Capitulo 38

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ALUCARD

—Gracias por acompañarme hasta casa Alucard —dice Lizbeth Van Helsing mientras vamos caminando por la calle tranquilamente.

—No tienes nada que agradecer Lizbeth, es demasiado tarde para que una doncella ande sola de noche.

—Doncella... si que eres demasiado educado.

—Mi padre era miembro de la realeza, tuve unas pequeñas clases de cómo comportarme hace demasiado tiempo.

—Aún me parece increíble que mi hermana y Silas sean las reencarnaciones de tus padres.

—¿Te molesta?

—No, claro que no. Lo que ellos están haciendo contigo es demasiado noble, ellos son una muy buena influencia para ti.

—Gracias.

—¿Y te has sentido cómodo? En esté siglo.

—Todo ha cambiado demasiado, el mundo ya no es nada de lo que recuerdo. Pero estoy tratando de acostumbrarme al cambio.

—Me imagino lo que debes de estar sintiendo —responde la rubia —. Alucard... ¿Cómo eran los tiempos antiguos? La verdad he querido preguntarte pero no me daba el valor por temor a que te sintieras mal.

—¿Por qué debería de sentirme mal? Si tenías curiosidad me lo hubieras preguntado sin problema —le contesto —. Los tiempos antiguos eran... complicados. Siempre había batallas, todo era gobernado por alguien sumamente poderoso. Escaseaba la comida demasiado.

—¿Y tú? ¿Qué hacías en esos tiempos?

—Mi mamá... ella me llevaba a unas cascadas las cuáles tenían unas hermosas aguas muy cristalinas. Mamá se sentaba debajo de un árbol mientras que yo me divertía jugando en el agua —respondo para luego sonreír —. Eran buenos tiempos, cuándo crecí... mi padre me enseñó a montar a caballo. Todas las tardes salíamos a cabalgar. Estar con él compartiendo esos momentos me llenaba de absoluta paz.

—Si que disfrutaste esos tiempos al máximo.

—Hice lo que pude ¿Ahora puedo preguntar algo?

—Claro.

—¿Cómo fue tu vida?

—Yo no crecí con Veronica y mamá. Yo fui separada de mi madre cuándo era una bebé por mis abuelos, ellos habían expulsado a mi madre de la familia y de la organización de cazadores de vampiros —me dice la chica —. Me perdí demasiado con mi familia por su culpa, toda mi vida me entrenaron para una sola cosa... matar vampiros. Siempre me decían que los vampiros no eran nada más que bestias salvajes que tenían que ser exterminadas para siempre. Pero... honestamente eso no lo creí o no del todo mejor dicho. Sé que hay vampiros malos, pero también sé bien que hay buenos y los Tepes son parte de esos vampiros.

—Hace mil años hubieras dicho lo contrario, los Tepes eran todo lo contrario a lo que ahora son. Eran conocidos por ser crueles y despiadados.

—Pero eso era por Vlad el Dragón ¿No? Cuándo él murió debió de haber habido un gran cambio.

—Si lo hubo, hicieron de los Tepes una auténtica familia.

—Ese malvado... no puedo creer todo lo que hizo. Fue tan hipócrita al autoproclamarse héroe, él de héroe no tiene absolutamente nada.

—Él era un monstruo verdadero, él era un vampiro al que realmente hubieras deseado cazar con todas tus fuerzas Lizbeth.

—Me da gusto que te hayas librado de él, siendo honesta el que te haya puesto en esa ataúd fue lo mejor que pudo haber hecho ese desgraciado maldito —comenta.

—Si, honestamente si. La ataúd me salvó de demasiados años de tortura. El despertar en esté nuevo mundo gracias a Blakgelus fue una bendición —volteo hacia ella y cruzamos nuestras miradas —. Estoy realmente contento de tener está nueva oportunidad.

La chica nuestra una sonrisa.

Si Vlad el Dragón no me hubiera encerrado él me habría matado, él realmente hizo algo bueno por mi al haberme puesto en esa ataúd.

Lisbeth y yo continuamos caminando hasta llegar a la casa en dónde se está quedando con el tío Sebastián.

—Bien...—ella da la vuelta y quedamos frente a frente —. Hemos llegado.

—Si.

—Gracias Alucard, por traerme ¿No tendrás problemas para regresar?

—Me aprendí el camino, no te preocupes. Y no me agradezcas, siempre te ayudaré en lo que necesites Lizbeth. Después de todo eres especial para Veronica y si lo eres para ella lo eres para mi. Así que cualquier cosa que necesites dímelo y te ayudaré.

—Realmente eres un caballero.

Se me acerca y deja un beso en mi mejilla derecha.

—Adiós Alucard, descansa ¿Si?

—Tú también Lizbeth.

La chica asiente con la cabeza, da la vuelta, abre la puerta de su hogar, entra y después cierra la puerta.

Suelto un suspiro, llevo mi mirada hacia la casa de enfrente, uso mi agilidad y escalo hasta llegar al techo.

Esté nuevo siglo me agrada mucho, me hace sentir paz. Tal vez sea el hecho de que El Dragón ya no se encuentra presente, por fin podré tener una vida tranquila.

El destino ha puesto a mis padres de nuevo en mi camino, y no solo a ellos si no que también me dió un pequeño hermano y más familia.

—También...—llevo mi mirada hacia la casa de Lizbeth y Sebastián, la rubia ahora se encuentra en la habitación y la puedo ver perfectamente desdé aquí —. También me dió amigos —digo para luego sonreír.

Planeo aprovechar está oportunidad al máximo, viviré a lo grande.

Y protegeré a todas estás nuevas personas que ahora forman parte de mi vida.

Lizbeth se da cuenta de mi, me saluda con su mano derecha y hago lo mismo.

Miro hacia la luna, corro por el techo de la casa, llego al filo, salgo y tomo la forma de un cuervo para luego dirigirme hacia casa.

Príncipe Vampiro: El Despertar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora