Capítulo 34

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BLAKGELUS

Alucard me ha traído a una especie de ruinas en medio del bosque, es muy viejo el lugar tanto que me da miedo.

Alucard camina entre las ruinas conmigo aún en su lomo, aún que Alucard se encuentra en forma de lobo aún puedo saber fácilmente el cómo se siente ahora.

Él se encuentra triste.

Él deja de caminar y bajo de su lomo.

El primer dhampire recupera su forma normal y se levanta del suelo.

—¿Qué es esté lugar? —le pregunto.

—Es la aldea Colmillo, mi hogar.

—¿Aquí viviste?

—Si, vivía con mi familia.

—¿Y qué le pasó para qué terminara así?

—El Dragón, él masacró el lugar.

Ambos comenzamos a recorrer el lugar.

—Esté lugar antes estaba lleno de vida, siempre los aldeanos se encontraban demasiado contentos —comenta Alucard —. Cuándo había alguna festividad todos se reunían en el centro para bailar alrededor de una gran fogata. Era demasiado divertido.

—¿Tú tenías amigos?

—Solo dos —me dice —. Eran muy buenos.

Llegamos a unos escombros, Alucard los mira y después se agacha.

Él comienza a buscar entre los escombros hasta sacar un muñeco de trapo muy viejo.

—Aún sigue aquí...

—¿Qué es eso?

—Esto lo hizo mi madre para mi cuándo era demasiado pequeño —me mira para luego ponerse de pie —. Pensé que ya no estaría debido al tiempo, pero me sorprende el que aún se mantenga en buen estado.

—Alucard... estás triste.

—No.

—Lo siento, siento tu tristeza.

—Pequeño, no te preocupes por mi.

—Es que...

—Han sido unos niños muy malos —dice un hombre a mis espaldas.

Rápidamente volteo y nuevamente Van Helsing aparece en mi campo de visión.

—No lo volveré a repetir Blakgelus, ven.

—¿No te cansas de molestar? No iré a ningún lado contigo loco —le digo.

Alucard se coloca delante de mi.

—Esté no es tu asunto dhampire.

—Lo es —le responde él —. No te llevarás al niño.

Van Helsing abre su gabardina y saca una hacha.

—Entonces tendré que cortar tu cabeza.

—Eres malo —le digo y doy un paso hacia adelante —. Y los malos... tiene que ser castigados.

El cazador se ríe.

—Lastimaste a mi papá... y ahora lastimaste a Alucard —aprieto mis dos puños con fuerza —. Ya no pienso aguantarte más tiempo Van Helsing.

Me siento demasiado molesto de la nada, nunca antes me había sentido así. Únicamente quiero que él nos deje en paz.

Es demasiado insoportable.

—Tú... tienes que irte.

Un rugido muy feroz se oye dentro de mi cabeza, cierro los ojos y puedo visualizar a un enorme dragón de piel blanca, con largas alas, una poderosa cola que termina en un pico, con unos afilados colmillos y con dos cuernos sobre la cabeza.

Príncipe Vampiro: El Despertar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora