13: Encaje de puntilla

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El sabor mentolado y dulce de la boca de Lucas enloqueció de deseo a Nayla. No estaba segura de por qué le parecía tan erótico, pero lo imaginó lamiendo su coño con esa lengua de menta y azúcar y se le hizo agua la entrepierna.

Lucas estaba sorprendido, no sólo por el beso, sino por su presencia. La lengua de ella se enroscaba en la de él con lujuria, y sus labios presionaban con fuerza. Podía sentir sus tetas duras pegadas a su cuerpo, tensas, y si bien no lo creyó posible volvió a tener una erección de campeonato.

Nayla se separó ligeramente de él y lo observó extrañada.

— ¿Estás bien? — preguntó, frunciendo ligeramente las cejas largas y negras.

Él asintió con la cabeza y cerró la puerta que aún estaba abierta.

— Me sorprendiste. — reconoció con sinceridad e inspiró profundamente, incapaz de creer en su suerte.

— Creí que... no pasa nada. — Nayla estaba dispuesta a irse, pero Lucas se lo impidió besándola otra vez.

Ya no parecía tan torpe al momento de besar, y el sabor de su boca seducía a Nayla, que, desesperada, introdujo las manos debajo de la ropa para sacarsela.

Lucas se desprendió del beso para quitarse los lentes y dejarlos sobre la mesa para que Nayla pudiera quitarle la camiseta. Sintió los besos húmedos de ella en su pecho y se armó de valor para despojarla de la parte superior de su ropa también.

El corpiño negro de Nayla mostró sus tetas llenas y turgentes -producto del embarazo, aún desconocido para él- que desbordaban ligeramente del encaje de puntilla. Lucas contuvo el aliento y se inclinó para besarlas suavemente.

Nayla suspiró al sentir la lengua de su vecino sobre sus pechos hinchados y ella misma se desabrochó el corpiño para liberarlos completamente.

La copa del sostén se deslizó por su torso y sus pezones rígidos quedaron al descubierto, al igual que sus areolas ligeramente tostadas, del color de las nueces.

Buscó la mirada de Lucas, pero sus pupilas estaban fijas en las tetas de ellas, admirándolas casi con devoción.

Él alzó la mano derecha para tocar el pecho izquierdo de ella y el toque de su mano, ligeramente más fría que la temperatura de las tetas de Nayla, la hizo estremecer y toda su piel se erizó en diminutas montañitas, pero no se alejó del contacto, todo lo contrario y dirigió con la mano la nuca de él para acercarle el rostro a su pecho.

La boca de Lucas atrapó el pezón de Nayla, y al sentir la presión de sus labios en su pecho sintió que estaba cerca de venirse en un orgasmo.

Casi ni pudo comenzar a succionar con los labios aquel pezón sobreestimulado cuando Nayla gimió de placer.

— Cogeme. — le suplicó, y se desabrochó el pantalón.

Lucas estaba sorprendido, pero esta vez no dudó y la condujo hasta la habitación y se quitó toda la ropa mientras ella hacía lo mismo.

Se acostó sobre ella, pero Nayla se deslizó ligeramente de costado para que su vientre no molestara mientras se besaban sobre las sábanas revueltas.

Él volvió a besarle las tetas, y ella se montó sobre él a horcajadas, y sin esperar dirigió el pene erecto de él a su interior.

Lucas apretó sus tetas con las manos y ella soltó un gemido ardiente y se frotó con más fuerza sobre la pelvis de él. La vista de ella gimiendo y gozando sobre su verga era un espectáculo que él jamás se hubiera imaginado y se concentró en no acabar tan rápido, pero no era algo sencillo con esa diosa de tetas bamboleantes saltando en su pija.

— Voy a venirme. — confesó él, apretando los dientes, e intentó bajarla, pero ella se afirmó sobre él.

— Soltá todo. — pidió ella, acelerando el movimiento a ritmo frenético. — Dejame todo adentro. — gimió con la voz ronca, sin dejar de moverse.

Escucharla pedir que le deje toda su lefa en el interior fue demasiado para él, y acabó en ella mientras le apretaba con fuerza la carne de las caderas.

Aprovechando los estertores finales de la eyaculación de él, Nayla friccionó su clítoris contra la pelvis de Lucas hasta producirse un orgasmo que le convulsionó el cuerpo.

Se desplomó a un costado, recuperando el aliento y el ritmo normal de su corazón, mientras Lucas admiraba de costado la belleza de pelo negro que parecía salida de sus sueños prohibidos. 

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora