- Si Bill... Funcionará mientras tanto... Ahora vámonos porfavor que muero de hambre...

Cuando compramos en el carrito unas patatas, hamburguesas, y bebidas Bill quiso llevar comida para todos los de la banda y aunque me negué al principio insistió demasiado...

- De seguro no han comido nada, llevemosles una hamburguesa a cada uno, anda... ¿Qué te cuesta Tom? son tus amigos...

- No soy la mamá de esos gilipollas, cada uno tiene que comprar su propia comida, ellos lo saben, no quiero que se mal acostumbren, mejor no Bill...

- Tom... Porfavor...

Me ponía esa cara de súplica con los ojos brillantes y haciendo un puchero qué me costaba tanto trabajo ignorar...

- Bien... Está bien Bill... Pero no los mal acostumbres, no quiero que abusen de tú buena voluntad...

Siete hamburguesas, siete gaseosas, todo metido en una bolsa enorme para los gilipollas del callejón, y lo peor de todo que yo tenía que llevarlo todo porque Bill era demasiado nenaza como para cargar peso, y venía feliz comiendo su hamburguesa.

Era su día libre, así que habíamos pasado todo el día en la cama... Me gustaba tanto pasar tiempo así con él, Bill era muy divertido, me gustaban sus ocurrencias y era muy meloso, así que estar en una cama desnudos y sin nada más que hacer que follar y reír me parecía el panorama más maravilloso de todos...
Pero no podía dejar Reeperbahn sin cuidar tanto rato, los chicos comenzarían a criticar mi ausencia y con lo que había pasado últimamente con los calvos andábamos con mil ojos, incluso nos estaba costando salir de casería ya que Georg había visto a un par de Cabezas Rapadas atreverse a rondar nuestros territorios por la noche...

- ¡¡¡En Hora buena Camaradas!!!

Dijo Penny al abrirnos la puerta, ya no tenía el parche en la cabeza pero le cruzaba una enorme cicatriz desde la ceja hasta la oreja izquierda, sus ojos seguían en tinta y aún podían verse algunos moretones en su cuerpo, pero se recuperaba rápido, Penny era uno de los más duros...

Encadenados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora