45: Media hora

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Lucas suspiró. Sabía que no tenía sentido enojarse por el comportamiento de ella, y eligió el camino de la paciencia, que sin dudas era más complejo y difícil que cualquier otro camino que pudiera escoger.

Pasó un trapo por el rastro de agua que había dejado Nayla a su paso y al llegar a la habitación de ella la encontró acostada en la cama viendo aquella serie interminable en Netflix. Había dejado la bata mojada tirada en el piso y había arrojado algunos almohadones fuera de la cama.

Prefirió ignorarla, trapeó el agua, juntó lo que estaba en el suelo y se llevó su computadora a la sala para poder seguir trabajando, aunque le latía tanto el ojo izquierdo que creía que se le iba a salir de la cuenca.

Miró la pantalla de su celular cuando estuvo en la sala, Jimena le preguntaba cómo estaba y si saldrían por la noche.

Lucas le escribió que estaba cerca de llegar a la meta del día, pero que prefería salir al día siguiente, cuando hubiera realmente llegado al objetivo de la semana. Envió el mensaje e inmediatamente Jimena llamó.

— ¿Cómo estás, corazón? — Preguntó ella, efusiva.

Lucas se apresuró a ir al balcón para hablar, aunque si Nayla miraba la serie era poco probable que lo escuchara.

— Bien... ¿cómo estás? — respondió, en voz baja, mientras cerraba el cristal detrás de él.

— Muy bien... mirá dónde estoy. — Le pidió que mirara el chat, le acaba de enviar una fotografía, estaba en la estación de subterráneo que estaba a pocas cuadras de su apartamento. — Estoy caminando para tu casa con un regalito.

Lucas se mordió la mano con fuerza, ¿qué iba a hacer?

— No, Jime, no es buena idea que vengas... — Trató de disuadirla, pero Jimena soltó una risa histérica.

— No acepto un no, trabajaste un montón, tenés que despejarte. Si querés ni entro a tu casa, tomamos algo acá cerca. Regalame sólo media hora.

Lucas miró el tránsito de la avenida bajo él... ¿Y si saltaba?

— Es que...

— Estoy casi llegando a la esquina, si no bajás le pido al encargado que me abra...

Sin dudas la mejor opción era saltar.

— Ok, pero media hora.

Oyó la risita de Jimena que se despedía con el sonido de besitos.

Soltó una maldición al aire. ¿Y ahora? Si Jimena estaba llegando a la esquina no tenía nada de tiempo.

Fue hasta la habitación de Nayla, seguía en la misma posición, con la mirada perdida en las imágenes.

— Tengo que salir a comprar, vuelvo en media hora. — Le dijo, y esperó a que ella dijera algo, pero ni siquiera cambió el gesto o le dedicó una mirada. — Cualquier cosa llamame. Me llevo tus llaves. — le avisó, y salió de su habitación.

Fue a su apartamento para cambiarse la ropa, que estaba húmeda por la travesura de Nayla. Se hizo un enjuague bucal y se pasó los dedos por el cabello para intentar estar presentable y salió de su apartamento en dirección al ascensor.

Jimena le envió un mensaje con una foto de ella en la puerta del edificio, y él le respondió que estaba bajando. Miró la hora, eran las 6:50 tenía hasta las 7:20 con Jimena, tiempo suficiente para volver a cocinar para Nayla.

Se encontró con una Jimena reluciente, de falda y medias de nylon negras, envuelta en una larguísima y mullida bufanda roja que le tapaba el mentón.

— ¡Te extrañé! — Le dijo y se colgó en su cuello para besarlo con efusividad.

Lucas se dejó besar, e incluso le rodeó la cintura con las manos. No estaba seguro, pero Jimena parecía radiante.

— Hay happy hour en el bar de allá. — Y señaló la otra esquina. — ¿Querés unos tequilas?

No tenía pensado beber alcohol, pero la oferta se sintió tentadora. Aceptó sin dudar, en media hora sólo tomaría dos tragos y volvería con Nayla. ¿Qué podría salir mal?

Jimena sonrió satisfecha consigo misma por ser tan convincente y se aferró al brazo izquierdo de Lucas para caminar muy pegada a él hasta el bar de la otra esquina. 

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora