60: Leche

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Esa noche, y las tres siguientes, Nayla y Lucas durmieron juntos en la misma cama. Casi como un hecho cotidiano ella lo invitaba a seguir viendo aquella serie imposible de comprender para Lucas, y al final del capítulo -o cuando ella decidía que hasta que parte iba a ver ese día- apagaba la pantalla y lo besaba con desenfreno.

El sexo, tranquilo pero apasionado, los acompañó durante esas noches y la sensación de que todo iba a terminar apretaba del cuello a Lucas cada vez con más fuerza. Estaba tranquilo con la situación de Jimena, le había dicho que tenía que volver a su ciudad para solucionar un papeleo con la vivienda de su madre y había silenciado el chat para responderle sólo cuando él le apetecía.

Trataba de concentrarse en el proyecto -del que ahora era líder- para no pensar en lo que iba a pasar luego de que la madre de Nayla volviera, y en los ratos que podía pensaba en algún regalo, buscando reseñas en internet de productos de belleza o comentarios sobre la comodidad de cierto calzado que le había parecido lindo.

— Mi mamá llega esta noche, acaba de subirse al avión. — Mencionó Nayla después de leer el mensaje en su celular y de responderle con cariño a su madre que la esperaba.

Estaban acostados en el sillón de cuero, ella con la cabeza sobre sus piernas y él recostado contra el respaldo y el apoyabrazos.

— Tengo que juntar mis cosas. — reconoció él, sin apartar la vista de la pantalla de su celular, aunque no tenía tantas cosas ahí, apenas si el cepillo de dientes y su computadora, desde que se había enterado que Bárbara volvía había estado acomodando el apartamento de Nayla para que no quedaran rastros de su presencia.

Nayla torció el gesto, hacía días que lo veía muy ensimismado en su teléfono.

— ¿A quién le escribís? — Preguntó, e intentó tomar el teléfono de él, pero Lucas lo apartó rápidamente.

— Nada, cosas del trabajo. — Le dijo, y dejó el celular bloqueado entre el apoyabrazos y sus piernas.

— Pero hoy es sábado. — Se quejó Nayla, sintiendo el temor de que "las cosas del trabajo" fueran esa compañera de trabajo que le había regalado la pulsera.

— Sí, ya sé, pero si me preguntan no puedo no responder si soy el líder del proyecto.

Nayla se incorporó y lo besó en la boca, pero su vientre chocó contra el cuerpo de Lucas y tuvo que apretarse un poco para llegar a sus labios.

— Estoy muy gorda, ¿no? — Preguntó después del beso. Su panza había crecido muchísimo esos días y ya no había pantalón que le subiese por el culo.

— En unos meses vas a volver a tener el cuerpo de siempre. — La reconfortó, aunque se moría de ganas de hacer un chiste obsceno sobre la supuesta gordura.

— ¿Si me quedo gorda para siempre me vas a querer igual?

— Por supuesto. — respondió y la besó, pensando que esas palabras prometían mucho a futuro.

Se enderezó para que ella no tuviera que inclinarse tanto; pudo sentir la redondez del vientre de ella pegada a su estómago y las tetas empujando hacia él. Le encantaba su cuerpo de embarazada, lleno, redondeado, voluptuoso.

Sabía que ese beso iba a terminar en sexo, y estaba encantado con la idea. Nayla se apartó de su boca para sacarse la blusa que llevaba puesta y él decidió imitarla, pero cuando miró hacia abajo, su camiseta estaba mojada en el pecho. No estaba sudando, así que la marca no podía ser su sudor, miró a Nayla, un poco extrañado, y vio que el sostén de ella estaba empapado, incluso una pequeña gota de líquido escurría por la curvatura de su pecho izquierdo.

— Ay... — Se quejó ella, preocupada y se llevó las manos a los senos, sin estar segura de qué le estaba pasando.

— Es leche. — Reconoció Lucas, bastante maravillado con el suceso.

Nayla no estaba del todo segura sobre esa certeza. Se quitó el sostén empapado y lo dejó sobre la mesita de café, sus pechos estaban enormes, repletos de venas azules, y los pezones secretaban el líquido apenas blancuzco en enormes gotas que comenzaban a caer en sus muslos.

— Lo siento, no sabía que podía pasar esto... — Murmuró, un poco consternada, aún con los pechos al aire. — Voy a limpiarme.

Por un segundo pensó en detenerla, pero ella estaba visiblemente incómoda con lo que le estaba pasando y la dejó ir a lavarse. Suspiró intentando calmarse, después de todo nunca era buena idea tener sexo en el sillón de cuero de la madre de Nayla.

Nido de cigüeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora