14: Una y media

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No se quedó mucho tiempo acostada, en cuanto recobró el aliento se irguió para buscar su ropa, o lo que había de ella en la habitación, tenía que hacer el camino inverso para terminar de vestirse.

— ¿No te quedas a dormir? — Le preguntó Lucas, convencido de que ella iba a quedarse a pasar la noche con él.

Nayla lo miró mientras se ponía el pantalón que había tenido puesto hacía unos minutos atrás.

— No puedo, mañana tengo un chequeo con el médico. — admitió, buscando con la mirada su sostén, no recordaba si se lo había sacado ahí o cerca de la entrada.

Lucas se levantó y también se puso el pantalón, le desconcertaba la actitud de Nayla, pero no quería parecer pretencioso, se conformaba con el tiempo que ella le había regalado.

La vio salir de la habitación sosteniéndose los pechos con el brazo izquierdo y la imagen lo hizo sonreír. La vio colocarse el sostén de espaldas a él y luego el suéter holgado que tenía puesto.

— Te olvidas esto. — Le dijo, tomando el paquete de palomitas para microondas en la mano para dárselo, pero ella lo miró con el ceño fruncido, como si le ofreciera basura.

— Dejalo, mañana vemos la película. — Y sacó la lengua larga y rosada en un gesto burlón. — Bye bye. — exclamó, cantarina, y salió del apartamento cerrando la puerta detrás de ella.

¿Era real? Lucas se acercó a mirarla por la mirilla, sólo pudo verla entrar a su apartamento rápidamente y cerrar la puerta sin ruido.

No podía ser real, no tenía sentido.

Miró la hora en el celular, era la una y media de la mañana. No es que se sintiera cansado, pero sabía que debía acostarse, había tenido un día intenso y si no descansaba otra vez se quedaría dormido.

Ni siquiera pensó en ducharse por segunda vez, se acostó así como estaba en las sábanas revueltas de su cama grande y aspiró el olor de la almohada ahí donde había estado la cabeza de Nayla, el perfume de su cabello había quedado impregnado a pesar de que había estado tan poco tiempo ahí acostada.

Abrazó la almohada intentando imaginar que era el cuerpo suave de su vecina y se quedó profundamente dormido sin darse cuenta.

Por su parte, Nayla se había metido en puntas de pie en su apartamento y cerró la puerta de su habitación con cuidado de no hacer ningún tipo de sonido: su madre dormía en la habitación contigua.

Se puso el pijama y revisó tener la alarma puesta para levantarse temprano para ir al chequeo de rutina con el obstetra. La idea le daba pereza, pero sabía que su madre sería impasible y la llevaría a la rastra de ser necesario.

Se metió dentro de la cama y bostezó. No había estado mal. Su vecino no estaba mal, todos salían ganando, ambos obtenían lo que necesitaban sin sentimientos raros o momentos incómodos.

Sintió una ligera puntada en el vientre y acarició la parte baja que comenzaba a hincharse, pronto sería indisimulable. ¿Y cuando le dijera que estaba embarazada? ¿Cuál sería la reacción de Lucas al enterarse? Volvió a bostezar, estaba cansada. Tendría que ser muy clara respecto a sus intenciones y expectativas si no quería que su vecino huyera despavorido ante la noticia.

Sonrió y se giró en la cama buscando la posición más cómoda para dormir, pero siguió pensando en su vecino, para ser sincera lo había imaginado mucho peor de lo que realmente era. Lo juzgó por el juguete que había comprado y pensó que se vería más viejo y más desagradable, probablemente lo supuso obeso y calvo con ropa sobada por el uso, pero en realidad era todo lo contrario.

Entre ensueños recordó que lo había visto una vez antes, cuando él entraba al edificio y ella salía con su madre, y el olor a menta la invadió con fuerza. Creyó que era a causa de su olfato alterado por la maternidad, pero ahora podía comprobar que él realmente olía a menta, incluso de entre casa. Le gustaba el olor a menta, probablemente era una de las cosas que más le atraía de Lucas. Se relamió los labios y encontró restos del sabor mentolado en sus comisuras, volvería a verlo después de la consulta con el obstetra, eso era seguro.

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora