39: Corazón ❤

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Antes de irse a hacer las compras, Lucas, le devolvió el celular que había abandonado en la cama de su madre antes de la internación y se lo dejó enchufado al cargador en su mesa de luz. Le recordó que por nada del mundo se levantara y ella le recordó que se llevara las llaves para poder entrar solo.

Lucas salió del apartamento directo a comprar algunas cosas para comer. Pensó en que Nayla debía comer comidas nutritivas y nada de comida rápida. Rápidamente llenó un carrito de compras, llevaba pescado congelado, carne y pollo, compró verduras y frutas, y algunos lácteos, y especialmente le compró muchos flanes porque sabía que le gustaban. Llevó algunas golosinas y buscó en el sector de higiene personal algo que ella pudiera necesitar. No tenía idea de qué llevar, era un mundo nuevo para él. Pero el rostro sonriente de un bebé en un paquete de pañales le llamó la atención. Compró, casi instintivamente, un paquete enorme de los más pequeños, aquellos que decían recién nacido, y mientras se retiraba de la góndola vio los frascos, siempre llamativos, de las sales de baño. Había uno particularmente vistoso, con estrellitas color violeta dentro de las sales que eran rosadas y con destellos brillantes. Pensó que a Nayla le gustaría eso, porque le recordó a su habitación y a todas las cosas que había ahí.

No iba a poder llevar todas las cosas, así que eligió algunos artículos para llevar por sí mismo y el resto pidió que se lo enviaran a domicilio. Camino de vuelta le escribió al encargado contándole que había dejado las llaves dentro de su apartamento, y le pidió si podía abrirle la puerta con su llave extra.

Por suerte el encargado del edificio lo esperaba ya listo para abrirle la puerta, y encontró dentro de su apartamento las llaves sobre la mesa, tal y como le había pedido a Jimena. Tomó de su casa la laptop y el cargador, pero supo que necesitaba con urgencia un baño y un cambio de ropa. Miró la hora: habían pasado más de quince minutos.

Volvió al apartamento de Nayla, entró con la llave que le había dado y dejó las compras en el refrigerador antes de ir a verla.

Ella dormía plácidamente, con las manos sobre la panza, casi como una representación de la maternidad apacible. La observó unos instantes desde el marco de la puerta, se llenó los ojos y el alma de ella, y luego volvió a salir, en silencio, directo a su apartamento para ducharse y cambiarse la ropa.

Tenía que afeitarse, pero no tenía tiempo, le mortificaba la idea de que Nayla despertara y estuviera sola, por lo que se bañó a toda velocidad. Buscó ropa cómoda para ponerse y todavía con el cabello mojado volvió hacia Nayla... que estaba despierta, mirando el celular.

— Creí que te habías ido para siempre. — Se sinceró, preocupada.

— Te iba a mandar un mensaje... pero borré tu número. — Reconoció, con un poco de vergüenza.

Nayla iba a decir algo, pero su voz quedó interrumpida por el timbre.

— Es el envío del supermercado. — Anunció Lucas, mirando la hora en el celular, y bajó al palier a recibir las compras.

En el tiempo que Lucas estuvo buscando el pedido, Nayla buscó el número de Lucas entre sus contactos bloqueados y volvió a agendarlo, sintiéndose terriblemente culpable por cómo lo había tratado en el pasado.

Le envió un mensaje con solamente un emoji de corazón como nuevo primer mensaje, sentía el corazón latirle con fuerza dentro del pecho y otra vez sintió una ligera molestia en el vientre. Trató de calmarse, pero le era difícil, estaba siendo dominada por sus propios pensamientos.

Lucas recibió el emoji de corazón de Nayla mientras subía en el ascensor con las bolsas del supermercado. Se le detuvo el tiempo mirando la barra de notificaciones con la foto de Nayla y el corazón que había enviado. No supo qué hacer, y mientras pensaba, la puerta del ascensor se abrió en su piso. Por instinto se encaminó hacia la derecha, hacia donde estaba la puerta de su apartamento, pero luego recordó que tenía que ir con Nayla y se giró hacia la izquierda con las bolsas en la mano.

Dejó las bolsas en la cocina -que era mucho más grande y vistosa que la de su apartamento- y fue a la habitación a ver a Nayla.

— Ya tengo las compras, ¿querés un flan? — Preguntó, desde la puerta de la habitación de ella.

Primero asintió con la cabeza y después ella agregó:

— Te envié un mensaje, ¿lo recibiste o me bloqueaste? 

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora