Kuroo y Okuro.

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El duelo por una persona la cual te habías encariñado era difícil. La vida de Okuro por un momento se volvió triste, cada vez más desanimada, pero fue alguien que supo llevar el duelo ante Kenma.

No lo olvidaba, pues lo mantenía en su mente y probablemente jamás lo olvidaría. Fue un romance de una semana, pero sentía que cada día que pasaba, el amor por aquel chico iba aumentando y cada vez llegaba a sentir más lo cual en cierta parte lo hundía y hacia que se deprimiera.

El visitar su tumba, había sido algo cotidiano. Le llevaba flores casi todas las semanas y con tranquilidad, se sentaba a hablar con el chico quien parecía haber hecho florecer el lugar de su alrededor. Era la tumba más colorida, llena de regalos y flores, adornos, e incluso la vibra que había en aquella tumba, era una vibra dulce, llena de amor.

—Ah.. Kenma—abultó sus labios—¿Por qué siento que con cada día que pasa, me enamoro más de ti? quisiera volverte a ver.

Las primeras veces que fue a la tumba del chico, terminaba en lágrimas como de costumbre. Por poco y se tiraba al suelo a llorar, pero con el tiempo, aquellas visitas terminaron siendo alegres, para solo hablar con Kenma e imaginarse que el le contestaba, que el estaba en frente de el respondiendo cada una de sus palabras. Contarle como le había ido en la semana era algo común para Okuro, pues adoraba desahogarse en ese lugar, e imaginar que Kenma lo apoyaba, sonreía, o algo por el estilo. Sabía que el estaría escuchandolo, o eso esperaba.

Un día, como normalmente iba, fue a visitar y a dejar unas flores en aquella tumba, aunque esta vez se encontró a Kuroo. Ladeó su cabeza, aún estaba algo rencoroso con aquel alfa ya que sabía ciertamente la historia pero por otro lado, entendía el sufrimiento del chico, sin más, no justificaba y nunca perdonaría el trato que tuvo Kuroo hacia Kenma.

—¿Lo extrañas?—preguntó, sentándose a su lado.

—¿Ah?—volteó su cabeza—ah... eres tu.

—Supongo que para ti, es más difícil dejarlo ir—murmuró—la conexión... al romperse, debe doler.

—Si, duele... bastante—soltó un suspiro—¿Qué haces aquí?

—Solo venía a dejar unas flores. Quisiera que siempre se viera decorado este lugar, lleno de vida—se acomodó—Además, venir a vez en cuando... nunca está mal. Conocí a Kenma, y fue alguien maravilloso.

—Kenma siempre fue maravilloso...—abrazó sus piernas—Me odio por haberlo tratado como lo hice.

—Pero ya lo hiciste.

—Si, pero...

—Kuroo—lo interrumpió—¿de qué sirve arrepentirse ahora? ya es demasiado tarde para pedir perdón. Por más que pidas perdón, el daño ya está hecho, y Kenma ya no está.

Kuroo se quedó callado.

A diferencia de Okuro, Kuroo no podía dejar de ver a Kenma como algo triste. Sentía como si algo lo dejara abajo, sin poder superar aquella situación. No podía soltarlo, por lo cual, el rostro de Kenma resonaba completamente en su mente todo el tiempo, incluso llegando a tener constantes pesadillas.

Por lo general, en el momento que un alfa y un Omega creaban un vínculo, en el momento de el cual uno muriera, el otro estaba casi condenado a morir. Habían casos en los cuales llegaban a tener una vida normal, luego de años, pero en otros, muchos morían. Solía llamarse "muerte por amor", ya que el no estar con su pareja podía llegar a hundir tanto al contrario, que el siquiera existir llegaba a doler, haciendo que el alfa u omega, cayeran en una depresión casi imposible de salir. Kuroo estaba en esa fase, haciendo que el estar bien fuera algo imposible para el chico.

Un sentimiento de culpa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora