Prólogo

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En el elegante salón de música, el suave resplandor de las lámparas de cristal iluminaba el ambiente mientras SeokJin se deleitaba con las melodías que fluían de las teclas del piano. Su concentración se vio interrumpida cuando un hombre se sentó a su lado, enviando un sutil escalofrío de incomodidad por su espina dorsal. SeokJin, sintiéndose cohibido, consideró levantarse y retirarse, pero la música que resonaba en el aire lo mantuvo cautivo en su asiento.

Intrigado por la presencia del extraño, SeokJin mantuvo su atención en las notas que emanaban del piano, ignorando la inquietante proximidad del hombre. Fue entonces cuando el desconocido, con una sonrisa amable en los labios, le prometió compartir sus conocimientos musicales y enseñarle a perfeccionar su técnica.

—¿Quieres aprender? Yo te puedo enseñar—, el hombre tomo a SeokJin y lo sentó entre sus piernas.

—Yo... Mejor otro día—, en un intento de ida el hombre lo sujeto más fuerte pegando más al niño a su miembro.

—No puedo otro día.

— Papá me dijo que no hablara con extraños—, murmuró incómodo un SeokJin de cinco años al sentir un bulto entre sus nalguitas.

—No soy alguien extraño. ¿Crees que tú papá hubiera dejado entrar a alguien extraño?—, Jin negó.— Mi nombre es Bo hyuk y me gustaría ser tu amigo. 

—Nadie quiere ser mi amigo. Dicen que soy feo.

—Eres hermoso—, el hombre delineó la mejilla del niño.

—¿En serio? Eso solo se lo dicen a Tae y Nam hyung

—Para mi eres hermoso—, el hombre aprovecho para acon sus manos mover en círculos la caderas del niño.

—No me gusta que hagas eso—, dijo nervioso SeokJin.

—Esta bien ya no lo hagamos, ¿Qué te parece si te ayudo a practicar la canción que escuchaste?

Después de un momento de vacilación, SeokJin asintió con cautela, aceptando la oferta del hombre. Sin embargo, mientras esperaba que su misterioso compañero comenzara la lección prometida, una sombra de sospecha comenzó a deslizarse en su mente.

De repente, antes de que pudiera reaccionar, SeokJin sintió un pañuelo ser presionado contra su rostro. Un grito ahogado quedó atrapado en su garganta mientras luchaba por liberarse del agarre del hombre, pero sus esfuerzos fueron en vano. La droga comenzó a surtir efecto, embriagando su mente y debilitando sus fuerzas mientras caía en la oscuridad que se cernía sobre él.

[…]

Al despertar en la sala de música, SeokJin sintió una punzada aguda de dolor que atravesaba su cadera, como si un remanente físico de su terrible experiencia aún persistiera en su cuerpo. Con la mente nublada por el sueño y el desconcierto, su mirada se posó en su ropa, ahora desgarrada y desordenada, un doloroso recordatorio de la violencia que había sufrido.

Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras el horror y la impotencia se apoderaban de él. SeokJin se abrazó a sí mismo, tratando de encontrar consuelo en medio del caos emocional que lo envolvía. Cada fibra de su ser anhelaba escapar de aquel lugar, lejos de los ecos sombríos de la música que ahora resonaban en su mente como una advertencia ominosa.

A partir de ese día, cada vez que el sonido de una melodía alcanzaba sus oídos, SeokJin sentía un escalofrío recorrer su espina dorsal, una cruel reminiscencia de la traición y el dolor que había experimentado en aquel salón de música. Con el tiempo, aprendió a reconocer los signos de peligro y a advertir a sus seres queridos, protegiéndolos de sufrir un destino similar al suyo.

—¿Por qué no me dejas entrar Jin?—, preguntaba un regordete Nam viéndolo con curiosidad.

—Es mío Namjoon, mi papá lo mando para hacer para mí. Nadie más que yo puedo utilizarlo—, con el corazón estrujado vio a su hermano mayor correr con lágrimas en los ojos enfadado con él.

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