Nayla se dejó besar, suspirando de deseo, sintiendo la boca ansiosa y mentolada de Lucas en la piel de su garganta y sus manos acariciando delicadamente sus tetas hinchadas por el embarazo.
Fueron a la cama casi a tientas, y cuando Nayla se quitó la ropa Lucas supo que ella era la dueña de su verdadera excitación.
Le besó el vientre, hinchado, tenso, y admiró toda la belleza que esgrimía. Le besó los muslos y el pubis, y luego pasó la lengua mentolada por entre los labios mayores de su vulva.
Nayla se retorció de placer, ahí estaba esa sensación que tanto quería sentir, la boca de menta de Lucas en su coño desesperado. Alzó la cadera para que la boca de él no se despegara de ella, y gimoteó de placer ante el contacto, tan sensible estaba que sentía que podía venirse en un orgasmo en cualquier momento.
Lucas también lo sentía, sentía la raja de ella haciendo presión en su rostro, frotándose con voracidad y también con desesperación. Podía sentir toda la contracción de músculos del cuerpo de ella, listo para relajarse después del orgasmo y ese era suficiente incentivo para no detenerse, para no cambiar el ritmo de su boca en el coño de Nayla.
Y sin demorarse más: llegó. El orgasmo la atravesó por completo, primero la contrajo en una pequeña convulsión acompañada de un gemido potente, y luego le aflojó el cuerpo, pero no lo suficiente, porque se volteó sobre sí misma para quedar apoyada sobre sus manos y rodillas, a la espera de la penetración.
Lucas hubiera podido, fácilmente, ni siquiera intentar penetrarla; no es que no quisiera, por supuesto que quería, pero también quería dormir con ella, abrazarla, oler el perfume de su pelo y su piel, y con eso se hubiera conformado, satisfecho. Pero ahora ella se le ofrecía así, tan sublime, tan exuberante para los sentidos, tan llena de pasión, que su verga hubiera respondido aunque él estuviera muerto, porque Nayla encarnaba todo aquello deseable, todo lo sensual.
La penetró con decisión y la sintió suspirar de gozo, y luego gemir cada vez más y más fuerte. Los sonidos de placer que emitía eran demasiado excitantes para él y no pudo aguantar demasiado el estímulo, eyaculó en su interior apretándose contra ella, aferrado a la carne blanda de sus caderas.
La soltó después de unos segundos de retenerla contra sí mismo, asegurándose de que a su miembro no le quedaba nada más por descargar en el interior de su vecina embarazada.
Nayla soltó una risita divertida y se metió dentro de las sábanas, así desnuda como estaba, y para sorpresa de Lucas, se pegó a él buscando calor. Su cabello largo serpenteaba por la almohada y por el pecho de Lucas aromatizando todo de su perfume limpio y cremoso.
— Tengo que volver a mi casa. — dijo ella, reprimiendo un bostezo, pero ni siquiera intentó irse, se acurrucó -aún más- en la cama, contra él.
Lucas se estiró para mirar la hora en el reloj del celular, era tarde, casi las dos de la mañana y sólo al darse cuenta lo tarde que era se sintió cansado, como si el manto del cansancio lo arropara repentinamente.
— ¿Te abro la puerta? — Preguntó, sintiendo los párpados pesados, haciendo un esfuerzo para no dormirse.
— En un momento. — murmuró ella, apenas audible, pero sin ni un atisbo de intención de levantarse, por el contrario, presta a dormirse en la cama de Lucas, a su lado.
El calor del cuerpo de Nayla era más que suficiente para que Lucas se sintiera en el paraíso. Cruzó el brazo por su cintura, atrayéndola contra él, sintiendo el vientre abultado de ella pegado a su estómago.
Así se tenía que sentir estar en paz.
No pudo pensar demasiado, ella ya respiraba pesadamente y él se relajó para seguirla en el mundo de los sueños. Ambos se habían dormido, sin preocupaciones, sin pensamientos, sólo ellos dos abrazados en la cama de Lucas.
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Nido de cigüeña
RomanceNayla está embarazada y no sabe quién es el padre... aunque tampoco le importa. Lucas no tiene suerte con las mujeres y eso lo hace sentirse desdichado. Un mal entendido los hace conocerse y hacer un pacto para matar la soledad de ambos 🚫LECTURA P...