Capítulo 20.

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By Gerard :

—Los hombres malos van al infierno... los hombres buenos van al cielo.—Parecía que Margo se lo había inventado, solo para atrapar mi atención.

—¿Qué es el infierno?. —Le pregunté aquella vez. Tenía apenas 9 años y era curioso, introvertido, callado, pero muy inquieto.

—Gerard, hijo... Deberías preguntar por el cielo no por el infierno, cariño.

—Pero Quiero saber qué es el infierno, Abuela. —Me alzó ambas cejas y vi su mirada juiciosa analizarme a través de los cristales de sus gafas, apoyadas a media nariz.

—Ven aquí... Siéntate en mi pierna. —Me tendió una mano y me ayudó a levantarme del piso. Estaba entretenido coloreando un dibujo improvisado de un feo demonio con cachos y enormes colmillos y ella se había molestado conmigo.

—El infierno es... Un lugar muy feo... Lleno de fuego y de azufre... Es el Reino de Satanás, allí están los demonios y los ángeles caídos qué se revelaron en contra de Dios... A ese lugar, van todas las personas que han hecho el mal en la tierra. Ladrones, Abusivos, Asesinos... Los Rebeldes, Gerard. —Mientras la escuchaba, me quedé mirando mi dibujo en aquel cuaderno tirado en el piso y sonreí.

—¿Yo iré allí, cuándo muera?. —le pregunté divertido.

—¡No digas eso, niño loco! ¡Tú serás siempre un buen muchacho!. —Comenzó a hacerme cosquillas en la pansa y me eche a reír revolviendome en sus piernas por la desesperación.

Margo, era la anciana más dulce del mundo, la única persona capaz de soportarme, comprenderme y escucharme así yo hablara puras estupideces. Jamás me había criticado mi forma tan peculiar de comportarme y simplemente me aceptaba y me quería por sobre todas las cosas.

—Irás al cielo... Porque eres un niño muy noble y de gran corazón... No importa lo que la gente piense de ti mi niño... El paraíso es el lugar a dónde irás... Allí estará Dios, habrán hermosos ángeles y lugares celestiales, un mar inmenso y de cristal... El cielo sin duda es un sitio maravilloso, no tengo dudas de eso. —Dejó de hacerme cosquillas para luego darme un cálido beso en la mejilla y bajarme de sus piernas con lentitud. Era muy Religiosa, siempre estaba rezando y nombrando a aquel Dios que ella tanto idealizaba, en cualquier momento del día.

—Pero para eso, falta muchísimo tiempo Gerard... Tienes una larga vida esperándote... Yo moriré primero que tú ya estoy demasiado vieja.

—Yo no quiero que te mueras. —Le respondí entristecido. Era pequeño, era cagon y demasiado mamon con ella. Me voltee a mirarla y ella me sonrió arrugando aún más su rostro, pero recuerdo lo preciosa que se vio.

—No hablemos de cosas tristes, cariño... Anda... Vuelve a pintar y esta vez dibuja algo menos tenebroso. —Me dio un suave golpe en las nalgas y yo sonreí para luego tirarme al piso olvidando aquella conversación. Ahora la recordaba, ahora pensaba en aquel infierno y en aquel cielo del que Margo me había hablado. Veía un lugar desolado, niebla, tan espesa y tan gris que no podía ver más allá de mis narices. No había fuego, pero tampoco era un paraíso.

Caminé dando pasos firmes al no tener idea con lo que me encontraría allí, y al avanzar, escuché a la distancia una risa femenina que llamó profundamente mi atención. Me detuve, miré en todas las direcciones intentando aclarar mi visión en la espesa niebla y fue cuando le vi, escondiendose detrás de unas rocas. Igualita a una conejita juguetona.

—¡Ey! ¡Ya te vi, ven aquí!. —Le grite divertido y me eche a correr en su dirección olvidando el escenario qué de pronto, comenzó a aclararse.

La vi correr a toda velocidad y sonreír mientras esquivaba las enormes rocas a su paso, su lindo cabello negro se sacudia con cada movimiento sigiloso qué mi princesa daba. Si estaba en el cielo y me había reencontrado con Aline, significaba qué yo no había sido tan malo en vida como creía, y que Dios al fin y al cabo no era tan injusto como yo pensaba.

Encadenados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora