40: Trabajo

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Lucas fingió sorpresa y miró el celular, ahí estaba el mensaje -que ya había visto en el ascensor-, pero el cual no había tenido el valor de abrir. Abrió el chat y le mostró, desde la distancia, que no la había bloqueado.

Sintió la vibración prolongada en los dedos de una llamada entrante mientras le mostraba la pantalla del celular a Nayla.

Trató de ser más rápido, pero estaba seguro de que Nayla había visto el nombre de Jimena escrito en la pantalla junto con los símbolos de "rechazar" o "aceptar" la llamada. Atendió la llamada mientras se alejaba hacia la sala de estar.

— ¿Cómo estás? — La voz de Jimena lo asaltó antes de que él pudiera decir hola.

— Bien, ya estoy en casa. — Dijo por lo bajo, y abrió el ventanal del balcón para que su voz no llegara hasta Nayla. Afuera estaba fresco, pero era perfectamente soportable. Cerró la puerta de cristal y admiró la vista gloriosa que tenía ese apartamento, casi olvidándose que del otro lado de la línea estaba Jimena.

— ¿Y no me avisaste? — Chilló ella del otro lado. — A la tarde voy a verte. — Anunció, muy decidida, pero Lucas la interrumpió.

— Recién llegué, apenas si pude darme una ducha. No vengas porque tengo muchísimo que hacer, hace dos días que no me conecto para el proyecto.

Oyó a Jimena suspirar fastidiada del otro lado.

— ¿Y cuándo nos vamos a ver? — Preguntó, cambiando el tono, por uno más amable.

Lucas le dijo que luego le avisaba y no esperó mucho más para cortar la llamada. Tomó aire mirando a la calle y volvió a entrar.

No estaba seguro de qué hacer, pero supuso que no era cortez dejar a Nayla sola, así que fue a la habitación con uno de los flanes que le había comprado y una cuchara.

— Me llamaron del trabajo. — Anunció, mientras le quitaba la tapa al flan para dárselo.

— ¿Tenés que volver a la oficina mañana? — Preguntó ella, tomando de sus manos el flancito con la cuchara.

— No, pero ¿puedo usar tu escritorio? — Preguntó, mirando el escritorio de Nayla, que ostentaba un enorme espejo lleno de foquitos de luz y miles de cosas encima, apiladas sin sentido lógico.

Nayla asintió con la cabeza y le dijo que hiciera como si fuera su casa. Lo observó correr todo lo que tenía sobre el escritorio, guardar en su enorme neceser de maquillaje todas las paletas, brochas, delineadores y adminículos varios de belleza.

— ¿Por qué tenés tanto maquillaje? Si no usas nada — Le comentó, con una enorme paleta de sombras en la mano.

— Antes usaba. — Dijo con la cuchara en la boca, y buscó una foto de ella del pasado.

Le envío la foto para que la viera desde su propio celular. Lucas la abrió y se sorprendió. Sin dudas estaba en una fiesta, maquillada como una ídola pop, casi irreconocible a sus ojos, acostumbrados a verla natural.

— Parecías mucho más grande. — Comentó, y volvió a guardar el celular, listo para ubicar su laptop sobre el escritorio de Nayla, que ahora estaba completamente despejado de cosas.

Encendió la laptop y fue a poner a calentar leche para hacer malta para ambos. Ni siquiera sabía si a Nayla le gustaba la malta, pero sabía que era buena para las mujeres embarazadas, su madre se lo había dicho hacía muchos años atrás y confiaba en ese dato aleatorio de su cabeza.

Le llevó la malta caliente y ella agradeció desviando por un momento la vista de la pantalla del televisor: estaba viendo una película en Netflix.

Lucas se sentó a trabajar, estaba cansado, pero tenía que avanzar con algo del proyecto sí o sí antes de la cena. Se propuso que dormiría toda la noche y al día siguiente se dedicaría a trabajar a tiempo completo, no quería que le hicieran ningún reclamo.

Avanzaba despacio, más por cansancio que por otra cosa, pero era mejor eso que nada <<lento pero seguro>> se decía mientras bostezaba tecleando los códigos en el teclado.

Sintió movimiento a sus espaldas y se giró instintivamente, Nayla se había destapado e intentaba bajar los pies de la cama.

— ¿Qué hacés? — Le preguntó mientras se levantaba de la silla e iba hacia ella.

— Tengo que hacer pis. — reconoció ella, un poco fastidiada.

Lucas lo pensó una fracción de segundo, en realidad tenía permiso para levantarse para ir al baño y después de todo no podía ofrecerle otra opción.

— Te ayudo. — dijo, y la instó a caminar despacio, porque Nayla quería ir a paso normal.

— ¡Me hago pis! — Gritó, y los últimos metros aceleró la velocidad y cerró rápidamente la puerta para dejar a Lucas del otro lado.

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora