Lucas no quería parecer insistente, pero al cabo de unos segundos ya estaba recostado en el enorme sofá de cuero marrón, con Nayla bajándole el pantalón para dejar libre a su verga completamente erecta.
— Dame tu consentimiento. — Insistió, lastimero, cuando sintió la boca de Nayla envolver su falo.
Ella emitió un sonido que indicaba una pregunta, con la pija de Lucas en la boca y la mirada algo preocupada clavada en los ojos de él.
— ¡Tu consentimiento! ¿Sí o no? — perseveró Lucas, aguantándose todo el deseo que tenía.
— Sí, sí, te dije que sí. — Repitió ella, ligeramente aburrida, cuando se sacó la verga de la boca, y se arrancó el pantalón que tenía puesto para montarse a la verga hinchada y babeada de su vecino.
Lucas la sujetó con fuerza de la carne de la cadera y sus ojos buscaron su vientre ligeramente abultado por el embarazo, pero ella aún llevaba puesto el suéter, que si bien dibujaba algunas curvas en su cuerpo, no era lo que él quería ver.
Le subió la ropa con ímpetu, y Nayla entendió que él quería desnudarla, así que se arrancó el suéter por sobre su cabeza sin vacilar.
La visión de la pancita de Nayla llenó a Lucas de un extraño sentimiento que devino en un morbo voraz y en traer a su cabeza todas aquellas fantasías del fin de semana que utilizaban de protagonista a su vecina.
Nayla, por su parte, se frotaba contra la cadera de Lucas, ensartada hasta el tope con la verga de su vecino, disfrutando de sentirse llenada por un falo real. No necesitaba demasiado para llegar al orgasmo, estaba hormonal y excitada todo el tiempo, así que se arqueó en un orgasmo a los pocos minutos de que comenzara su cabalgata en el sillón de cuero de su casa.
Él tampoco quiso esperar, y se dejó ir dentro de Nayla, apretándola contra sí lo más posible, sintiendo su piel erizarse por el placer.
Ella se inclinó sobre él para besarlo, relajada por el descargo de pasión, y saboreó de sus labios el sabor de menta que tanto le gustaba. Sintió escurrir desde su entrepiernas el líquido viscoso del semen y se levantó de un salto, recordando que estaba en el sillón de cuero de su madre y le pidió a Lucas que se levantara rápido.
Luego de vestirse revisaron juntos que no hubiera marca de ningún fluido en el cuero marrón, y mientras Nayla revisaba agachada si las marcas que había era del uso o de algún fluido, Lucas confirmó que era realmente hermosa y que tenía que aprovechar cada segundo que ella le regalaba hasta que se aburriera por completo de él... o encontrara otro mejor.
— Mi mamá adora este sillón. — Resumió Nayla luego de confirmar que no había ninguna marca.
— Es muy bonito. — Mintió Lucas, y Nayla supo que mentía, porque a ella también le parecía horrible, y soltó una risita divertida.
— No sabes mentir. — Reconoció, divertida, e intentó recogerse el cabello, pero como no tenía con qué sujetarlo lo volvió a dejar caer sobre su espalda, lacio y negro. — ¿A qué habías venido? — Le preguntó, aprovechando su propio buen humor.
Lucas sintió la mente en blanco unos segundos ¿a qué había ido?
— Vine a... devolverte tu dinero. — Dijo algo confundido y buscó en sus bolsillos los billetes que Nayla le había dado para hacer la compra del consolador femenino.
— ¿Me devolvés el dinero porque no querés tener nada que ver conmigo o porque aceptaste ser mi consolador humano?
Esa pregunta dejó sin palabras a Lucas, que se acomodó los lentes por puro nerviosismo. Nayla tenía una extraña sonrisa plácida en el rostro lo que confundía, aún más, a Lucas al punto de colapsar por su nerviosismo.
— Es que... yo... bueno... — Vaciló sin estar seguro de qué era lo que realmente quería decir, y mucho más importante, desconcertado absolutamente de lo que tenía que decir para no espantar de su cercanía a la diosa del sexto A.
Nayla esperaba una respuesta, con una sonrisa, pero una musiquita genérica los distrajo: el celular de ella sonaba en una llamada.
Contestó la llamada entrante, era su madre que le avisaba que estaba por llegar y que se había olvidado las llaves del apartamento en la casa de su novio. Fue una llamada breve, y para cuando finalizó, Lucas supo que debía irse.
Salieron juntos del apartamento porque Nayla debía bajar a abrirle a su madre y en el palier se despidieron.
Lucas quiso retenerla, decirle algo genial o siquiera responderle la pregunta que ella había hecho, pero fue incapaz de emitir algún sonido inteligible y volvió a su apartamento sintiéndose un idiota.
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Nido de cigüeña
RomanceNayla está embarazada y no sabe quién es el padre... aunque tampoco le importa. Lucas no tiene suerte con las mujeres y eso lo hace sentirse desdichado. Un mal entendido los hace conocerse y hacer un pacto para matar la soledad de ambos 🚫LECTURA P...