CAPITULO 28 - EL BESO DE LA BESTIA

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A la mañana siguiente Caroline despertó dolorida, sin saber bien dónde se encontraba. ¿La habrían arrojado en algún descampado? No. El suelo no era lo bastante blando. Entreabrió los ojos, y quedó sobrecogida al ver unos ojos que la miraban. Los ojos del cuerpo sin vida de aquel muchacho al que Jonas había matado la noche anterior. Seguía allí, en aquella habitación del terror, no lo había soñado.

Quedó sobrecogida ante la imagen de aquel chico, inerte sobre aquella moqueta ahora ensangrentada. Se puso en pie muy despacio, mirando a su alrededor con cautela. Seguía desnuda y todo lo que tenía allí era aquel vestido rojo del diablo. Literalmente. Del diablo.

Jonas entró a la habitación, venía del baño. Se estaba secando el rostro con una toalla, y parecía de buen humor. Siempre lo estaba después de maltratar a Caroline.

-Buenos días.-dijo con alegría.
-Buenos días...-respondió Carol con un hilo de voz.

Jonas le arrojó la toalla y Carol la atrapó entre sus manos.

-Date un baño, estás hecha un asco...-le recomendó.

Tenía razón. El vómito se le había secado en el pelo y el cuerpo lo tenía lleno de salpicaduras de sangre. Le dolía cada articulación, cada músculo. Caminó hacia el baño sin decir nada, entró y cerró la puerta tras de sí. Se miró en el espejo frente a ella, y se sobrecogió al ver la marca del cinturón en su cuello. Aún estaba bastante roja, ya que era reciente. Los bordes perfectamente rectilineos, pareciera que le hubieran pintado la marca usando una regla. Pasó sus dedos por aquella huella en su piel, y se estremeció al recordar cómo se había producido.

Abrió el grifo y comenzó a llenar la bañera. No esperó a que se llenara del todo y se metió dentro. Comenzó a limpiarse sus heridas, como si fueran a desaparecer con un poco de agua y jabón.

Salió del baño envuelta en una toalla, su pelo goteaba por su espalda y hasta el suelo enmoquetado. Había un par de hombres envolviendo el cuerpo del suelo con unas sábanas. Lo cogieron entre los dos y lo sacaron de allí. Su corazón dejó de latir, imaginando que ese podría haber sido su final.

-Nos vamos a Londres, la semana que viene daremos allí nuestro mítin...-le dijo Jonas.
-¿Quieres que te acompañe?-preguntó Carol cómo un ofrecimiento, aunque no quería tener que volver a pasar por aquello.
-No es necesario, puedes quedarte en Birmingham...-le contestó-. Mi mujer insiste en acompañarme...-añadió.

A Carol le pareció extraño, pero dio gracias a Dios por aquella respuesta. Faltaban apenas unas semanas para Navidad, y aunque aquella festividad había perdido todo sentido para ella, esperaba al menos, seguir viva para entonces. Y no estar cerca de Jonas, ayudaba en ese tema. Se vistió y se preparó para marcharse. Con el abrigo y su pañuelo de seda, nadie podría imaginar el tipo de heridas que llevaba en su cuerpo.

Se miró en el espejo de cuerpo entero del dormitorio, y se fijó que la única marca que quedaba a la vista era la de su cara. La de aquellas bofetadas. Y no era poco. El lateral de su rostro estaba de un color rojo fuego, con un ligero corte en la mejilla. Efectivamente el golpe había sido tan fuerte que le había reventado la piel por presión y había sangrado. Se echó el pelo hacia ese lado, intentado disimularlo.

-Volveré el fin de semana que viene...-le dijo Jonas acercándose a ella. Por un momento se asustó, sin saber qué esperar de él. Pero para su sorpresa la rodeó con sus brazos y le dio un beso delicadamente sobre sus labios. Luego cogió sus cosas y salió de la habitación, dejándola sola en aquella estancia.

Volvió a mirarse al espejo, y se limpió los labios tras aquel beso. No podía aceptar un beso de aquella bestia, por muy tierno que pudiera parecer ahora. Ella conocía su verdadera personalidad, y no iba a olvidarlo tan facilmente. Cogió su bolso y salió de allí. Tenía claro a dónde tenía que ir antes de que pasara más tiempo.

Un Amor NocivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora