Capítulo 3: Negación

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Luciana, Sofía y Bruno estaban de camino a su nuevo hogar en Madrid, cerca del centro, habían muchos edificios, cafeterías, hoteles... Las calles ya estaban empezando a estar decoradas con luces, muñecos y demás objetos navideños a pesar de estar a inicios de noviembre. Gracias al dinero que ganaron los hermanos pudieron comprarse una casa bastante grande, pues cuando se acercaban al lugar vieron lo grande que era, lo primero que se veía era unas vallas que protegían el patio delantero donde había una piscina para aquellos días de calor, Bruno miró como el coche entraba dentro de aquel lugar, una casa de dos pisos con ventanales enormes y transparentes que dejaban ver el interior de la casa, de color blanco recién pintado que brillaba con la luz del día cuando se reflejaba con la del sol. Desde fuera se podía ver el salón por los ventanales y parte de la cocina. Ellos no pudieron verla antes ya que no tenían pensado mudarse a Madrid, así que quedaron impresionados y asombrados al ver lo que era suyo y que a partir de hoy podrían llamarlo hogar.

—¿Todo... todo eso es nuestro? —preguntó Bruno sin creerlo.

—Sí, todo lo que ves, es nuestro, nos lo vamos a pasar bien acá chicos, lo presiento, aquí pasaremos muy buenos ratos con suerte. —explicaba Luciana mientras le pagaba al taxista por haberles traído.

—Sí, serían veinticinco euros. —le comentó el taxista.

—Perfecto tome, muchas gracias por la molestia.

—Nada señora, ninguna molestia, déjame que le abro el maletero para que coja sus pertenencias.

El taxista se bajó a la vez que Bruno, Sofía y Luciana del coche, Bruno y Sofía se quedaron mirando detenidamente la casa que habían comprado, no pudieron creer que eso les había salido tan barato en Madrid, como si fuera una ganga.

—Les dejo por aquí las maletas ¿Vale?

—Sí, muchísimas gracias de verdad, tenga un buen día.

—A vosotros, y bienvenidos a Madrid, disfruten de todo, hay mucho para hacer aquí. —se despedía el taxista mientras volvía a su coche y seguir con su trabajo.

—A ver linda ayúdame con esto porfa. —le pedía Luciana a Sofía con algunas mochilas medianas para que ella pudiera llevar las grandes que habían facturado.

—Sí, perdón, me quedé...

—¿Es grande eh?

—Mucho, en qué momento todo esto es de nosotros. —exclamó sorprendida.

—La verdad que hemos tenido suerte, bueno ¿vamos dentro no? —dijo Luciana emocionada.

—¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —gritaba Bruno con ganas de ver lo que se escondía tras la puerta de esa preciosa casa blanca.

Los tres fueron rápido intentando arrastrar las pesadas maletas de ruedas que les hacía ir más lento de lo que querían. Al abrir la puerta pudieron ver lo grande que era su interior, lo primero que veían era un recibidor con unas escaleras dobles por ambos lados que daban paso al segundo piso.

—¡Qué preciosidad! —comentó Luciana fascinada por lo que percibían sus ojos en ese momento.

—Y que lo digas... —exclamó Bruno caminando más despacio para no perderse nada.

—Sofía sin embargo, sintió un vacío en su interior, ella quería sentirse de nuevo, en un hogar limpio de pensamientos, pero no podía dejar de pensar que iba a instalarse en un hogar donde no estaba Lucía. Tomó varias respiraciones profundas que inflaban su pecho unos pocos centímetros... dio pequeños pasos como intentando asimilar que iba a volver a empezar en un nuevo lugar, una nueva época donde debe olvidar a Lucía para poder seguir adelante, a pesar de lo mucho que le pudiera costar y las pocas ganas que tuviese de hacerlo, pero si no lo lograba no iba a poder sentirse cómoda de nuevo, con su familia ni amigos.

Bruno pasó por la cocina a su derecha, era bastante espaciosa, estaba completamente iluminada con luz natural por los ventanales que tenía la casa prácticamente en todos lados, tenía una mesa tipo bar alargada que conectaba con los fuegos, horno, microondas y la nevera, había unas sillas bajo la barra para sentarse, eran grandes y altas, solo hacía falta agacharse un poco para sentarte. Siguió de largo y se metió en el salón de la casa, lo primero que vio fue esa televisión empotrada de cincuenta y cinco pulgadas, un sofá alargado con unos cojines de un color tenue pastel frente a una mesa redonda de cristal con otros dos pequeños sofás a sus lados para sentarse mientras ves la televisión, luego vio a su izquierda una chimenea con una reja para colocar la madera y que no se saliera y en el techo una lámpara bastante curiosa pero muy lujosa. Por otro lado Luciana había entrado a los baños de esa planta, una pequeña terraza donde daba directo la luz del sol para poder secar las prendas en aquel lugar...  subió al piso de arriba entrando por todos los cuartos, tocando con su mano cada sábana apreciando el tacto suave de cada tela mientras caminaba lento intentando no desmoronarse frente a todos, en ese piso estaban los cuartos de cada uno y dos baños más junto a un balcón con unos asientos para ver como el sol se escondía cada tarde. Bruno subió las escaleras viendo a Sofía en un cuarto mientras miraba detenidamente una ventana y hacia el horizonte...

—Sofi ¿estás bien? —pregunto acercándose poco a poco a ella por detrás para tocar su hombro derecho.

Sofía asentía con su cabeza pero se podía ver unas lágrimas caer por sus cachetes... Bruno tocó su hombro y Sofía no quería que le diera la vuelta para que no viera como estaba, pero al final cedió mirando a los ojos de su hermano, Bruno vio los ojos rojos de aguantarse las lágrimas.

No hicieron falta palabras para que sucediera, Bruno la agarró por la espalda y la atrajo hacia él para que lo echara todo, dándole un abrazo conmovedor que hizo que terminara por llorar del todo.

—Suéltalo todo. —le dijo mientras le apretaba con fuerza para que se sintiera segura y querida. —Vamos a poder salir de esto ¿si?

Sofía negaba con su cabeza, no veía cuando iba a poder dejar de pensar en ella en cada cosa que hiciera. Se martirizaba recordándola en sus pies con el pecho ensangrentado y con aquella respiración que hacía sufrir a cualquiera que la escuchara.

—Nunca la voy a olvidar. —le decía con decisión mientras lo dejaba de abrazar y lo volvía a mirar a los ojos.

Bruno mostró una cara de pena y decepción al ver que no sabía qué más hacer para ayudarla. Luciana también llegó arriba viéndolos, de cara a Sofía ya que era la que miraba hacia la puerta, viéndola llorar.

—Cielo ¿Qué te pasa?

—Que le duele, eso le pasa... le duele saber que no la va a poder ver de nuevo.

—¡Para, Bruno, para ya! ¡Ya sé que no va a volver! —le gritó Sofía por el comentario tan superficial que hizo.

Sofía se fue llorando al baño y cerró la puerta con fechillo para tratar de tranquilizarse.

Luciana miró a Bruno con un rostro de dolor, pues no quería que fuese tan bruto con ella, Luciana se dio la vuelta para ver como estaba Sofía y Bruno se sentó en la cama apenado por que no quería que Sofía pensara que solo la quería lastimar, pero también estaba agotado de que no pudiera avanzar por algo que pasó hace seis meses. Luciana tocó suavemente la puerta del baño para saber cómo estaba.

—Sofí cariño... —exclamó angustiada.

Sofía permaneció callada y solo se podía escuchar un llanto flojo de fondo... Luciana ya no aguantaba la compostura y se sentó frente la puerta recordando aquellos momentos en los que iba a la puerta de su hija para preguntarle si estaba bien y tampoco recibía respuesta, terminando por romper en llanto por recordar a su hija y saber que ya no estaba con ella, y que justo estaba sucediendo lo mismo con alguien a la que quería tanto.

Clave De Dio (Saga Claves)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora