Capítulo 28: Dieciocho

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Madrid

La tormenta en Madrid no parecía parar, cada vez sonaban más truenos y la lluvía cada vez caía con más fuerza, Helenor estaba con su tarta sobre la mesa esperando a Paula, habían quedado a las diez de la noche y ya eran las diez y media, Helenor estaba super contenta de que al fin pudiera celebrar su cumpleaños con una amiga, pensó que igual tuvo algún problema y que por eso estaba llegando tarde, no quiso preocuparse y se quedó preparando más cosas, se puso a inflar globos y a preparar la mesa con algo de picoteo, también colocó las velas sobre la tarta pero sin encender, estaba muy nerviosa y solo esperaba la llegada de Paula para disfrutar de la noche y pasarlo juntas, reír y celebrar por fin su cumpleaños. Mientras Helenor esperaba en su casa con la puerta de su garaje medio abierta para que no entrase tanta agua por la tormenta, Sofía preparaba su mochila con ropa y un regalo que le iba a dar a Helenor, sabía que le haría mucha ilusión recibir un detalle, por toda la ayuda que ella le dio en su momento, por ayudarla a abrir los ojos y ver que había algo más que la muerte de Lucía, no podía encerrarse en esa historia para toda la vida, debía pasar página y Helenor con sus palabras consiguió que perdonase a sus más queridos, a su hermano y Luciana que tanto la apoyaban durante los seis meses que estuvieron intentando seguir adelante. El regalo que tenía preparado para darle a Helenor, envuelto en un papel rojizo eran unos tacones de salón negros que dejarían ver su pie bastante al descubierto por el estilo que tenía realizado, en la parte superior del puente del pie tenía unas mallas que se verían muy modernos en sus pies. Sofía solo esperaba que le gustase el detalle, quería que se lo pusiera en su próxima muestra de danza para la cual ella estaba segura de que iba a pasar. Sofía cerró la cremallera de su mochila cuando terminó de meter todo lo que iba a llevar y cogió un paraguas para no mojarse y acabar empapada de agua, se puso un jersey naranja de lana que se doblaba en la parte del cuello y unos vaqueros celestes y unos zapatos cómodos para la caminata hasta su casa, no tardó más de quince minutos en poner rumbo a la casa de Helenor, y tardaría cerca de veinte minutos en llegar.

—Pues ya hemos llegado. —informó Ricardo aparcando su coche frente a su casa.

Paula no aguantó la media hora de trayecto y se quedó dormida en el asiento de su lado, tapada con la manta que le dio Ricardo se veía tan bonita... solo se podía ver su pelo corto anaranjado que tenía por su cambio de look y sus ojos cerrados un poco inflamados por no haber parado de llorar durante los primeros quince minutos de trayecto. Ricardo al mirar a su lado y verla dormida no quiso molestarla mucho y se quedó viéndola unos segundos sin decir nada, no sabía si despertarla o si llevarla en brazos pero no quería fastidiarla o asustarla.

—Ey. —dijo tocando su cara con cuidado.

—Perdón, ¿ya llegamos?. —se disculpó Paula por haberse quedado dormida.

—Sí ya estamos aquí, y no te preocupes ya es muy tarde y tienes que estar cansada.

Paula agradecía su amabilidad con un rostro calmado, intentó quitarse la manta de encima para poder salir del coche pero había demasiada manta.

—Espera que te ayude. —exclamó acercándose a ella para quitarle la manta de encima.

—Ay gracias, es que dormida no me entero de nada perdona, no sabía ni por dónde agarrar la manta. —comentó entre risas avergonzadas.

—Listo ya está, ¿sales bien o quieres que mueva el coche un poco?.

—No, no, aquí salgo bien.

Salieron del coche y se juntaron en el capó del mismo, fueron caminando hasta la puerta de su casa y Paula no podía evitar tener un rostro roto, aun seguía decepcionada y dolida por Javier.

—¿Estás mejor?. —preguntó agarrándola de la espalda.

—Sí, bueno más o menos, necesitaba tomar un poco de aire, despejarme.

—¿Quieres decirme qué te pasó?. —preguntó cogiendo las llaves para abrir la puerta.

—Es Javier, ha vuelto a jugar conmigo, con mis sentimientos como si nada.

—Joder, lo siento Paula, que cabrón.

—No sé... a veces pienso que no sabe hacer las cosas bien, siento que me quiere tanto como yo pero luego siempre acaba haciéndome daño, no le entiendo.

—Es un imbécil, no tiene más misterio Paula, si de verdad te quisiera no te haría esto.

—No sé Ricardo, no quiero pensar en eso ahora, solo quiero descansar un poco y olvidarme de todo esto.

—Si, no te preocupes, perdona si soy un poco bruto es que estas cosas me ponen mal, mira cuelga tus cosas aquí si quieres. —dijo señalando un perchero que había en la entrada.

Paula agarró su bolso y lo poco que se había llevado de casa antes de salir corriendo de allí y siguió entrando al salón de la casa.

—No sé si quieras dormir aquí, pero tranquila que en el sofá voy a dormir yo, no creas que vas a dormir ahí, tú duerme en mi cama, está en ese cuarto.

—No Ricardo, es tu cama, yo duermo en el sofá no te preocupes.

—¿Entonces quieres dormir en mi casa?.

—Sí me dejas... —dijo haciéndose pequeña sin saber si le molestaría.

—Pues claro que puedes, pero insisto, yo en el sofá y tú en la cama, es una noche, no me voy a quedar sin espalda por dormir aquí. —exclamó con una sonrisa.

—Bueno gracias entonces, si no hay opción a hacerte cambiar de opinión.

—Sin problema, ponte cómoda, siéntete como en casa, coge lo que quieras.

Paula fue caminando al cuarto de Ricardo y se tiró a la cama boca arriba mirando al techo y suspirando por no saber como arreglar las cosas con Javier, por no saber si debía mandarlo a la mierda antes de que fuese más tarde todavía. 

Volviendo a la casa de Helenor, ya eran las once y diez de la noche, su cara había cambiado mucho desde hace media hora, tenía el presentimiento de que una vez más se había quedado sola, como siempre. Estaba triste y sentía que había vuelto a confiar en una amiga, y que volvía a estar sola una vez más, que volvían a dejarla tirada con sus ilusiones, se sentó en la silla frente a su tarta de cumpleaños y ya solo quedaban minutos para las doce de la noche y que su cumpleaños se acabara, por lo que se dispuso a encender las velas y a felicitarse a sí misma.

—Felicidades Helenor. —dijo sin ganas y apenada.

Una lágrima cayó por su lagrimal al pronunciar esas palabras, la noche no acompañaba y la tormenta lo hacía más triste todavía, la luz tenue y acogedora de su garaje ella la veía triste, volvía a sentirse abandonada y sin nadie con quien contar, volvía un año más a felicitarse sola, esta vez sin padres, completamente sola... A los pocos segundos de felicitarse por sus dieciocho años sopló las velas de su tarta con la tristeza más grande del mundo. Fue justo en ese momento cuando apareció Sofía por la puerta de su garaje, viéndola sola en el centro de la mesa soplando sus velas mientras unas lágrimas rebasaban su rostro. Helenor levantó cabeza y la vio en la puerta de su garaje con su regalo en las manos envuelto en papel mojado en el interior de una bolsa, no podía creer que Sofía estuviese allí, que fuese a acompañarla en su cumpleaños.

Clave De Dio (Saga Claves)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora