XXXIX. ¿qué hice mal?

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La mansión de los Kim estaba sumida en un silencio opresivo, roto solo por el eco de los pasos de Jin mientras deambulaba por los pasillos. Sus ojos se posaban en los cuadros que decoraban las paredes, retratos de su familia que ahora solo le recordaban el dolor y la traición.

Con manos temblorosas, Jin se acercó a uno de los cuadros y lo arrancó de la pared con furia contenida. El marco se estrelló contra el suelo con un estruendo sordo, pero Jin apenas lo notó. Sus manos seguían moviéndose, desgarrando uno tras otro los retratos que habían adornado las paredes de su hogar durante tanto tiempo.

Cada cuadro que caía al suelo era como un golpe más a su corazón, recordándole el vacío que ahora sentía en su interior. ¿En qué momento se había roto todo? ¿En qué momento su familia se había convertido en extraños que solo buscaban lastimarlo?

Las lágrimas comenzaron a arder en los ojos de Jin mientras continuaba su frenética tarea. Se sentía traicionado, abandonado por aquellos a quienes había amado y protegido con todo su ser. ¿Cómo podía ser que ahora estuviera solo, enfrentando el dolor y la desolación que sus propios hermanos habían sembrado en su corazón?

Con cada cuadro que arrancaba, Jin sentía un poco de alivio, como si pudiera liberar parte del peso que lo oprimía. Pero al mismo tiempo, el dolor seguía ahí, latente y constante, recordándole la profunda herida que ahora marcaba su alma.

Finalmente, cuando no quedaba ningún retrato en las paredes, Jin se dejó caer de rodillas en el suelo, las lágrimas corriendo por sus mejillas. Se sentía perdido, desgarrado por dentro y sin saber cómo seguir adelante. En ese momento, la mansión que alguna vez había sido su hogar se había convertido en una prisión de recuerdos dolorosos, y Jin anhelaba desesperadamente encontrar una salida.

—¿Jinnie?—, la mujer se ahora era pelirroja abrazo a su hijo.— Taehyung me contó todo. Tus hermanos están muy arrepentidos por lo que te hicieron.

—Y con razón—, escupió con enojo viendo el cuadro familiar. —Mataron  mi hijo.

—No era su intención, Jinnie. Ellos solo querían protegerte.

—¿En verdad?—, Jin la giro a ver con una expresión que ni ella pudo descifrar. —¿Qué tonto soy, mamá? ¡Fue mi culpa—, tapo su cara mientras soltaba ruidosos sollozos. —Ellos no tienen nada de que ver—, el castaño soltó una risa escalofriante.

—Jinnie, hijo ¿Estás bien?

—Si—, quitó de su rostro sus manos mirándola como si nada hubiera pasado. —Es lo que querías ¿no? Qué fingiera que ellos estaban bien y que el equivocado era yo. Qué solo con un perdón las cosas volverían hacer como antes—, con una mirada fría SeokJin se acercó.

—Tu ni siquiera sabías de ese bebé.

—¿Y por eso me lo quitaron? No pude experimentar la emoción de saber que iba tener un hijo, ni siquiera oí el latido de su corazón.

—Tenias cuatro meses, SeokJin. Ellos no fueron los culpables de eso.

—¡¿Cómo puedes decirme eso?!

—Seokjin, entiende hijo ahorita estás en duelo, pero cuando te recuperes entenderás que lo hicieron por tu bien.

—¡Mamá!—, grito Jin tirando un florero de la sala. —¡Yo soy también tu hijo y te necesito! ¡Por primera vez te quiero de mi lado!—, Jin la miro a los ojos. —Por primera vez quiero a alguien de esta familia en mi banca.

—¿De que hablas, SeokJin? Siempre te hemos apoyado.

—¿Siempre? Es una palabra muy grande para lo que han hecho.

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