—¿Tía que dices?, si a ti solo te gusta Javier, como que "hay otro".
—Sí, pues que hay otro, Laura yo necesito olvidarme de Javier, esta pequeña va a nacer en menos de dos semanas, yo no podría permitir que tenga ese padre, un padre que se pasa la vida de discoteca en discoteca, y que no respeta a su madre.
—Pau, no se trata de la bebé, se trata de ti, tú sabes, y lo sabes, que no serías feliz si no es con Javier.
Paula no supo qué responder, en el fondo sabía que Javier lo era todo para ella y que las palabras que soltaba Laura solo eran verdades.
—Paula, mírame. —dijo con una mirada seria como si fuese a preguntarle algo importante. —¿Él... él te hace reír?.
Paula se quedó pensando por unos segundos, si es verdad que Ricardo le hacía reír pero también era verdad que tampoco es que se sintiera tan feliz como cuando se reía con Javier, a pesar de eso respondió con la frase más verdadera que se le ocurrió en ese momento.
—Él no me hace llorar.
Laura sintió como algo en su corazón se estrechaba al escuchar esa respuesta, Paula lo estaba pasando verdaderamente mal por Javier.
París
La noche cayó y con ello el sueño comenzó a aparecer, Oliver no paraba de toser y lo que parecía por la mañana una mejoría, un avance en su salud, por la noche parecía un suplicio de dolor, solo con escucharlo a Alma se le partía cada vez en más trocitos su corazón, viendo como la sangre no paraba de salir por su boca y viendo como su tiempo se acababa poco a poco, que iba a volver a sufrir tanto como lo hizo cuando se murió su madre, que se iba a quedar sola, que solo tendría a Zeus y que no sabría cómo dar pasos hacia adelante sin su padre, su padre que le había enseñado todo para vivir. Alma no paraba de soltar lágrimas cuando su padre lograba dormir, se sentía feliz cuando no escuchaba su tos, cuando notaba que su padre estaba en paz y no sentía dolor en su garganta o cualquier parte de su cuerpo, ella hasta empezaba a desear estar en su posición, que no fuese él el que tuviese el cáncer, que no tuviese que sufrir más. Ahora que Bruno no estaba el dolor era mayor, se sentía más sola todavía y sin nada en quien apoyarse para llorar, es verdad que Bea estaba allí con ella, ya dormía porque estaba cansada de ir de arriba a abajo con el coche durante todo el día, yendo a su casa y volviendo al hospital para acompañarla, Cristian estaba despierto, como siempre, no había momento en el que Alma lo viese dormir, eso la tranquilizaba y se lo agradecía eternamente, pero todo era diferente sin Bruno, su presencia valía más que la de ellos dos juntos porque Bruno es BRUNO, y eso era suficiente para ella, no hacía falta nada más para que Alma se sintiera segura, cuidada, amada y protegida. Mientras veía a Oliver intentando dormir Alma sujetaba una libreta en su mano, la misma en la que tenía escrita la canción que le dedicó a su madre cuando murió en aquel accidente cantando como una artista. Esta vez, Alma no estaba leyendo la letra de la canción de su madre, esta vez estaba escribiendo una, una que se la dedicaría a su padre, porque los médicos no paraban de decírselo y porque sabía que en el fondo... acabaría como su madre.
—¿Estás bien?. —preguntó Cristian colocando su mano sobre su muslo.
Alma asentía y mostraba un rostro tranquilo con algunos rastros de sus lágrimas que hacían que su rostro brillase en la escasa luz del cuarto.
—Estoy aquí ¿sí?, no pasa nada. —dijo acariciando su muslo mientras deslizaba su pulgar.
—¿No tienes sueño, Cris?. —exclamó en voz baja.
—Ni un poco, así que si quieres descansar hazlo. —dijo aunque fuera mentira, solo quería que Alma se sintiera cómoda y calmada.
—¿Por qué lo haces?. —preguntó mirándole a sus ojos de color negro.
—¿El qué?.
—Pues eso, estar aquí, apoyarme, acompañarme... todo esto.
Cristian subió sus hombros, sabía que si le decía que la quería o algo parecido se iba a asustar o no le gustaría, así que prefirió decirle algo más tranquilo.
