23: Encrucijada

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Nayla dormía plácidamente, y parecía que nada podría despertarla. De todos modos ¿qué sentido tenía interrumpir su sueño? Así que Lucas se deslizó fuera de la cama, la arropó con cuidado y volvió a sentarse frente a la computadora: tenía trabajo que hacer.

Aunque, para ser sincero, Lucas no tenía manera de concentrarse, revivía en su mente cada momento del sexo con Nayla, atrapado en sus propias fantasías, recordando en sus labios el sabor de su coño suave.

La llegada de un mensaje interno por la plataforma del trabajo lo inquietó aún más que los recuerdos del sexo con su vecina.

— Hace mucho que no venis a la oficina, desaparecido.

El mensaje titilaba, triunfal, en el costado derecho de la pantalla de la computadora.

Lucas tragó con dificultad; era un mensaje de su compañera de oficina, Jimena.

— Hola, es que ahora estoy haciendo home office. — Respondió, temblando, después de pensar brevemente qué iba a decir.

La respuesta llegó de manera inmediata.

— ¡No te voy a perdonar que me estés abandonando! — Y luego envió otro mensaje riendo, quizás demasiado.

Lucas se quedó paralizado. No estaba seguro si tenía que contestar algo, ignorar el mensaje o esperar a que ella siguiera escribiendo.

Por un momento se olvidó de que Nayla dormía en la habitación contigua, por eso cuando la vio asomarse, se asustó terriblemente.

— Buen día. — Le dijo con una sonrisa plácida y el rostro hinchado, quizás por el sueño, quizás por el embarazo.

Lucas cerró la ventana de la plataforma del trabajo por si Nayla se asomaba a mirar, pero ella no lo hizo, se quedó contra el marco de la puerta, estirándose como una gata remolona.

— ¿Estás muy ocupado? — Preguntó, al notar que el rostro de Lucas no reflejaba los gestos de siempre.

— Un poco, sí. — Mintió, y se acomodó los lentes sobre el puente de la nariz.

Nayla dudó unos momentos, pero su expresión no reflejó nada por lo que Lucas tuviera que temer.

— Te dejo trabajar, después hablamos. — Le dijo cariñosamente, y la vio avanzar camino a la salida.

Lucas se puso de pie de un salto y la acompañó hasta la puerta, no por miedo a que se perdiera, sino por simple educación.

— ¿Querés llevarte el postre? — Preguntó, ya casi cuando Nayla cruzaba el umbral.

Ella lo miró pensativa.

— Creo que vengo a buscarlo más tarde, ¿te parece? — Y le regaló una sonrisa pícara.

— Dale, te espero. — Respondió Lucas, bastante ajeno a las palabras de su vecina, con la mente en el chat del trabajo y en los mensajes de Jimena.

En cuanto cerró la puerta respiró profundamente y corrió a la computadora a responderle algo a Jimena, pero para su sorpresa ella había escrito otra cosa.

— ¿Cenamos esta noche? — El mensaje parecía titilar con violencia, casi como un cartel de neón que anunciaba peligro en una autopista demasiado rápida y sinuosa.

No estuvo seguro en qué momento respondió, pero cuando recobró la consciencia de sus actos ya tenía una cita con Jimena acordada para las nueve de la noche en un restaurante.

En su interior se debatían una mezcla de sentimientos que no podía descifrar, pero lo que sí sabía era que esa noche iba a salir con Jimena y eso era suficiente para él.

Después de trabajar se duchó, se afeitó y se lavó minuciosamente los dientes. Había planchado una camisa para ponerse, pero al momento de probársela se sintió listo para ir a una reunión laboral, e inmediatamente cambió de idea por un vestuario más informal.

La inseguridad le ganó otra vez, y revisó todas la publicaciones de las redes del restaurante para ver cómo iba vestida la gente -especialmente los hombres- y volvió a cambiarse de ropa sintiéndose un estúpido.

Estaba a punto de salir cuando recibió un mensaje en el celular. Era Jimena, que anunciaba que ya estaba saliendo de su casa. Estaba a punto de responder que él también, cuando recibió otro mensaje.

— ¿Cenamos juntos? Todavía quiero probar el harise. — Y algunos emojis sonrientes junto a emojis de estrellas y cubiertos.

Lucas sintió que todo su mundo se detenía en seco. Repentinamente el tiempo dejó de avanzar y se quedó estático, lo único que se movía era su pecho, producto de su corazón acelerado y su respiración, brutalmente consciente.

¿Y ahora?

Tenía que responderle a ambas...

...pero ¿qué?

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora