La rutina en la empresa había tomado un giro inesperado con el pasar de los días. SeokJin, el incansable líder, había caído en una dinámica que se había vuelto común para todos: pasar largas horas en su oficina, entregado por completo a su trabajo, incluso a costa de su propio descanso y bienestar. Los empleados ya estaban familiarizados con la imagen de su jefe, con su figura erguida frente al escritorio, inmerso en la montaña de papeles y documentos que siempre lo rodeaba. Para ellos, era una escena cotidiana, un recordatorio constante del compromiso y la dedicación de SeokJin hacia la empresa.
A su lado, Jungkook también había encontrado su lugar en la dinámica de la empresa. Sus torpezas y desastres, aunque a veces causaban estragos menores, eran algo a lo que todos estaban acostumbrados. Desde derramar café sobre los informes importantes hasta tropezar con los cables del ordenador, sus travesuras habían pasado a formar parte del paisaje diario en la oficina. A pesar de sus errores, Jungkook siempre encontraba una manera de redimirse, ya sea con su actitud servicial o con su disposición para ayudar a los demás en momentos de necesidad.
Aunque la combinación de la determinación incansable de SeokJin y los desastres ocasionales de Jungkook podía parecer extraña para algunos, para el equipo de la empresa era simplemente parte de la vida cotidiana. Se habían acostumbrado a trabajar en un entorno donde la dedicación y el compromiso se mezclaban con la espontaneidad y el humor, donde cada día traía consigo nuevos desafíos y oportunidades de crecimiento.
A pesar de los altibajos y los obstáculos que enfrentaban, el equipo de la empresa permanecía unido por un sentido compartido de propósito y determinación. Sabían que estaban trabajando juntos hacia un objetivo común, y que juntos podían superar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.
—¡Jungkook, cuidado! Acaban de trapear—, gritó una secretaria viendo como el joven tenía demasiadas cosas en sus manos y caminaba sin poder ver por las pilas de papeles.
—Gracias, Ye bin—, agradeció llegando a la oficina de Jin.
—¡No, más vale que tú me traigas esos documentos firmados o no te molestes en venir mañana!—, hablaba SeokJin caminando de lado a lado enojado.
—Llegue—, anuncio cerrando la puerta con él pie. —¿Pudieron convencer al empresario del que me hablo?
—No y me está preocupando.
—¿Por qué? ¿No funcionó lo de la fusión con Park?
—Si, pero igual no puedo confiarme—, dijo mientras bebía un jugo de naranja.
— El señor Min, quiere verlo. ¿Aceptó su invitación?
—Si. Dile que a las ocho estoy disponible.
—De acuerdo.
[…]
La noche estaba impregnada de una atmósfera de elegancia y expectativa mientras SeokJin se arreglaba frente al espejo, ajustando cada detalle de su traje más bonito y elegante. Cada pliegue, cada botón, cada mechón de cabello estaba cuidadosamente dispuesto en su lugar, reflejando su determinación por causar una impresión duradera en Yoongi esa noche.
Con el corazón lleno de esperanza y nerviosismo, SeokJin se dirigió hacia el restaurante donde había acordado encontrarse con Yoongi. Cada paso era un eco de anticipación mientras su mente repasaba los planes que había trazado para cambiar la opinión de Yoongi y convencerlo de que se casara.
Al llegar al restaurante, SeokJin se detuvo un momento para ajustar su corbata y alisar su chaqueta antes de entrar. El ambiente estaba impregnado de una mezcla de aromas tentadores y murmullos animados, pero SeokJin apenas registraba su entorno mientras buscaba a Yoongi entre la multitud.
Finalmente, vio a Yoongi sentado en una mesa apartada, su expresión seria y concentrada mientras jugaba con la servilleta entre sus dedos. Con el corazón latiendo con fuerza en el pecho, SeokJin se acercó a la mesa y tomó asiento frente a él.
—Yoongi—, dijo SeokJin con una sonrisa nerviosa, tratando de disimular su ansiedad. —Me alegra verte. Has elegido un lugar encantador.
Yoongi levantó la mirada y le dedicó una mirada rápida antes de volver a centrarse en la servilleta. —Gracias—, respondió él, su tono de voz neutral.
SeokJin se aclaró la garganta, reuniendo su coraje antes de continuar. —Quería aprovechar esta oportunidad para hablar contigo sobre... bueno, sobre nosotros y nuestro futuro juntos—, dijo con cautela, observando la reacción de Yoongi atentamente.
La expresión de Yoongi se endureció ligeramente, y SeokJin sintió un nudo en el estómago mientras esperaba su respuesta. —Lo siento, SeokJin—, dijo Yoongi con sinceridad, su voz llena de pesar. —Pero no puedo casarme contigo. Estoy perdidamente enamorado de Hoseok, el padre de mi hijo. No puedo hacerle eso.
Las palabras de Yoongi golpearon a SeokJin como un puñetazo en el estómago, dejándolo sin aliento. A pesar de haber esperado esta respuesta, no pudo evitar sentirse devastado por la realidad de la situación.
—Yoongi...— SeokJin luchó por encontrar las palabras adecuadas mientras intentaba procesar la revelación de Yoongi.—¿Qué hay de nuestro trato?
Yoongi suspiró, su mirada cansada reflejando el dolor que sentía. —Lo siento, SeokJin—, repitió él, su tono suave pero firme. —Pero mi corazón pertenece a Hoseok. No puedo ignorar lo que siento por él, ni lo que significa para mí y para mi hijo. Ahora ellos son mi familia y no los dejaré por alguien como tú.
SeokJin cerró los ojos por un momento, dejando que la realidad de las palabras de Yoongi se hundiera en su ser. A pesar del dolor y la decepción que sentía, sabía que no podía obligar a Yoongi a cambiar de opinión.
—Entiendo—, murmuró SeokJin finalmente, resignación pesando en cada palabra. —Te deseo lo mejor, Yoongi. Siempre lo haré—, Jin recibió el plato que el mesero le brindaba. —Es tan delicioso—, dijo partiendo la carne en su plato.
—Supongo que eso es todo.
—Por supuesto que no—, Jin limpio su boca dejando los cubiertos de lado.— ¿No leíste el contrato que firmaste? Me debes una recompensa de más de ciento cincuenta millones de dólares—, el castaño mostró una sonrisa.— Es una pena que tengas que ir a la quiebra por tu familia, pero es cierto no puedes hacerles eso y menos con alguien como.
Con un suspiro, SeokJin se levantó de la mesa, su corazón pesado con el peso de la decepción y el dolor.
—Fui violado, Yoongi, pero eso no me hace menos que nadie. Eso me hizo más fuerte.
Se dio la vuelta y se alejó del restaurante, dejando atrás los sueños que había albergado para él y Yoongi, y enfrentando el futuro incierto con valentía y determinación.
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Don't blame
Fanfiction"En el fragor de la tormenta, tu amor se convierte en mi refugio, donde encuentro la calma que anhelo. Eres la paz que brilla en medio del caos, el faro que guía mi alma hacia la serenidad." Tercer libro de la saga Kindom