II. Junta

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La tarde se deslizaba tranquilamente fuera de la ventana de la habitación de SeokJin, donde se encontraba sentado en su escritorio, rodeado de una montaña de documentos y libros que se extendían ante él como testigos mudos de su compromiso con su tarea. Mientras tanto, afuera, el sol arrojaba su cálido resplandor sobre el jardín, donde Taehyung y Namjoon jugaban y reían, sumidos en la despreocupada alegría de la juventud.

SeokJin observaba desde su ventana con una mezcla de envidia y admiración mientras veía a sus hermanos corretear por el jardín, sus risas flotaban en el aire como notas de una melodía alegre. Los veía hablar y reírse, compartiendo secretos y confidencias como si el mundo fuera un lugar lleno de infinitas posibilidades y alegría.

Sin embargo, a pesar de su anhelo por unirse a ellos y compartir su compañía, SeokJin sabía que su deber y responsabilidad lo llamaban desde el interior de su habitación. Los documentos y libros que cubrían su escritorio no eran solo una carga, sino una herramienta crucial para comprender el mundo que lo rodeaba, para entender las complejidades de los negocios familiares y las decisiones que moldeaban su destino.

Con cada página que pasaba y cada palabra que absorbía, SeokJin se sumergía en un océano de conocimiento, navegando por las corrientes de la información con determinación y diligencia. Cada gráfico, cada estadística, cada línea de texto era una pieza del rompecabezas que se estaba formando en su mente, una herramienta que lo ayudaría a tomar decisiones informadas y a guiar a su familia hacia el éxito y la prosperidad.

A medida que la tarde se desvanecía en la noche y las estrellas comenzaban a parpadear en el cielo, SeokJin seguía absorto en su tarea, sin descanso ni distracción. Aunque anhelaba la compañía y la camaradería de sus hermanos, sabía que su trabajo era crucial, que su papel en la familia y en los negocios era una responsabilidad que no podía ser tomada a la ligera.

Y así, mientras sus hermanos disfrutaban de la libertad y la alegría del momento presente, SeokJin se dedicaba a su deber con determinación y dedicación, sabiendo que su sacrificio no era en vano, sino una inversión en el futuro de su familia y en su propio camino hacia el éxito.

[…]

En la tranquila intimidad de su habitación, SeokJin se sumergía en un mundo de libros, documentos y notas, entregándose al estudio con una determinación feroz que lo consumía día y noche. La luz de su lámpara de escritorio brillaba como un faro en la oscuridad, iluminando el camino hacia el conocimiento mientras devoraba cada palabra impresa en las páginas de sus libros.

El tic-tac constante del reloj marcaba el paso del tiempo, una constante recordatoria de las horas que SeokJin dedicaba incansablemente a su tarea. Mientras el mundo exterior se sumía en el silencio de la noche, él seguía inmerso en su labor, desafiando los límites de la fatiga y la desesperación con cada página que leía y cada concepto que asimilaba.

A pesar de la oscuridad que lo rodeaba, SeokJin encontraba un sentido de propósito y determinación en su trabajo. Cada fórmula, cada teorema, cada principio económico que dominaba era un escalón más en su ascenso hacia el éxito, una prueba de su dedicación y habilidad para enfrentar los desafíos que se presentaban ante él.

Sin embargo, en medio de su arduo trabajo, había un vacío que pesaba en su corazón: la ausencia de su padre. Aunque sabía que estaba ocupado con los asuntos de la empresa familiar, anhelaba la presencia y el apoyo de su padre en esos momentos cruciales de su vida. Pero cada vez que su padre venía a su habitación, era solo para hablar de trabajo, para discutir cifras y estrategias, dejando poco espacio para la conexión emocional que SeokJin tanto anhelaba.

Los breves encuentros con su padre se convertían en una serie de intercambios formales, donde las palabras se deslizaban entre ellos como hojas arrastradas por el viento. SeokJin anhelaba la oportunidad de compartir sus pensamientos y sueños con su padre, de encontrar consuelo y orientación en sus palabras de sabiduría. Pero en su lugar, solo recibía consejos sobre cómo mejorar su desempeño en el trabajo y avanzar en su carrera profesional.

