CAPITULO 32 - ULTIMATUM

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Después de que Arthur conversara con su hermano y de comprobar que éste seguía sumido en un agujero del que no quería salir, regresó al recibidor con John.

Él era mucho más sencillo y veía las cosas mucho más fáciles. Por supuesto, era consciente de que la mente de Thomas era mucho más compleja que la suya; por algo era él quien llevaba los negocios...nadie sabía nunca a ciencia cierta lo que pasaba por la cabeza de Thomas, porque sin duda sus engranajes eran mucho más complicados de lo que ninguno de ellos pudiera pensar o entender.

Decidió dejar a Thomas tranquilo en su despacho sin replicarle mucho más, y con el consuelo de que quizás algún día su hermano viera las cosas diferentes por sí mismo.

La mañana transcurrió sin grandes cambios. Caroline decidió marcharse a almorzar, y se extrañó de no haber visto a Thomas en toda la mañana, pues él mismo dijo que la vería allí.

-Arthur, ¿Aún no llegó Thomas?-le preguntó al tiempo que se ponía su abrigo.
-Sí, lleva horas en su despacho...-le respondió con desgana.
-Oh...de acuerdo...-fue todo lo que se le ocurrió decir.

No pudo evitar pensar que era extraño que no hubiera ido a saludarla a su oficina; pero quizás estaba exagerando. Quizás sólo estaba ocupado.

-Salgo a comer...¿A alguno le apetece acompañarme?-preguntó alegremente.
-Mejor que no, señorita Smith, pero gracias...-le contestó John con educación.

No pudo evitar pensar que parecían mucho más serios de lo habitual. No sabía si había ocurrido algo que había escapado a su vista. Decidió no darle demasiada importancia y salió a comer, estaba hambrienta.

Fue a uno de los pubs cercanos y pidió el plato del día. No le importó estar sola, al fin y al cabo, estaba acostumbrada a eso. Un niño pasó corriendo junto a su mesa y le tiró un papel sobre su plato.

-Eh, ¿Pero qué haces?-al principio se alteró-.Eh, espera chico...se te ha caído esto...-dijo al tiempo que sacaba el papel de su plato de comida.

Para cuando se puso en pie, el muchacho ya había salido del pub y no había ni rastro de él por ninguna parte. Volvió a sentarse y abrió el papel que tenía en sus manos.

"Te cortaré el cuello mientras duermes, soplona"

Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Otra nota. Alguien sabía quien era, y tendría que averiguar quién antes de que la descubrieran o le hicieran daño. Estaba siendo un día magnífico hasta ese momento. Soltó algo de dinero sobre la mesa y cogió sus cosas. Ni siquiera se terminó la comida, y corrió hacia su apartamento.

Miró en todas direcciones mientras caminaba a paso ligero; asegurándose de que nadie la siguiera. Entró y cerró la puerta, colocó una cómoda contra ella y se quitó el abrigo. Lo tiró sobre la cama y se asomó a su ventana. No parecía haber nadie siguiéndola... ¿Quién le estaba mandando aquellas notas? Se cambió de ropa. Sustituyó el vestido por una blusa y unos pantalones, con los que se sentía mucho más cómoda. Agarró una de las sillas del comedor y la colocó frente a la ventana. Haría guardia. Si alguien se acercaba a la casa, lo vería desde allí.

Ya oscureció, y seguía sin ver a nadie sospechoso. No había hecho nada en todo el día, salvo beber té y mirar por la ventana. Tenía su arma cargada y preparada para disparar sobre la mesa, junto a la ventana. No quería admitirlo, pero tenía miedo. No sabía quién la amenazaba, pero sabía que podrían acabar con ella en cualquier momento.

-¡Suéltame!-gritó.
-¡Voy a matarte, zorra mentirosa!-le decía una voz masculina. La agarraron de los brazos y sacaron un cuchillo afilado. Su hoja resplandecía como un diamante. Colocaron el frío acero sobre su garganta.
-Adiós, Carol...-escuchó, y al levantar la mirada vio la penetrante mirada de Thomas clavándose en ella, cómo mil puñales.

Un Amor NocivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora