Nido de cigüeña

17: Recuerdo

Durante el resto del día se sintió ofendida de muerte. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo es que un tipo como él se atrevía a rechazar a una chica como ella? ¿Acaso era idiota o estaba ciego? Pidió helado a domicilio y lo esperó mirando por el ventanal del balcón a la popular avenida de la ciudad mientras dedicaba palabras de odio a su vecino.

— Idiota. — espetó, convencida de que sólo un idiota la rechazaría.

Berreó, ofuscada, un buen rato, tanto durante la espera del helado como cuando lo comía, y todavía seguía berreando cuando se acostó a dormir la siesta, y aunque pensaba que no iba a dormirse por lo enojada que estaba, así y todo, se durmió profundamente.

Lucas intentaba sobrevivir al panorama que Nayla había revelado para él.

En primer lugar, esa chica era menor de edad.

Aquello era un problema grave. Gravísimo. Recordó fugazmente que ella había mencionado que su madre era abogada, ¿y si el plan de madre e hija era chantajear hombres y vivir de las extorsiones? Creyó que se le nublaba la vista y se preguntó si ella lo había filmado en algún momento. La idea le dio náuseas y un intenso dolor de cabeza.

Buscó en internet la mayor cantidad de información sobre el tema y mientras despejaba sus dudas pensó en que ella estaba embarazada de antemano.

¿Acaso buscaría intentar con él una demanda por paternidad? Descartó rápidamente esa idea, un adn dejaría en claro que ese hijo no era de él... ¿pero de quién sería?

Sin dudas ella tenía experiencia, lo decía su cuerpo a cada momento. Sólo diecisiete años y muchísima experiencia. ¿Quién sería el padre de ese niño? Nayla había mencionado que no lo sabía exactamente... es decir que al menos había dos posibles padres. Podía entender la perspectiva de su basta experiencia así.

Recordó a esas chicas de conducta ligera en su pueblo; especialmente a una: Yanina Saldívar. Había sido su compañera en el secundario y todos, absolutamente todos sus compañeros de curso habían tenido algún encuentro de tipo sexual con ella en el último año... excepto él.

Yanina Saldívar sin dudas no había sido ni la mitad de bonita que lo que era su vecina Nayla, sólo era una chica fácil con una gran habilidad para el sexo oral -eso le habían contado, él no había tenido el gusto-. Recordó que Yanina Saldívar también había dejado el colegio casi al final del último año, más específicamente después de las vacaciones de invierno, porque se había filtrado en las redes un video de ella.

Y si hubiera sido un video de ella sola, o de ella y cualquier otro compañero de la escuela, hubiera estado bien, pero en el video Yanina Saldívar tenía los ojos vendados con una corbata color negra y estaba desnuda y arrodillada en el centro de una ronda de cinco pares de piernas peludas y vergas erectas.

Lucas había olvidado por completo ese hecho en su vida hasta recién, y un escalofrío le recorrió la espalda. Yanina Saldívar en ese momento también tenía diecisiete años y a pesar de su consentimiento había sido abusada por cinco tipos, uno de los cuales -el dueño de la corbata- era el intendente de turno de la ciudad vecina.

El caso había llegado a las noticias, primero a las locales y luego a las provinciales, pero rápidamente fue silenciado por el gobernador, primo hermano del intendente implicado. Se zanjó la investigación diciendo que Yanina Saldívar era adicta al sexo y que no controlaba sus impulsos y que había ocultado su edad para tener sexo con esos hombres en esa fiesta tan perversa.

Nunca más se volvió a ver a Yanina. Ella y su familia desaparecieron del pueblo, pero su triste imagen en el video casero aún vivía en la memoria de Lucas. Recordó también que en ese momento, antes de producirle asco, lo embargó una profunda excitación y que durante muchos meses se masturbó con el recuerdo de Yanina Saldívar con los ojos vendados mamando cinco vergas por turnos.

Pensó si su vecina no sería otra Yanina Saldívar más, y en su recuerdo la imagen de su ex compañera de curso fue cambiada por la de su vecina mamando vergas con los ojos vendados y una sonrisa en los labios.