3: El juguete

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Lo que le sorprendió fue la textura más que la forma. Era casi como piel real.

Bajó del ascensor en su piso, obnubilada por el juguete que claramente no era para ella, y ahí mismo leyó el destinatario del paquete, en la etiqueta del otro lado de la caja. "Lucas Dersen" Blah blah "6to B". El repartidor se había equivocado, o quizás había explicado algo más cuando el perro de la vecina había ladrado de manera tan aguda.

Se acercó hasta el final del pasillo donde estaba el departamento B y tocó el timbre. Mientras esperaba pensó que no recordaba si el apartamento estaba habitado o no, durante muchísimo tiempo solamente habían sido ella y su madre en el piso 6.

Volvió a abrir la caja y admiró la forma, era un culito muy turgente, un vientre chato, no tenía piernas, pero sí tenía una vulva rosada y un ano diminuto.

Acarició otra vez la nalga derecha y el contacto con la piel la hizo estremecer.

Volvió a la realidad cuando sintió el ascensor bajar porque alguien lo llamaba de algún piso inferior, intuyó que no había nadie en ese apartamento y volvió al suyo, aún mirando el culo terso y firme.

Cerró la puerta con llave y sacó el masturbador masculino de la caja. Era más pesado de lo que parecía a simple vista y era muy estrujable, daban ganas de apretarlo como a esas pelotas para el estrés.

Se rió de pensar que esa cosa que tenía en las manos también servía para el estrés y soltó una risita.

¿Cuánto tiempo más podía esperar sin meter el dedo en los orificios? Por supuesto que no mucho más, e introdujo el índice de la mano derecha en la vagina de la muñeca. Por dentro era arrugada, tenía una textura extraña pero no desagradable, metió el dedo medio también y la tocó con curiosidad. Era bastante elástica, aunque no era igual a un coño real, principalmente porque estaba seco.

Sacó los dedos y metió el índice en el ano. Era más apretado que la vagina y también era texturado. Se preguntó si los culos humanos también eran texturados por dentro mientras metía y sacaba el dedo simulando una penetración.

Sacó los dedos y miró el juguete, lo sostuvo con ambas manos mientras lo alejaba ligeramente a la altura de su pecho... casi como si sostuviera a un bebé.

— ¿Qué clase de persona compra algo así? — Se preguntó en voz alta y caminó hasta la cocina con el masturbador debajo del brazo, pegado a su cadera.

Abrió un paquete de frituras y comió una de pie junto al mesón, sin quitar los ojos de encima de aquel extraño juguete.

— Sin dudas una persona muy solitaria, ¿no? — Le preguntó a culito terso y lo pellizcó suavemente.

Se llevó otra fritura a la boca y suspiró mirando la vulva, rosada y estrecha, de suave látex apretujable, mientras pensaba en nada y a la vez en todo.

La idea cruzó su mente quizás por haber dicho en voz alta la oración "persona solitaria" y buscó su teléfono para googlear precios de consoladores femeninos, después de todo ella también estaba terriblemente sola y necesitada de amor.

Los precios y las formas la marearon. Había para todos los presupuestos y todas las formas imaginables. Desde diminutos vibradores hasta mastodónticas vergas coloridas y texturadas que imitaban falos de animales.

Pensó qué elegir... ¿Qué sería mejor? Dudaba entre un vibrador o directamente un pene de goma de tamaño a elección.

Miró la porción de muñeca que su vecino había comprado y pensó que podría tranquilamente comprar la versión masculina. Buscó una gruesa pero no demasiado larga, pensaba que cuánto más creciera su vientre probablemente sentiría que ese juguete haría tope muy pronto y la idea no le gustó.

Sin dudas estaba a punto de comprarlo, cuando notó un pequeño detalle... ella aún era menor de edad y no tenía cuenta en la web de compras y si su madre se enteraba -que sin dudas lo haría porque eran sus tarjetas las que usaría para comprarlo- pondría el grito en el cielo y terminaría de confirmar que su hija era una verdadera puta.

No podía comprarlo... al menos no ella. 

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora