Reencarnada en una novela donde su personaje favorito respira y vive.
Se decía era la más bella del continente, la joya más preciada por el Emperador, la reina de los círculos sociales... La bomba de tiempo de Winchester. ¡Se convirtió en la Princes...
Se quedó en shock al ver a su hija y a su hijo discutir con el mismo tono de voz y la misma expresión.
El Emperador quería descansar, por lo que rápidamente hizo retirar a sus dos hijos.
Agnes y Damien también querían descansar, por lo que ambos regresaron a sus respectivas residencias y se tumbaron en el sofá.
«Agnes... Eres tan astuta. ¿Desde cuándo sabes hablar lógicamente así? En el pasado, lo único que hacías era llorar y hacer berrinches...»
«Oye, compañero de registro familiar... Si tanto te gusta Raymond Spencer, vive con él, ¿eh? ¡No lo mandes cerca de mí...!»
Demian y Agnes.
Las dos personas, que estaban completamente eufóricas, pensaron de esa manera y calmaron sus dolores de cabeza.
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~Día siguiente~
Basándose en las conclusiones extraídas, el Emperador nombró a Kaylo Gray y Raymond Spencer como caballeros escoltas de Agnes.
Como la salud de Agnes no se había recuperado por completo, se decidió no celebrar la ceremonia de nombramiento. Por supuesto, esto fue un truco de Agnes para que no reconocieran a Raymond Spencer.
La noticia de que los dos habían sido nombrados escoltas de Agnes se difundió rápidamente en un día.
Como esperaba Agnes, la gente pensó que Kaylo Gray recibió una compensación independientemente de su estatus. Aunque hubo quienes no estaban satisfechos con él, también hubo muchos que lo vieron con buenos ojos.
Quizás gracias a los buenos rumores que se habían extendido sobre Kaylo, el número de personas con una opinión positiva era más dominante. Por supuesto, hubo gente que armó un escándalo.
Los que estaban más enojados que nadie fueron los miembros de la familia Gray.
—¡Padre! ¿Esto tiene sentido? ¡¿Tiene sentido?!
—¡Está claro que ese bastardo tiene algo más en mente! ¡Ignora todos nuestros intentos de contactarlo!
Benjamín y Bradley, sentados en la sala, hablaron enojados. La Vizcondesa Gray, sentada a su lado, sollozaba e incluso se secaba las lágrimas con un pañuelo.
—Hah...
El Vizconde Gray dio una calada a un cigarrillo y suspiró.
—Padre, ¿qué vas a hacer? ¡Sólo di algo!
—Definitivamente no estás defendiendo a ese bastardo, ¿verdad? ¡Ignora cada llamado de padre!
—¡Para, para! ¡Intenta estar callado! ¡Ya tengo muchos pensamientos en mi cabeza! —gritó el Vizconde Gray.
