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Creo haber mencionado antes que...

Mi vida no podía ser peor en ese momento.

Bueno, con frecuencia el ser humano tiende a pensar que el dolor que ya sintió es el más fuerte y el más desgarrador.

Que no puede haber nada peor.

Me petrifiqué como si me hubiera convertido en una estatua, pero no una de esas que son históricas y bellas, que están en los museos y la gente admira mirando con detenimiento, caminando a su alrededor, yo era más una estatua quebrantada y agrietada. No por el simple paso del tiempo, sino por golpes llenos de ira y brutalidad humana, por rocas que me habían lanzado sin pena y sin titubeos.

¿Qué me quedaba en la vida?

Fantasmas, a lo mejor eso me quedaba, estaban rondando a mi alrededor mirándome con lástima. Por poco me asustan, pero sentí que no debía tenerles miedo, me sonreían.

Y no eran solo fantasmas, era todo lo que alguna vez me había llenado de miedo, el más grande miedo, en ese momento, todos estaban a mi alrededor.

Sombras, también, las de los recuerdos, y de las preguntas, especialmente una, la de ¿Por qué había comenzado todo?

¿Por qué había buscado ese trabajo, en primer lugar?

Sí.

¿La muerte también estaba llamándome para irme con ella?

Michael me hablaba y yo no escuchaba nada.

Simplemente, no podía, estaba en un mundo distinto, al menos mi mente lo estaba, a lo mejor para protegerme, o quizá así reacciona todo el mundo cuando eso pasa.

Miré a la calle, con detenimiento, me quedé viendo a lo lejos la parada del autobús, que estaba en la esquina de mi casa. Divagando y aún petrificado en el momento, todo se sentía perdido.

Mis sueños estaban esperándome de pie en la esquina, sonriéndome, preguntándome '¿Vamos?', pero yo tenía que huir de ellos, para siempre, ya no tenía sentido intentar nada, todo estaba perdido, tenía que dejarlos ir.

Y no tendrían sentido nunca.

Ya no.

El hombre de mis sueños, de pie frente a mí, mirándome y hablándome, pero mi mente llena de traumas.

Llena de imágenes devastadoras.

El teléfono estaba en mi mano temblorosa y todo lo demás congelándose lentamente a mi alrededor.

¿Mi cuerpo? Marcado para siempre, con heridas punzantes y sensaciones que nunca iba a olvidar, sin importar cuantas veces al día entrara a ducharme, la suciedad del abuso no se iría nunca. El dolor era un marcador permanente en mi piel, imborrable, detestable y muy asqueroso.

El pequeño David apareció de pronto caminando por la calle, lo miré con mucha sorpresa, y con mucha pena también, él se veía feliz, y claro que estaría feliz porque todavía no había vivido nada, no tenía la más mínima idea de que su vida iba a ser una película de miedo, una pesadilla.

Mis ojos llenos de lágrimas y mis piernas sintiendo que ya no podían con mi propio peso.

¿Quién es?

Su voz de pronto, miré su rostro, me atreví a hacerlo, sus ojos, su nariz tan perfecta, y viéndolo recordé el primer día, la primera vez que lo había visto en persona, cuando yo aún era puro, cuando mi pobre cuerpo aún valía la pena.

David, ¿Quién es?

Su voz se volvió un eco, dejé de mirarlo y miré el vacío, pensando en lo impredecible que es la vida, y las personas, y los sueños, y la fama, y las entrevistas, todo.

El teléfono cayó al suelo, él se agachó rápidamente a recogerlo y lo extendió entregándomelo, mirándome con preocupación, pero mi mano no lo recibió, si estaba petrificado, no podía moverme.

Como una parálisis de sueño estando despierto.

¿David? ¿Qué pasa?

Ya nada tenía sentido.

Mi única razón para seguir, era esa.

Parpadeé lentamente y absolutamente todo perdió color de pronto, mirando la calle y las casas de en frente, todo se veía en blanco y negro.

Cómo una película antigua, como una foto editada, como algo que está desapareciendo y pierde vida, poco a poco, y los grises son hermosos, pero me asustaba ver todo así, sin color.

Lo vi a él, y él sí tenía color.

Lo observé con detenimiento, las lágrimas caían una a una por mi rostro petrificado.

¿Por qué aún veía color al verlo a él?

¡David! ¡Háblame!

El eco desapareció, el trance abandonó mi cuerpo y la realidad me rodeó invadiéndome de un sonido estridente y un viento helado sacudiendo mi cuerpo.

Me desvanecí, cuando todo volvió a la normalidad, de pronto mis rodillas cedieron, él me sostuvo y me solté rápidamente alejándome, no quería que me tocara, pero al mismo tiempo si quería. Era el reflejo involuntario del trauma que sentía mi cuerpo ante el contacto con cualquier persona.

¿Qué iba a pasar ahora?

Ya no era una estatua, por lo que mis manos ya podían temblar, y vaya que lo hacían.

Me quedé de rodillas en el suelo deslizándome de sus brazos mientras lo empujaba para que me soltase.

¡David! Me estás preocupando...

Arrodillado, miré hacia arriba, donde encontré lo único que sí tenía color en mi vida.

Respiré profundo, se arrodilló frente a mí, preocupado.

Mi madre, murió.

La Mejor Actuación | Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora