CAPITULO 8 - DIAMOND

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Pasaron un par de días, y los Shelby acudieron a una carrera de caballos que tendría lugar en Birmingham. Se trataba de una carrera de reclamación, y todos los amantes del mundo ecuestre acudirían a la cita; al igual que todos los hombres de las mejores familias y de las más adineradas, que siempre se dejaban ver en eventos como este. Aristócratas, nuevos ricos, políticos, e incluso los líderes de las bandas más peligrosas. Nadie quería perderse algo así.

Las carreras de caballos eran especialmente populares en Inglaterra, pero había algo aún más popular, el verdadero "deporte" por excelencia: la apuesta.

Dígame solamente un inglés al que no le guste apostar por algo, y le pagaré cinco libras...es más, apostaría siete libras a que no es capaz de dar con un sólo inglés al que no le guste apostar.

Apostar y presumir, dos cosas que los ingleses no podían dejar de hacer; y por eso aquellos hombres invitaban a las mujeres más bellas a acompañarlos. Y a esas mujeres también les encantaba presumir y que las invitaran a eventos de ese calibre. Presumían de vestidos de alta costura, joyas, peinados, tocados y zapatos carísimos...por supuesto todas esas cosas costeadas por sus maridos, pero a ninguna de ellas parecía importarles ser una mujer florero.  Paralelamente a la competición de los equinos, aquellas mujeres parecían también competir por ver quién llevaba el vestido más lujoso, o a quién lucía las joyas más vistosas. A veces Caroline se preguntaba cómo sería llevar una vida como la de ellas, siendo esposa de un hombre con dinero y simplemente dedicándose a lucir hermosa, ¿Sería capaz de aguantarlo? No estaba segura, pero pensaba que muy probablemente no.

Ella también había acudido ese día al hipódromo, cierto era, pero contraria a aquellas mujeres, iba vestida como acostumbraba. Y tampoco es que le encantaran las carreras, pero por orden de Jonas debía acompañar a Mosley y a su mujer... aunque detestaba a Mosley hasta más no poder. Sin embargo, debía obedecer las órdenes y cumplir con la agenda.

Thomas se sorprendió de verla allí, la verdad. Ya no tenía al joven Shane siguiéndola. Había comprobado que de poco serviría si ella era consciente de que la vigilaban; y además, después de la conversación en la barra del bar, pensó que quizás era mejor que cada uno tuviera sus secretos hacia el otro. Mientras que estuvieran informados en los temas que realmente concernían a su alianza, todo marcharía bien.

Después de esos días sin saber nada de ella, jamás imaginó que la vería en una carrera de caballos....y mucho menos junto a Mosley. El señor Mosley reía a carcajadas con sus hombres y aunque su mujer parecía seguirle la corriente, notó que Caroline no parecía estar realmente cómoda. No podía culparla, sabía perfectamente lo difícil de llevar que era Mosley.

Mosley había acudido con su esposa, por supuesto, pero también con algunos de sus hombres de confianza y con Carol. Tenían muy buenas localizaciones, cerca de la pista, aunque Carol no parecía especialmente entusiasmada. Thomas, que se sentaba varias filas más atrás, no pudo evitar fijarse en ellos durante un poco más. Tenía una vista privilegiada hacia el paddock, pero también sobre Caroline y Mosley. Analizó la situación: Mosley en el medio, su mujer a su izquierda y Caroline a su derecha. Entonces, un gesto llamó su atención. Vio cómo Mosley estiró el brazo y posó su mano en la espalda de Caroline. Aquello captó su mirada durante unos segundos más, quedó sorprendido sobretodo teniendo en cuenta que su esposa estaba justo al otro lado. Siguió observando cómo Mosley subía la mano y agarraba a Carol por el cuello desde atrás, la acercaba hacía sí mismo diciéndole algo al oído. Thomas soltó una risita, como si hubiera podido escuchar lo que Mosley le hubiera dicho...y al mismo tiempo no pudo evitar pensar que el cuello de Caroline lucía muy elegante, y que era una pena que aquellas sucias manos se posaran sobre él.

Seguía absorto en sus pensamientos cuando vio a Caroline mover los hombros, intentando sacudirse del roce de Mosley. Entonces se dio cuenta de que parecía estar bastante incómoda, y no la culpaba. Vio cómo se puso en pie y se acercó a la barandilla, alejándose así de Mosley y fue entonces cuando lo supo a ciencia cierta. Sin saber por qué un calor lo invadió desde dentro hacia fuera, irradiando en todas direcciones. Una ira incomprensible se apoderó de él...y se centró en Mosley y en la cuenta pendiente que tenía con él, querría poder pegarle un tiro en la cabeza allí mismo.

Un Amor NocivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora