Capítulo 27: Máscara de Ángel

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Paula no podía evitar derrochar un mar de lágrimas que corrían por su rostro, además de las gotas de la lluvia que se posaban en su piel y su pelo hasta caer al suelo y desvanecerse en el piche de la calle. Paula no podía creer que Javier fuese tan estúpido, ¿Cómo podía tener la habilidad de cagarla tantas veces?, Paula solo sentía rechazo en ese momento, no quería ni verlo en fotos, ya estaba harta, completamente cansada de tener que pasar por esto tantas veces como si ella fuese un juguete, no le importaban las razones, los motivos, nada, solo le importaba lo que vio y lo que sintió. Se sentía utilizada, maltratada infinitas veces por el chico que más amaba en este mundo, no podía creer que después de dar tanto amor solo recibía golpes que hacían retroceder lo mucho que había avanzado, entrando en un bucle que no parecía terminar nunca. Caminaba muy deprisa por la calle intentando llegar a ningún sitio, sin ningún destino, sólo quería y pretendía alejarse de su casa por un momento, alejarse de Javier lo máximo posible, no volver a mirarle a los ojos y pasar vergüenza, no volver a sentirse mal en frente suyo. Iba por unas calles cerca de una vía principal y habían muchos coches aparcados, había uno en concreto que tenía las luces encendidas y la luz se reflejaba entre la lluvía, Paula sin mirar a ningún lado ya que al elevar su cabeza la lluvía y la tormenta le impedía ver con claridad escuchó una pita de un coche y una voz que gritaba su nombre. Elevó su rostro y miró a uno de los coches que estaban allí, un joven estaba alzando su brazo para hacerse ver y puso el coche en marcha.

—¡Paula!, ¡Aquí!. —gritó el joven desde su coche.

Paula no captaba quién era, solo escuchó su nombre pronunciado por la voz de ese chico, ella al darse cuenta de que no iba a parar a ningún lado si seguía caminando sin rumbo prefirió averigüar de quién se trataba y se acercó al coche.

—Sube, ¿Qué haces así por la calle y con esta tormenta?.

—¡Ay!, ¿Ricardo, verdad?. —preguntó mientras abría la puerta para dejar de mojarse por completo.

—¿Ya no te acuerdas de mí?. —preguntó con una sonrisa.

—Perdona, es que estoy que no estoy.

Ricardo se percató de que a pesar de estar empapada el agua que estaba en su rostro no era cosa de la lluvia, sino que también estaba llorando, y acercó su mano para limpiarle las mejillas.

—¿Has estado llorando hermosa?. —exclamó mientras pasaba su pulgar por la parte baja de sus ojos. —Tienes los ojos como puños.

—Déjalo, no quiero hablar de esto.

—¿Por?.

Paula se estremeció y comenzó a entristecerse más al intentar expresar lo que pasó minutos antes de estar en ese coche, pero era incapaz de decir algo y su barbilla se arrugaba de la impotencia y la tristeza.

—Bueno no te preocupes, está bien, mira quédate aquí tranquila ¿vale?, puedes echar el asiento un poco para atrás si quieres recostarte un poco, ¿Quieres que te lleve a casa o algún lugar?. —cuestionó mientras le ayudaba a reclinar el asiento.

—No, a casa no.

—A algún lado irías con tanta prisa por la calle caminando ¿no?.

Paula no paraba de tiritar y de proteger sus brazos del frío y tampoco respondió su pregunta.

—Ten, coge esto ¿sí?, no puedo verte así. —exclamó estirando su brazo para coger una manta que tenía en los asientos de detrás.

—Gracias. —agradeció mientras cogía la manta y se la colocaba sobre ella.

—Pues... no sé, ¿Te llevo a mi casa?, digo, si no quieres dime un sitio y te llevo. —preguntó sin querer atosigarla y hacer pensar que la quería en su casa para algo más.

Clave De Dio (Saga Claves)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora