51: Plan

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Lucas sintió como todo su cuerpo estallaba y se volvía a rearmar con la pregunta de Nayla, que de su boca salía tan natural. Esa era la Nayla que él había conocido, y ni siquiera estaba seguro de si esa faceta de ella era la que más le gustaba de todas.

— Sí, no está contraindicado, pero como todo el resto: con tranquilidad. — Respondió el médico casi maquinalmente, con un profesionalismo sin dudas sobrenatural, pero sin olvidar de mirar también a Lucas, como si él también fuera parte de la pregunta, y por supuesto, también de la respuesta.

Nayla sonrió satisfecha y se acomodó la ropa, lista para irse, sabiéndose ganadora de alguna competencia imaginaria en su propia cabeza.

Se fueron de la clínica sin la silla de ruedas, Nayla ya no la necesitaba y estaba feliz de poder caminar, aunque lo hacía lentamente por la insistencia de Lucas, que no creía que hubiera necesidad de apurarse para nada.

— ¿Tomamos algo ahí? — Preguntó Nayla, señalando una cafetería.

Lucas ni siquiera dudó, todo pedido de su diosa era una órden para él -siempre y cuando no estuviera contraindicado por el médico-.

Descubrió, al principio con cierta incomodidad, que Nayla captaba la atención de todos en la calle, pero especialmente de los hombres, que no desviaban la mirada de ella incluso cuando su vientre era imposible de ocultar o de ignorar. Sintió asco por todos aquellos hombres, pero a la vez supo que él también era una víctima más y que después de todo, ¿quién era él para juzgarlos por caer ante el encanto de la diosa de la fertilidad?.

Nayla pidió waffles y capuccino, y cuando la camarera los puso delante de ella se le iluminaron los ojos. Devoró todo lo que había en el plato, disfrutando cada bocado mientras admitía en voz alta lo rico que estaba.

Se chupó los dedos manchados de sirope ante la mirada de Lucas, que no podía creer cómo aún en las cosas más mundanas era increíblemente seductora, como en ese mismo instante, que su boca atrapaba uno de sus dedos, el índice, y lo chupaba para limpiar la pegajosa melaza, y luego paseaba la lengua en en diminuto espacio entre ese dedo y el dedo medio, para no dejar rastro, para culminar la limpieza.

— ¡Estaba tan rico! — exclamó, satisfecha, Nayla. — Estos son los mejores waffles de la ciudad. — Sentenció, y Lucas sonrió.

— Podemos venir las veces que quieras. — Dijo él, y ella lo miró con perspicacia.

— ¿Cuándo yo quiera? — Preguntó, con algo de picardía en su tono de voz.

Lucas asintió, mientras el local estuviera abierto y no hubiera contraindicación médica, podían ir las veces que ella lo deseara.

En realidad no es que Nayla estuviera buscando la manera de complicar las cosas, pero le parecía extraño que, si de verdad él tenía una relación con otra mujer, se pusiera a su disposición para llevarla a comer waffles siempre que quisiera.

Para ser sincera, tampoco lo había visto mirar su celular en las horas que había estado con ella, así que podía ser que en realidad todo hubiera sido un malentendido, incluso, quizás, hasta lo había soñado.

Volvieron en taxi al apartamento, y antes de hacer la cena, le pidió que la ayudara a bañarse.

Otra vez llenó la tina para ella, con sales perfumadas y coloridas, y mientras se desvestía, se repetía a sí misma que se iba a portar bien. Porque ella sabía que había una manera infalible de atraer a un hombre, y era demostrar lo bien que se podía portar después de haber sido indomable.

— ¿Necesitas ayuda? — Preguntó Lucas, cuando la vio entrar al baño envuelta en la bata de toalla. Estaba sentado en el borde de la tina, comprobando con la mano hundida hasta la muñeca, que el agua estuviera a temperatura adecuada.

— No, puedo sola. — Respondió con una sonrisa, y abrió la bata como si fuera a quitársela, pero luego la cerró inmediatamente, como si recordara que Lucas no debía verla desnuda.

— Me sentiría más tranquilo si te ayudo a entrar. — Dijo él, algo dolido por el repentino pudor de ella.

— Puedo sola, de verdad. Voy a tener cuidado. — Dijo, muy seria, y lo incitó a irse.

Cuando se quedó sola en el baño soltó una risita divertida y se metió en el agua rosada, repleta de estrellitas violetas.

<<Tonto>> pensó Nayla mientras se relajaba en la tina. Y tenía razón. 

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora