Nayla estaba embarazada y no tenía idea de quién era el padre de su hijo. Ciertamente le aburría hacer esa clase de cuentas, al fin y al cabo podía ser de cualquiera y ya era tarde para deshacerse del problema. Pensó que, de todos modos, iba a ser una madre muy sexy y que podía conseguir un hombre cuando quisiera.
Todavía tenía 17 años, le faltaban unos largos meses para cumplir 18, pero para el nacimiento de él o de ella ya los habría cumplido y eso era suficiente.
No quería saber el sexo del bebé, quería sorprenderse en el momento. Tampoco pensaba en un nombre porque sabía que lo elegiría cuando le viera el pequeño rostro y ahí se le ocurriría el nombre perfecto, en la intimidad del parto y no en el bullicio de la vida cotidiana, influenciada por demasiados estímulos.
Recién comenzaba a notarse el vientre, pero podía disimularlo fácilmente, apenas estaba de cuatro meses, 16 semanas, aunque cuando se sacaba la ropa y se miraba al espejo en ropa interior veía la suave curvatura y se sentía más hermosa que nunca, se le habían llenado las tetas y se le había agrandado el culo por lo que recibía más miradas y halagos que nunca.
Ya habían pasado las náuseas matutinas y se sentía plena con su cuerpo, incluso con energía, pero había algo que se le antojaba y que no podía satisfacer por sus propios medios: sexo.
Siempre había sido muy activa sexualmente desde su primera experiencia, y se relacionaba con facilidad con los hombres para obtener su dosis de endorfinas, pero ahora no había quien se le acercara lo suficiente, e intentaba saciar su antojo masturbándose con la almohada arrollada entre sus piernas mientras se imaginaba saltando sobre una verga cualquiera.
Estaba más sensible que antes y si bien llegar al orgasmo era una tarea simple en su estado, hacerlo sola no tenía gracia alguna, necesitaba del sexo masculino para satisfacerse y se encontraba soñando con encuentros casuales que la despertaban jadeante y ansiosa, mojada y pulsátil, y se mordía los labios dándole fin a su excitación con los dedos temblorosos.
Pocas personas sabían que estaba embarazada, su madre y su nueva pareja, y dos o tres compañeros de la escuela que la habían invitado a salir y ella les había contado, pero como temían ser los padres de ese bebé, se alejaron y jamás preguntaron.
No tenía amigas, las chicas no la querían por su popularidad con los varones y a Nayla ya no le importaba, jamás había tenido amigas y sabía que no las necesitaba... pero ahora se sentía un poco sola, ni siquiera había chicos a su alrededor que ahora huían despavoridos ante la posibilidad de la paternidad.
Ya no iba a la escuela, había decidido terminar su último año a distancia, particularmente porque no quería tolerar las miradas maliciosas de sus compañeras, ni oír los comentarios que dirían a sus espaldas cuando ella pasara con su vientre crecido por el embarazo.
Así que sus días eran solitarios, encerrada en el gran apartamento en el que vivía con su madre, que trabajaba todo el día -y a veces durante la noche- en la fiscalía y en sus momentos libres estaba en casa de su nuevo novio, lo que le regalaba a Nayla muchísimas horas de soledad.
Intentaba seguir las clases en línea, pero le aburrían y terminaba buscando pornografía para abastecer su creciente apetito sexual, y en eso estaba cuando el timbre del apartamento sonó.
Pensó seriamente en no responder, pero ante el segundo sonido del portero eléctrico se acercó a mirar por la cámara de seguridad quién era: Un chico de repartos que sostenía un paquete en una mano y una planilla en otra.
— ¿Quién es? — Preguntó
— Paquete para... — No llegó a escuchar, justo salía una vecina a pasear a su perro y el ladrido del caniche entrecortó la comunicación, sólo escuchó "6to A" su número de apartamento.
— ¿Podría recibirlo la vecina que acaba de salir? Estoy vistiéndome. — Mintió, y el chico del pedido detuvo a la vecina antes que desapareciera del palier, le dio el paquete y la hizo firmar ante la mirada de Nayla a través de la cámara.
La vecina dijo que se iba y que dejaba el paquete en el recibidor de la planta baja; Nayla se puso un abrigo cualquiera y bajó a buscar lo que supuso que sería de su madre, porque ella no había pedido nada.
Bajó por el ascensor hasta la planta baja y tomó el paquete que tenía el tamaño de una caja común y corriente, apenas más grande que una caja de zapatos. Parecía tener algo sólido dentro, pero no le dio importancia y mientras subía de vuelta en el ascensor rompió la cinta que sellaba la caja y la abrió.
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Nido de cigüeña
Roman d'amourNayla está embarazada y no sabe quién es el padre... aunque tampoco le importa. Lucas no tiene suerte con las mujeres y eso lo hace sentirse desdichado. Un mal entendido los hace conocerse y hacer un pacto para matar la soledad de ambos 🚫LECTURA P...