CAPITULO 3 - LONDRES

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Londres, Reino Unido, 1933

Caroline caminaba a paso ligero por las calles de Londres. A pesar de llevar un grueso abrigo y sus guantes, notaba como el frío viento azotaba su cara y se colaba entre la más mínima abertura en su vestimenta. Le calaba los huesos...era la humedad del río Támesis, lo sabía a ciencia cierta, pero le encantaba caminar a su vera. Había algo tétrico a la vez que hermoso en el río, y cuando había algo de niebla le parecía una imagen casi poética. Incluso con ese aire helado, amaba caminar por el adoquinado lleno de hojas secas que acordonaba el curso del río.

El otoño era sin duda una estación hermosa, o al menos, eso pensó ella mientras observaba maravillada las distintas tonalidades en aquellos árboles de hojas caducas. Del amarillo al marrón, pasando por el anaranjado y el rojizo...la dejaban boquiabierta.

Ya veía de lejos la St. Paul's Cathedral o Catedral de San Pablo. Con su imponente cúpula y sus torres, era el edificio más alto de Londres. Realmente se sentía muy cómoda caminando por aquella ciudad, pues la conocía muy bien.

Había citado a Thomas en un pub cercano, el Ye Olde Cheshire Cheese. Esperaba que el señor Shelby lo encontrara sin problema. No sabía si conocía Londres igual de bien que ella, pero imaginaba que no tendría problemas en dar con el sitio.

En la nota que le envió le dio algunas indicaciones. Ya entraba ella a la Calle Fleet, y cuando llegó a la altura del pub se adentró en el estrecho, oscuro y húmedo callejón en el cual se encontraba el bar. A muchos le hubiera causado cierto miedo aquel callejón, pero a ella no le podía gustar más.

Entró al pub y buscó a Thomas. Aquel lugar era bastante grande. Tenía sótano, y una segunda planta, así que tardó un poco en encontrar al señor Shelby. Bajó al sótano donde había pequeñas salas individuales que daban intimidad a sus comensales, separándolos de oídos y miradas ajenas; y allí encontró a Thomas....

-Una de mis mesas favoritas, señor Shelby, ha elegido bien...-dijo a modo de saludo.

Entró y se quitó el abrigo y los guantes, los posó en el respaldo de la silla y tomó asiento. Thomas ni siquiera se molestó en ponerse de pie al verla llegar para recibirla; de hecho, estaba sentado de mala gana y golpeaba la mesa con sus dedos, impaciente  según parecía, por su llegada. Su mirada de alivio y asco hicieron a Caroline sentirse un poco incómoda.

-¿Acostumbra a llegar tarde, Señorita Smith?-preguntó molesto.
-Sólo cuando me cito con usted, Señor Shelby...-bromeó ella.

Thomas puso los ojos en blanco y se reacomodó en su silla. Caroline estaba de buen humor, y era algo que no soportaba. Ese era uno de los motivos por los que no quería tratar temas de negocios con mujeres, porque ellas siempre cambian de humor tan rápido como el tiempo en Londres. Un hombre toma decisiones fríamente, sin meter de por medio sus sentimientos o de qué humor se levantó esa mañana.

-No tengo tiempo para tonterías...-comentó con su rostro totalmente serio.
-Oh, yo tampoco lo tenía el día que nos citaron en Birminghan Señor Shelby. Sin embargo, como usted tardó tanto en llegar, casi me dio tiempo a terminar de leer un libro que tenía pendiente...-respondió ella haciéndole ver que la primera vez fue puntual y fue ella quien tuvo que esperarlo.

-Este sitio está bastante escondido...-dijo Thomas cambiando de tema.
-Lo sé, por eso me gusta venir aquí. Mientras callejeaba hacia aquí pensé que quizás no lo encontraría...-admitió ella.
-¿Callejeaba?-preguntó Thomas confundido.
-Oh, me sobraba tiempo, así que decidí caminar por las calles sin ningún rumbo concreto....aunque siempre en la dirección hacia donde debíamos vernos, por supuesto...-explicó ella.
-¿Quiere decir que me ha hecho perder el tiempo, deliberadamente?-preguntó Thomas ensimismado. Aquella mujer le empezaba a tocar demasiado las pelotas.

Un Amor NocivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora