Tercerɑ temporɑdɑ de ∂υℓcє cσqυєτσ.
Luego de que ese dulce coqueto sɑlvɑrɑ ɑ JiMin de cɑer de un bɑrrɑnco, luego de que lo sɑlvɑrɑ de lɑ bombɑ y luego de que recibierɑ el dispɑro por él, luego de todo eso su coqueto corɑzón estuvo ɑ punto de morir.
...
Jaeh llevaba siendo amigo de Yael por mucho tiempo, lo conocía como a la palma de su mano y sabía la clase de ser perverso que era, por lo que ni siquiera se molestó en cuanto lo abrazó por la espalda y dejó algunos besos en su cuello solo por joder.
— Silla eléctrica — Murmuró — Los únicos que tienen acceso a ella son tus hermanos y JimDae.
— No quiero que ellos se acerquen a ella — Respondió Jaeh — Necesito que se mantengan alejados de ella lo mejor posible.
— ¿Quieres hacer algo con esa mujer?
Él soltó un suspiró y decidió dejar el celular a un lado debido a que estaban dentro de la alberca y el aparato se podía mojar.
— ¿Puedes conseguir permiso para verla?
— Soy el jefe, no necesito permiso — Yael rió — ¿Qué tienes planeado?
— Volverla loca, completamente loca.
— ¿Sí? A mí me vuelves loco.
Ante su cero seriedad, Jaeh chasqueó la lengua y luego le dio un codazo en las costillas para que lo soltara.
— Quiero que ella sienta lo que me hizo sentir a mí, ¿entiendes? Solo que no necesito drogas para hacerlo — Explicó — Voy a cobrarle cada mierda que le hizo a mi cachorro.
— Tienes suerte de que te quité el reloj, no quiero que quedes quemado ante tantas descargas — Se burló Yael — Pero no le digas a SooRa, nos mataría a los dos.
— Voy a matar a tu sobrino en cuanto lo vea.
— ¿De qué sobrino hablamos?
— El que tiene problemas de ira.
— Él no tiene problemas de ira — Aclaró — Solo carece de paciencia.
Jaeh giró los ojos y después se apoyó en el filo de la alberca con los brazos cruzados mientras gruñía tras imaginar que su gatito estaba con alguien.
— ¿Cuál era la necesidad de estar con alguien? La soltería es buena.
— Los seres humanos necesitamos sexo — Respondió Yael — Un polvo cada dos horas aproximadamente.
— ¿Es que todos los Park son adictos al sexo o solo tú?
Él se encogió de hombros antes de buscar cómo encender un cigarro.
— Solo tú que no quieres disfrutar la vida.
— Que no te diga que me divierto, no significa que no lo haga.
— ¿Ah, sí?
Tratando por todos los medios de no dar a relucir los celos, asintió en cuanto se empinó el trago de whisky que Jaeh le tendió.
— Pensé que ya estabas oxidado.
— Eso no piensan las mujeres, Yael.
Él sonrió solo porque sí, pero luego se mordió la lengua ante los celos que sentía.
— Felicitaciones, entonces — Murmuró — Sigue así.
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