Lucas estaba contento con su nuevo trabajo, no por el trabajo en sí, sino porque ganaba el suficiente dinero para darse los gustos que quería, como por ejemplo vivir en ese apartamento en el que se había mudado hacía poco o comprarse cosas con las que antes ni siquiera podía soñar, porque sencillamente las desconocía.
Se llamaba a sí mismo un autodidacta, y gracias a su madre, empleada de limpieza de la municipalidad de su pueblo, a la que le habían regalado una computadora usada, había aprendido a programar, al principio por aburrimiento y después por verdadero interés.
Nunca había tenido una activa vida social, quizás porque se había pasado la adolescencia encerrado frente al monitor de la pantalla o quizás porque las interacciones sociales le provocaban ansiedad, pero había llegado a los veintiocho años sin haber tenido nada parecido a una novia.
Nunca había tenido sexo dos veces con la misma mujer, y hasta ahí decía él mismo cuando alguien le preguntaba por su vida amorosa, no porque no fuera cierto, porque eso era verdad, pero la verdad oculta detrás de esa verdad dicha en voz alta era que solamente había tenido sexo tres veces en su vida.
La primera vez, en su pueblo, a los dieciocho años, en una peña folclórica, bajo los consejos del alcohol y seducido por una mujer evidentemente mayor que él, que ni siquiera era atractiva pero estaba regalada. Habían bailado algunas canciones juntos y ella se apretaba tanto contra su bragueta que no tener una erección era algo imposible, y a esa edad cualquier cosa provoca una erección y cualquier ser humano que esté dispuesto a calmarla será bienvenido.
Lucas se dejó acariciar la verga con la mano pequeña y regordeta de la mujer desconocida, que le susurró cosas indecentes con su aliento alcohólico directamente a su oído. Al poco rato se escabulleron detrás de unos autos estacionados y tuvieron sexo. La mujer llevaba un condón en el corpiño y se lo puso después de inspeccionar con la mirada la verga joven que iba a recibir.
Y así, sin pena ni gloria, se iba su virginidad.
La segunda vez fue similar, pero con una chica más joven, amiga de la hermana de un conocido de él. Esta mujer no estaba bajo los efectos del alcohol, pero sin dudas no estaba bien de la cabeza, le pidió que la ahorcara con todas sus fuerzas hasta desmayarla, y la idea lo asustó tanto que no pudo acabar, fingió haberlo hecho, fingió haber eyaculado y luego de una excusa sin sentido huyó de la cercanía de esa joven, que desnuda encendía un cigarrillo en la cama.
La última vez había sido ya en la ciudad, con Jimena, una compañera de trabajo. Había sucedido hacía ya más de un año, y todavía se preguntaba por qué jamás había querido volver a salir con él. No sentía que su desempeño hubiera sido malo, pero por algún motivo ella no aceptó ninguna invitación a pesar de que hablaban con normalidad en el trabajo e incluso fuera de él.
Todavía tenía alguna expectativa con ella, y esperaba que quizás algún día ella misma lo invitara otra vez, y mientras aguardaba el acontecimiento intentaba encontrar algún defecto propio que alejara a las mujeres.
Estaba cansado de no tener suerte, al punto que ya ni siquiera se esforzaba en intentar acercarse a ninguna. No era por el sexo en sí, sino por el hecho de sentirse querido y elegido por alguien. No es que fuera feo, era un joven normal, que se bañaba todos los días y que ahora tenía un buen trabajo con un salario más que agradable.
En un momento barajó la idea de que el problema fuera su aliento, y ahora lo obsesionaba la higiene dental, se cepillaba los dientes después de cada comida, cambiaba el cepillo cada 60 días, se pasaba hilo dental y enjuague bucal y hacía muy poco había terminado un tratamiento para enderezar los dientes que le había dejado una sonrisa de folleto.
El único motivo por el que asistía a la oficina a diario era para ver a su compañera, Jimena, porque él podía hacer home office sin ningún problema, de hecho, la mayoría de sus colegas aprovechaba esa la oportunidad e iban a la oficina una vez al mes o quizás menos.
Ir a la oficina era el único motivo real por el cual salía, rara vez iba a hacer compras en persona, pedía todo online y le pagaba al encargado del edificio para que le subiera hasta la puerta del apartamento los paquetes que le llegaban que siempre variaban de tamaño y peso.
Y ese día esperaba con ansiedad un paquete puntual.
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Nido de cigüeña
RomanceNayla está embarazada y no sabe quién es el padre... aunque tampoco le importa. Lucas no tiene suerte con las mujeres y eso lo hace sentirse desdichado. Un mal entendido los hace conocerse y hacer un pacto para matar la soledad de ambos 🚫LECTURA P...