Jimena se retorcía de dolor. Decía que le dolía todo el cuerpo, pero especialmente la espalda. Lucas no descartaba la apendicitis, había leído que se podía operar a una mujer embarazada de apendicitis sin riesgo fetal, así que estaba tranquilo si ese era el diagnóstico. Todo iba a salir bien.
Atendieron a Jimena rápidamente en la guardia. La cara de preocupación del doctor hizo que Lucas sintiera tambalear su tranquilidad.
Le hizo preguntas de rutina mientras preparaba el ecógrafo, y casi en cuanto apareció la imagen el doctor sacudió la cabeza. Jimena preguntó qué pasaba, pero el médico no respondió, siguió moviendo el ecógrafo, sin que su rostro reflejara ni un poco de alivio.
— ¿Es apendicitis? — preguntó Lucas, sintiendo la tensión del momento.
— No. — respondió el médico, y sacudió la cabeza lentamente. — Es un embarazo ectópico.
Ni Jimena ni Lucas sabían lo que eso significaba, pero por la cadencia de la voz del médico suponían que no era algo bueno.
— El embrión está alojado fuera del útero, en este caso en la trompa de falopio y es un milagro que no haya estallado a esta altura, un día más y...
— ¿Hay medicación para eso? — preguntó, desesperada, ella.
El médico negó con la cabeza.
— Solamente cirugía, y tiene que ser ahora mismo.
— ¿El bebé va a estar bien? — preguntó Jimena, confundida.
El médico la miró, desconcertado, y luego miró a Lucas, pero rápidamente se dio cuenta de que no se había explicado bien, y se pasó la mano por el cabello para ordenar las palabras.
— Un embarazo ectópico no es viable, hay que hacer un legrado. — tragó saliva y aclaró. — Es decir... un aborto.
— ¿Qué? — Jimena intentó incorporarse, pero el dolor la obligó a volver a la posición inicial. — ¡No quiero abortar! — gritó.
— Es que no hay otra opción. No hay alternativa. Incluso corre riesgo tu vida si la trompa de falopio se rompe. Ya mismo hay a pedir un quirófano.
El doctor se levantó de la silla y salió del consultorio. Jimena lloraba desconsolada, y Lucas, sin poder asimilar nada de lo ocurrido, le acariciaba el cabello mecánicamente.
— ¡Esto es tu culpa! — chilló Jimena, apartándose la mano de Lucas del pelo, y antes de que pudiera explicar por qué, la puerta del consultorio se abrió y unos camilleros vinieron a buscar a Jimena para llevarla a la sala de quirófano.
Una enfermera le pidió a Lucas algunos datos y lo hizo firmar muchos papeles que ni siquiera leyó. Estaba conmocionado, y no podía reaccionar correctamente.
A Jimena la llevaron en camilla, llorando angustiada, y a Lucas lo invitaron a esperar en la sala de espera de cirugía.
Mientras esperaba llamó a Nayla por teléfono, y se sorprendió de que ella atendiera tan rápido.
— ¿Cómo estás? ¿Qué pasó? — preguntó, preocupada.
— Es un embarazo ectópico... van a hacerle una cirugía. — respondió, casi en modo automático.
Nayla sabía lo que eso significaba.
— Lo siento mucho... Espero que al menos puedan salvar la trompa de falopio. — murmuró ella.
— Acaba de entrar en el quirófano, no sé qué va a pasar.
— ¿Querés que vaya? Estoy vestida, si tomo un taxi puedo llegar en veinte minutos.
Tenía deseos de verla, de abrazarla, de sentir la vida en su interior removiéndose, pero pensó que no era el momento ni el lugar.
— No, Nay, quedate en casa, descansa.
Nayla suspiró del otro lado de la línea, no le convencía la idea, quería estar ahí y hacerle compañía a su novio en ese momento tan difícil.
Se despidieron amorosamente, y al cortar la llamada Lucas sintió que Nayla le hacía demasiada falta, pero sería egoísta de su parte llevarla ahí, no era un ambiente adecuado para una embarazada.
La cirugía duró tres horas, o al menos tres horas después una enfermera le comunicó que la cirugía había salido bien y que Jimena estaba en sala de internación y que ya podía ir a acompañarla.
Tragó grueso al saber que ya podía verla, ¿con qué cara iba a encontrarse con ella? Antes de que la llevaran a cirugía ella había dicho que eso era su culpa.
¿Había sido su culpa? Después de todo él le había llevado aquel regalo de mala suerte.
Se acomodó los lentes y se dirigió a la sala de internación. Golpeó la puerta antes de entrar a la habitación de Jimena y entró.
Jimena estaba despierta y al verlo se puso a llorar.
No supo qué decirle, ni siquiera sabía si era correcto hablar, sentía que no había ninguna palabra de consuelo en este mundo para esa situación.
Jimena lloró un rato, quizás no fue tanto tiempo, pero a Lucas le pareció eterno, e incluso seguía llorando cuando entró el cirujano a revisarla y contarle qué había sucedido en la cirugía.
ESTÁS LEYENDO
Nido de cigüeña
RomanceNayla está embarazada y no sabe quién es el padre... aunque tampoco le importa. Lucas no tiene suerte con las mujeres y eso lo hace sentirse desdichado. Un mal entendido los hace conocerse y hacer un pacto para matar la soledad de ambos 🚫LECTURA P...