—Porque los amigos estamos para eso, mira a Bea, también está aquí contigo, estamos para eso Alma, no tienes que sentirte mal por ello.
—Gracias en serio.
—Para de decírmelo, si hiciera un recuento de las veces que me das las gracias no me cabrían en la mano.
Alma no dijo nada más, solo le apretó su mano con cariño haciéndole saber que le agradaba su presencia. Bea abrió sus ojos un poco al escucharles hablar, vio que ambos se tenían la mano cogida y que estaban muy cerca, le dolía ver cómo Alma estaba cayendo en su red sin darse cuenta de lo mala persona que podía ser Cristian, lo que más le dolía era ver cómo no se daba cuenta de que Cristian solo le estaba haciendo olvidar de Bruno. Cristian miró a Bea al ver que se movió un poco y ella rápidamente cerró sus ojos intentando disimular que seguía dormida, Cristian sospechó y no paró de mirarla con unos ojos tersos y una seriedad que con solo notarla daban escalofríos, se notaba que no le hacía nada de gracia que Bea estuviese allí.
Madrid
En Madrid la noche estaba empezando a caer, aún había un poco de luz natural pero ya prácticamente estaba todo totalmente oscuro a pesar de las luces de navidad que ya habían colocadas por las calles. Paula había salido de casa de Laura, se había quedado allí a comer y a pasar la tarde pero ya quería volver a su casa a pesar de que sabía que eso le haría recordar a Javier y lo último que pasó en su casa.
—¡Ay!, tesoro casi se me olvida, una anciana como yo ya no está como para recordar las cosas que uno le pide, tú jovencito pasó por aquí esta mañana preguntando por ti, no me dijo nada más la verdad o que yo recuerde, pero sí, y te dejó unas flores en la puerta, eso no me lo dijo, pero yo le vi, que romántico ¿no?, ojalá mi marido hubiese hecho eso por mi alguna vez, pero ya ves, ahora estoy aquí sola, no porque no estemos juntos sino porque lamentablemente ya no está aquí. —informó la vecina enredándose más que una persiana.
—Ah, bueno gracias por decírmelo, y buenas noches vecina.
—Buenas noches cielo, que descanses.
Paula se sintió cansada de que Javier siempre que hiciese algo mal fuese detrás de ella como un perrito, lo agradece pero también le aburría, al final siempre era un ciclo y ya estaba harta de seguir con el ciclo, era momento de cambiar y de intentar cambiar las cosas. Paula cogió el ramo de flores y sin que la vecina se diera cuenta las tiró con mala gana al recinto se su otro vecino, donde justamente el Golden retriever que tenía su vecino las cogió con su boca destrozándolas, dejando el patio lleno de pétalos naranjas. Paula no sabía cómo sentirse, las flores eran preciosas pero es que recordar a Javier ya no era algo bonito, era un lamento que dolía cada vez más y que ya no podía seguir así, debía volver a dar pasos hacia delante sin que Javier le hiciera volver a tropezar, prefería estar sola antes que caer de nuevo en sus mentiras que le desgarraría de nuevo el corazón como siempre lo habían hecho, con todo el dolor de su corazón entró dentro de la casa sentándose en su sofá con una respiración acelerada porque no quería olvidarse de él, pero al mismo tiempo sí que lo quería, quería dejarlo de querer pero al mismo tiempo no quería dejar de sentir cosas por él porque por él creyó una vez en el amor, sin saber como afrontar la situación decidió ir a su cuarto a acostarse en su cama para descansar y esperar a la mañana siguiente, distraerse con las prácticas de Helenor y quizá volver a ver a Ricardo, pero sabía que debía hacer algo por que si se quedaba en casa sin hacer nada acabaría llorando por Javier y por lo mucho que lo ama y lo seguirá amando hasta el último de sus días por que ella sabe que nadie más que él hace que su corazón latiera.
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Clave De Dio (Saga Claves)
Teen FictionBruno y Sofía continúan su historia a pesar de todos los problemas que tuvieron, nuevas personas llegarán a la vida de estos hermanos ocasionando nuevos problemas o soluciones para atar todos los cabos que terminaron abiertos. Bruno logrará descubri...