—Ese nuevo asistente que contrataste. No me gusta—, dijo Soo Hyun entregándole el currículum.

—Fue mi desición y si no estás feliz con ello no hubieras dejado que tú hijo de diesciseis años lo eligiera.

— Confío en tu juicio, SeokJin—, su padre sacudió su cabello.

A pesar de la falta de conexión emocional con su padre, SeokJin continuaba dedicándose a su trabajo con la misma determinación y pasión de siempre. Sabía que su camino hacia el éxito no estaría exento de obstáculos, pero estaba decidido a enfrentar cada desafío con valentía y resolución, sabiendo que cada paso que daba lo acercaba un poco más a sus sueños y aspiraciones.

[…]

El sol se alzaba majestuoso en el horizonte, bañando la ciudad con su cálido resplandor mientras SeokJin se dirigía hacia la imponente sede de la empresa familiar. Su corazón latía con una mezcla de emoción y nerviosismo mientras cruzaba las puertas de cristal y entraba en el bullicioso mundo de los negocios.

A pesar de su juventud, SeokJin se movía con confianza entre los pasillos, su porte firme y su expresión seria transmitían una determinación que no pasaba desapercibida. Los trabajadores e inversionistas, acostumbrados a tratar con ejecutivos de mayor edad y experiencia, lo observaban con respeto mientras pasaba, reconociendo el aura de autoridad que lo rodeaba.

SeokJin se detuvo en el centro de la sala de conferencias, donde los empleados y los accionistas se habían reunido para escuchar su presentación sobre la nueva campaña de lanzamiento. A pesar de su juventud, su voz resonaba con autoridad y seguridad mientras explicaba los detalles del proyecto, cada palabra cuidadosamente elegida para transmitir su visión y sus objetivos.

Los trabajadores asentían con atención, capturados por la pasión y la determinación que emanaban de SeokJin mientras hablaba. A pesar de su edad, quedaba claro que tenía un profundo conocimiento del negocio y una visión clara de hacia dónde quería llevar a la empresa en el futuro.

Los inversores, por su parte, escuchaban con interés, evaluando cada palabra y gesto de SeokJin con atención meticulosa. A medida que la presentación avanzaba, podían ver claramente el potencial y la promesa que este joven ejecutivo representaba para el futuro de la empresa.

Al final de la presentación, SeokJin recibió una ovación de pie, un gesto de respeto y admiración por parte de aquellos que habían presenciado su habilidad y determinación. A pesar de su juventud, había demostrado que era capaz de liderar y inspirar a otros con su visión y su pasión por el negocio.

A medida que abandonaba la sala de conferencias, SeokJin se sintió lleno de gratitud y determinación, sabiendo que había superado las expectativas y demostrado su valía como líder de la empresa. Aunque el camino hacia el éxito seguiría siendo desafiante, estaba decidido a enfrentar cada obstáculo con la misma determinación y confianza que había mostrado ese día

—Lo hizo muy bien—, apoyaba Jungkook.

—Si, eso parece. Dame la carpeta para ir a sellarla con mi padre ahora que ya está aprobada—Jin estiró la mano, pero al ver qué no se la daba volteo a ver a sus asistente que buscaba entre todas las carpetas. —No a tienes ahí, la carpeta es azul y se vería. De seguro se quedó adentro.

—Déjeme ir.

—No, está bien iré yo—, con paso firme se dirigió una vez más a la sala de juntas donde escucho las voces hablando de los inversionistas

—Kim es un tonto en dejar que su hijo maneje la empresa—, río uno de ellos.

—Ese niño cree que sabe todo. No sabe lo que es batallar.

—Entiendo a Kim, si mi hijo fuera igual de feo también lo trataría como a un burro—, las risas dentro de la sala lastimaron el corazón de Seokjin.

—¿Señor?—, Jungkook hablo detrás de él.

—Dale la carpeta a mi padre y dile que me sentí mal—, el castaño no espero respuesta y salió caminando hacia su auto donde lo esperaba ya su chófer. —Vamos a casa—, una vez condujo, Jin comenzó a llorar discretamente intentando no llamar la atención del chófer.

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