41: Regalo

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— ¡No podes correr así! — Alzó la voz Lucas, del otro lado de la puerta del baño, no porque estuviera enojado, sino para que ella lo escuchara.

— ¡No estoy inválida! — Gritó ella, que sí estaba un poco enojada.

Lucas pensó en discutir, pero ciertamente no tenía sentido y estaba tan cansado que sabía que la discusión subiría rápidamente de tono y lo último que quería era tensar la situación.

La esperó del otro lado de la puerta, se había decidido a entrar a la fuerza si escuchaba algo extraño o si tardaba demasiado, pero nada de eso sucedió y ella salió indemne.

— ¿Puedo estar un rato en el sillón? — Preguntó, con un poco de sorna. — Estoy harta de la cama.

El sillón estaba en la sala. Lucas miró la hora, no era mala idea empezar a cocinar. Buscó la silla de ruedas y la llevó de la habitación a la sala. Le pidió que fuera cuidadosa, pero ella estaba fastidiada y resopló.

Se sentó en el sillón sin respetar el cuidado que le exigía el alta médica y Lucas se mordió la lengua para no decirle lo que pensaba.

Fue a cocinar mascullando mentalmente todo lo que le hubiera dicho en otra situación, estaba seguro de que ella no medía las consecuencias de los actos ni sabía que las posibilidades de sobrevida de un bebé tan prematuro eran muy bajas y llenas de consecuencias a largo plazo. Él lo sabía porque en sus horas en el hospital había buscado en internet todo tipo de información sobre el parto prematuro.

Preparó una sopa crema rápida que había aprendido a hacer en su primer invierno viviendo solo y pensó que si ella rechazaba la comida por caprichosa iba a enojarse de verdad.

Además de la sopa, había preparado pollo grillado y una pequeña ensalada y le llevó la comida en una bandeja al sillón.

Estaba listo para enojarse, por eso se sorprendió cuando Nayla se puso contenta.

— ¡Me encanta la sopa! — Exclamó, y le dio un sorbo profundo directamente del cuenco. — Está riquísima. — Admitió, relamiéndose.

Lucas suspiró aliviado. La vio comer con ganas todo lo que le había preparado y solamente pidió mostaza para el pollo. Cuando terminó de comer dijo que estaba llena, pero inmediatamente preguntó si había algo dulce y chilló, caprichosa, ante la idea de comer fruta. Lucas se alivió al saber que su idea de comprar algunas golosinas había sido buena, y le dio unos chocolates que ella agradeció con entusiasmo.

Lucas bostezó mientras Nayla comía los chocolates, por primera vez en varios días sintió un ligero alivio y su cuerpo le exigía descansar.

Nayla lo miró algo preocupada. Dejó los chocolates restantes sobre la mesita de café donde estaban los platos de la cena y tomó valor para decir lo que le preocupaba.

— Sé que estás cansado pero... ¿podrías esperar a que me duerma antes de irte?

Lucas la observó hacer un gesto extraño con el rostro, una mezcla de culpa y disculpa que en otra situación hubiera sido gracioso. En realidad no había pensado en irse, pero ante las palabras de Nayla entendió que probablemente era molesto para ella tenerlo todo el tiempo ahí metido.

— Sí, claro. — Respondió, y se puso de pie para llevar los platos al lavavajillas y programarlo para que lavara la loza.

Lo observó retirarse a la cocina con las cosas de la cena en las manos y lo siguió con la mirada, se sentía extremadamente culpable por todo, por necesitar su ayuda para todo y por haberlo rechazado en el pasado de un modo tan violento. Prefería saltar por la ventana antes que seguir tolerando la culpa, pero ni siquiera podía darse ese lujo en sus condiciones. Apartó la vista de la espalda de Lucas para dejar de mortificarse y sus ojos chocaron con un extraño paquete que asomaba en un rincón.

— ¿Qué es eso? — Preguntó, señalando al rincón donde estaba la bolsa sospechosa.

Lucas miró en dirección a donde ella señalaba y sacó el paquete de la bolsa para mostrárselo.

— Pañales para recién nacido. — Dijo sin darle mucha importancia.

— ¿Por qué compraste pañales? — Nayla estaba entre sorprendida y molesta... aunque no estaba segura porqué.

Lucas se encogió de hombros.

— Los bebés usan muchos pañales. — Respondió con total calma.

— Quiero volver a la cama. — Anunció algo cortante. ¿Por qué los pañales le habían molestado tanto?

...Quizás porque era lo primero que recibía de regalo para su bebé. 

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora