VI. Risas y torpeza

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El ritmo frenético de la vida empresarial continuaba sin descanso para SeokJin, quien se veía atrapado en un torbellino interminable de responsabilidades y desafíos. A medida que las horas se desvanecían en días y los días se convertían en semanas, SeokJin se encontraba cada vez más inmerso en su trabajo, apenas teniendo tiempo para hacer frente a las demandas que se acumulaban a su alrededor.

La fiesta de líderes, un evento anual que solía ser una ocasión de celebración y camaradería entre los principales ejecutivos de la industria, se había convertido en poco más que una nota al pie en la agenda abrumadora de SeokJin. Aunque sabía que la asistencia al evento podría proporcionarle una breve distracción de las tensiones y preocupaciones de su vida cotidiana, simplemente no podía permitirse el lujo de alejarse de sus responsabilidades por tanto tiempo.

A medida que la fecha del evento se acercaba, SeokJin se encontraba dividido entre el deseo de tomar un descanso y el deber de permanecer en su puesto y cumplir con sus obligaciones. Aunque una parte de él anhelaba la oportunidad de desconectar por un momento y sumergirse en la atmósfera festiva de la fiesta, otra parte sabía que su presencia era necesaria en la oficina, donde su liderazgo y orientación eran vitales para el éxito continuo de la empresa.

Y así, mientras los líderes de la mafia se reunían para celebrar y socializar, SeokJin se quedaba atrás, atrapado en las interminables demandas de su trabajo. Aunque su ausencia en la fiesta no pasaba desapercibida, SeokJin sabía que había tomado la decisión correcta al priorizar las necesidades de la empresa sobre su propio deseo de distracción.

Sin embargo, a pesar de su determinación por mantenerse enfocado en el trabajo, había momentos en los que SeokJin anhelaba la oportunidad de distraerse y desconectar por un momento del caos del mundo empresarial. Soñaba con la posibilidad de encontrar un respiro en medio de la tormenta, de liberarse temporalmente de las presiones y responsabilidades que lo ataban a su escritorio.

Pero por ahora, SeokJin sabía que no podía permitirse el lujo de ceder ante la tentación de la distracción. Había un trabajo por hacer, metas por alcanzar y un equipo que dependía de él para liderarlos hacia el éxito. Y aunque a veces anhelaba un momento de descanso, SeokJin estaba dispuesto a sacrificar su propio bienestar por el bien de la empresa y de aquellos que confiaban en él para guiarlos hacia el futuro.

—Ira Namjoon conmigo —, anuncio Soo Hyun ante la negativa de su hijo.— Él quiere ir y como no irás tú, él podría ir.

—Si, espero que se encuentre con Jackson y solucionen sus diferencias. Necesitamos su inversión para colocarnos de nuevo al top 5 mundial.

—Tranquilo, SeokJin. Ya somos número uno en Corea.

—Conformarse es de mediocres, padre. ¿O no fuiste tu quien me lo dijo cuando recién entre?

—Eras muy pequeño y quería que lo tomarás con seriedad.

—Siempre lo tome con seriedad desde que entre—, dijo revisando su computadora.

—Tenias quince años.

—Ahora tengo veinte y se mis responsabilidades. Quizá en ese tiempo no tenía tanta noción de lo que conllevaba, pero ahora sí —, Jin lo miró con ojos lagrimosos.

— SeokJin, por favor. No seas inmaduro.

—¡No soy inmaduro! —, grito derramando algunas lágrimas. —Tengo veinte años y me obligaste a crecer. Nunca me dejaste vivir mi infancia...

—¿Cuál infancia, SeokJin? Tu mismo elegiste eso. Eres igual de ambicioso que yo.

—¿Yo elegí? Tu me obligaste.

—Tu aceptaste.

—¡Porque no tenía otra opción!

—Seokjin, tu marcaste tu destino cuando dejaste que ese hombre te tocará—, con lágrimas en los ojos Jin salió de la oficina sin decir una palabra más.

El día había sido agotador para SeokJin, y al salir de la oficina, se encontraba abrumado por una oleada de emociones abrumadoras. Las lágrimas se desbordaban de sus ojos cansados mientras caminaba por el bullicioso paisaje urbano, su mente plagada de preocupaciones y tensiones acumuladas durante el día.

A su lado, Jungkook lo seguía de cerca, preocupado por el estado emocional de su jefe y amigo. Sus pasos apresurados resonaban en el pavimento mientras intentaba alcanzar a SeokJin, pero su ansiedad le jugaba en contra y, en un torpe movimiento, tropezó y cayó al suelo con un golpe sordo.

SeokJin se detuvo en seco al escuchar el sonido de la caída de Jungkook, girando para ver a su asistente en el suelo, mirándolo con sorpresa. A pesar de la situación y de sus propias luchas internas, SeokJin no pudo contener una risa escapándose de sus labios.

La risa de SeokJin resonó en el aire, una mezcla de alivio y gratitud por la oportunidad de liberar algo de la tensión acumulada. Se acercó a Jungkook, quien se levantaba lentamente del suelo con una expresión avergonzada en su rostro, y extendió una mano para ayudarlo a levantarse.

—¿Estás bien, Jungkook?— preguntó SeokJin entre risas, su voz llena de calidez y aprecio por la inesperada muestra de torpeza de su asistente.

Jungkook asintió, una sonrisa avergonzada cruzando su rostro mientras se ponía de pie con la ayuda de SeokJin. —Lo siento, señor Kim. ¡Estaba tan preocupado por ti que no vi por dónde iba!—se disculpó, su voz llena de remordimiento.

SeokJin sacudió la cabeza con una sonrisa, sintiendo una oleada de gratitud por la presencia reconfortante de Jungkook a su lado. —No te preocupes, Jungkook. Gracias por preocuparte por mí—, respondió él sinceramente, poniendo una mano en el hombro de su amigo en un gesto de camaradería.

Los dos se quedaron allí por un momento, compartiendo una risa ligera y un sentido de complicidad en medio de las tensiones del día. A pesar de los desafíos que enfrentaban, SeokJin sabía que podía contar con Jungkook para estar a su lado, ofreciendo apoyo y consuelo en los momentos de necesidad.

—Gracias—, Jungkook asintió sin saber la verdadera razón del agradecimiento de su jefe.

Y así, entre risas y lágrimas, SeokJin y Jungkook continuaron su camino juntos, recordándose mutuamente que, incluso en los momentos más oscuros, siempre había espacio para la alegría y la amistad verdadera.

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