CAPITULO 33 - EL MUNDO DE THOMAS SHELBY

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Thomas observaba con detenimiento cómo los Marchetti introducían pequeños paquetes de opio entre el embalaje de aquellas piezas de coches que estaban siendo empaquetadas. De ese mismo modo era como enviaban sus armas a otras ciudades a través de las distintas fábricas Lanchester.

Unos cuantos hombres lo acompañaban para supervisar el trabajo. Querían asegurarse de que todo se hacía bien. Thomas expulsó el humo del cigarro que estaba fumando y se alejó en dirección a la oficina del jefe de los italianos, mientras que sus hombres continuaron vigilando el proceso.

-¿Contento con el trabajo?-preguntó Marchetti al ver entrar a Thomas. Sin duda, estaba orgulloso de sus hombres.
-Lo estaré cuando la droga llegue a su destino y reciba mi dinero...-admitió Thomas.
-Nuestro dinero...-corrigió Marchetti con rapidez. Thomas sonrió.
-Sí...nuestro...-aceptó Thomas-. En cuanto a eso...no hemos concretado cuánto nos va a costar vuestro trabajo...-continuó.
-Yo diría que lo justo sería un cincuenta por ciento...-lanzó Marchetti con decisión.

Thomas fijó la mirada en aquel hombre de mediana edad. El viejo iba a por todas.

-No creo que eso sea muy justo...-rió Thomas.
-¿Qué me ofrece?-preguntó Marchetti.
-Un diez es más que suficiente...realmente no os necesitamos...-dijo Thomas.
-Oh, pero es que sí nos necesita...-le contradijo-...un cuarenta...-contraofertó.
-No voy a daros más del quince...-respondió-. En todo caso debería pagarle a los Lanchester...-argumentó Thomas.
-Quizás deba hablar con ellos...-le desafió Marchetti.

Thomas se inclinó sobre la mesa y apoyó los nudillos de ambas manos sobre ella. Lanzó una de sus serias miradas. Aquel tipo estaba intentando torearlo, y no iba a permitirlo.

-¿Quizás un veinticinco?-preguntó el italiano algo nervioso.
-Un veinte, y es mi última oferta.-dijo Thomas tajantemente-. A no ser que realmente quiera que hable con los hermanos Lanchester...-dijo cogiendo un vaso y sirviéndose una copa de whisky él mismo, sin invitación alguna.

Marchetti lo miró perplejo.

-¿Cuántos años lleváis traficando con armas gracias a sus fábricas? ¿Cuántas veces han sospechado de vuestro método de distribución?-hizo una breve pausa, pero Marchetti no dijo nada-. Bien, yo se lo diré: ninguna. Ni una sola vez ha venido nadie a ver qué pasa en esta puta fábrica en...No sé... ¿Tres? ¿Cuatro años?-argumentó Thomas.
-No sé a donde quiere llegar...-intervino Marchetti.
-Quiero llegar al punto en el que acepta el puto veinte por ciento, porque esta es una jodida apuesta segura para usted... y no va a obtener un gran beneficio de ella...-le explicó Thomas sin que le temblara el pulso-. O si lo prefiere...estoy seguro que a los Lanchester les gustará saber a qué se dedican realmente los trabajadores de sus fábricas...-dijo Thomas con total indiferencia hacia el tema.
-Está bien, aceptamos el veinte por ciento...-se rindió finalmente el italiano.
-Y agradéceme que no te baje al quince...-dijo Thomas con tono burlón-. Vendré cuando tenga el dinero, asegúrate que la droga llega a las ciudades que hemos acordado...-dijo terminándose el whisky de golpe y dejando el vaso vacío sobre el escritorio de Marchetti.

El viejo lo miró con ira contenida, pues acababa de perder en aquella negociación. Aunque el Shelby llevara parte de razón, y hubiera establecido buenos argumentos, no podía evitar sentirse ninguneado.

Thomas salió de allí y montó en su coche. Regresó a su despacho en Shelby Company.

-Que nadie me moleste Arthur, quiero estar un rato a solas...-dijo al pasar por el recibidor. Y lo siguiente que escuchó Arthur fue un portazo.

Caroline regresó después de aquella llamada telefónica que la había dejado tan mal sabor de boca. Tenía de plazo hasta el viernes para entregarle a los Shelby y a los Marchetti en bandeja de plata a Robert...y era algo que realmente le dolía tener que hacer. Su mente y su corazón debatían seriamente al respecto.

Un Amor NocivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora