72: Acto de valentía

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— Si él te aceptó con un hijo de otro, ¿por qué no lo aceptarías con un hijo de otra? — preguntó Bárbara, con la taza de té en las manos. — Y si lo pensamos fríamente ni siquiera te fue infiel, fue antes de que empezaran a ser novios... ¡Tu hijo también es de antes de que ustedes fueran novios!

Su madre tenía razón. Moralmente ella no tenía derecho a recriminarle nada, pero había una pequeña diferencia, ella no tenía idea de quién era el padre biológico de su hijo, y aquella otra sí lo sabía, y había elegido -conscientemente o no- al mejor hombre de la ciudad para ser el padre de su hijo.

— ¿Y si Lucas prefiere a su hijo biológico por sobre el mío? — preguntó, sin dejar de llorar.

Bárbara suspiró, pensativa, era una pregunta válida.

— No lo sé, es una posibilidad, pero él te ama, ¡está loco por vos! No creo que nada cambie esa adoración que por ti siente.

Nayla apartó con el dedo una pelusa de su ropa mientras pensaba. Su madre tenía razón, no podía ser hipócrita y rechazarlo porque iba a tener un hijo con otra, que ni siquiera era producto de un engaño. Sintió que toda la culpa era de ella. Si ella no lo hubiera rechazado la primera vez Lucas no habría salido con esa compañera de trabajo y ese nuevo embarazo no existiría. Eso le pasaba por ser tan infantil.

— Sinceramente no sé qué hacer. — Resolvió y soltó un suspiro resignado.

Bárbara acarició la mano de su hija y le ofreció una noche de chicas con helado y comida chatarra, a lo que Nayla no se negó, necesitaba ser mimada por alguien en esa angustia que atravesaba.

Por su parte, Lucas también estaba preocupado y tampoco sabía qué hacer. Quería retener a Nayla a su lado pero sabía que no podía obligarla, y la idea de perderla lo atormentaba intensamente.

Quería escribirle, ir a su casa, abrazarla y besarla, pero sabía que insistir no era una buena idea, tenía que respetar sus tiempos y por sobre todo respetar cualquier decisión que ella pudiera tomar, así sintiera que se le iba la vida.

No quería pensar en su vida sin Nayla, pero también tenía que pensar en su nueva vida como padre biológico del hijo que Jimena esperaba, y en un acto de valentía moral y ética, le escribió a su compañera de trabajo -y futura madre de su hijo- para saber cómo estaba y si necesitaba algo.

— Estoy bien, solamente me duele el hombro derecho. — respondió Jimena bastante rápidamente.

— ¿Comiste? — preguntó por cortesía. — ¿Querés que pida comida para vos?

La respuesta, esta vez, demoró un poco.

— Tengo el estómago revuelto, no quiero cenar. — respondió finalmente.

Lucas pensó que no era buena idea insistir, le pidió que lo mantuviera al tanto de cualquier cosa que necesitara y se despidió de ella.

Se acomodó los lentes y pensó que probablemente un buen gesto para con ella sería pasarle algo de dinero, por las dudas -y también porque recordaba aquella charla en el bar cuando Jimena le contó que su hermana era abogada y se la pasaba haciéndole juicios a tipos que se desligaban de su paternidad- , y le transfirió un monto de dinero que pensó que sería adecuado para ese mes, un poco por cortesía y otro poco para que ella no tuviera excusas para reclamar nada, lo último que quería era reclamos por parte de Jimena que incomodaran a Nayla... y ahí se preguntó si Nayla se quedaría con él a pesar del embarazo de Jimena o si elegiría irse para siempre.

No concebía la vida sin Nayla, y la idea lo hizo angustiarse y llorar un poco. Se dejó vencer por la tentación y le escribió un mensaje de buenas noches y le pidió que se alimentara bien, también le recordó que la amaba, pero no esperó respuesta alguna, sabía -o intuía- que ella no le respondería.

Suspiró profundamente, iba a ser la primera noche en bastante tiempo que dormiría sin Nayla y la idea lo entristeció, no estaba seguro de poder afrontar una vida entera sin ella.

Estaba listo para irse a dormir cuando oyó el timbre de su apartamento. Su corazón intuyó de antemano que podría ser Nayla, y abrió la puerta esperanzado.

— No es tu culpa. — le dijo ella, vestida de pijama, inmensamente embarazada y con tristeza en la voz.


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Nota de la autora:  Estoy agotada, desesperanzada, sin tiempo para nada, pero aun en pie.

¡Gracias por leer!

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora