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 Salida al cine. La película avanza sin pausa. Jimena y su mano en la entrepierna de Lucas. La mano de Jimena, asciende y desciende. Lubricada.

Los besos de Jimena a la salida del cine. Húmedos.

Cena improvisada en un lugar aleatorio y el parloteo de Jimena, feliz -o tan solo entusiasmada-.

Regreso en un taxi y la rodilla de Jimena pegada a la de Lucas.

La casa de Jimena, otra vez como esa vez, besos que a Lucas no le importan, sexo vacío, aburrido. Jimena la está pasando bien montada sobre él -¿o tan solo sobreactua?-.

La cabeza de Jimena sobre el pecho de Lucas (que no la quiere ahí, pero la soporta). Intenta no pensar. No pensar. No pensar. Error. La pensó.

¿Qué hace ella? ¿Duerme en su cama o está con otro?

Jimena duerme. Duerme con él. No, Jimena duerme sola, porque Lucas no duerme. Él está despierto con el pensamiento clavado en su diosa personal, en la diosa que lo abandonó a su suerte.

¿Estás feliz así? ¿Esto querías de mí?

Jimena despierta, feliz. Planta un beso en la mejilla de Lucas, sonoro. Tiene eco. Resuena en la habitación y en su cabeza, vacía de pensamientos, repleta de fantasmas.

El desayuno preparado por Jimena, pan tostado, mermelada dietética y café instantáneo.

Mi diosa jamás comería esta porquería. Jamás lo permitiría.

Besos. Besos, besos y más besos. La boca húmeda de Jimena en su boca seca.

¿No se da cuenta de que no me interesa?

Quiere irse, pero irse es una trampa. Irse es volver a su apartamento: triste y vacío que todavía huele a Nayla. Irse es sinónimo de querer ir a buscarla, de querer encontrársela, de forzar una casualidad.

¿Me extrañas como yo te extraño?

Jimena lo invita a la cama, otra vez. Susurra que está mojada.

Los dedos de Lucas acarician el sexo realmente húmedo de Jimena. Tenía razón.

Jimena no es Nayla.

Si Nayla es la diosa de la fertilidad, Jimena es una mortal seca, deshidratada.

La invita a ponerse en cuatro patas para penetrarla desde atrás. No quiere verla. Quiere pensar en su diosa privada. En su diosa preñada. Preñada por otro, por miles ¿qué importa? No podía ser de él nada más. No, es la diosa pública y fértil. De su vientre nacerá un hijo de todos los hombres, incluido el de él.

Sexo vacío en el recipiente estéril. Jimena es... Jimena tiene un orgasmo. Un orgasmo miserable e infecundo. Lucas eyacula, no por gusto, sino por obligación. Atrapado en látex todo su semen -que es escaso-, es un desperdicio.

Siente que se va a volver loco.

Me voy a volver loco.

Se encierra en el baño y se mira al espejo.

No es justo.

No, no es justo.

Se enjuaga la boca con agua del grifo y escupe.

Jimena espera, sonriente, feliz -¿Cómo puede estar feliz si no sabe de la existencia de la diosa?-.

Por eso es feliz, porque no la conoce.

El teléfono de Lucas sólo ofrece notificaciones del clima. El chat está vacío. La foto de Nayla y el último mensaje enviado. Enviado y jamás recibido.

Mantiene el dedo en la línea del chat. Eliminar.

Eliminada.

Ojalá fuera tan fácil.

No está más en su chat. Pero sigue dentro de él.

Jimena pone música. Llega difusa al cuarto de baño. Se acomoda los lentes y sale a enfrentar su destino.

Ella baila como una tonta.

¿Siempre fue tan tonta?

Se acerca para tomarlo de las manos y bailar con él. No tiene humor. No tiene ganas. No quiere estar ahí.

— Me duele la cabeza. — Dice, toma su abrigo y se lo pone. Está listo para irse.

— ¿Querés una aspirina? — Pregunta Jimena, un poco preocupada. Ya no baila, pero la música suena a sus espaldas.

Lucas niega con la cabeza.

Quiero irme.

Jimena lo acompaña hasta la puerta. Le pide un beso. Uno tierno de despedida.

Ojalá fuera para siempre.

Sabe que no es para siempre. Sabe que volverá ahí. Sabe que no quiere. Sabe que no la quiere. Pero sabe que la necesita.

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora