Capítulo seis: Perlas blancas -Parte 1

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2 A.M

Son las dos

de la madrugada.

En el vientre de la noche

el panadero

enamora una piel de trigo.

La siente...

...la acaricia...

...La empolva...

...la perfuma...

con anís y canela.

Será suya la noche.

Sus dedos maestros

poseen sus secretos

la golpean amorosos

se hunden en su seda.

Es cuerpo virgen,

a sus manos se entrega.

¡Niña de muchos granos!

Aromada a campo y a tibia levadura.

—Lenguaje de maderas talladas por María Clara Ospina Hernández, poeta colombiana.

Alrededor de las 7 de la noche todos regresan a sus respectivas casas, después de discusiones respecto al sistema de seguridad, papeleo, reuniones virtuales y demás, lograron separarse. Por supuesto, Enzo se había retirado mucho antes, sin siquiera poder almorzar debido al disgusto causado por Rebeca, cosa que hizo enojar a Dante, amonestado a la azabache sin titubeos.

—Estúpida. —masculla el de cabellos blancos, dejando un pequeño libro de poemas a un lado, incapaz de concentrarse. —Cree que puede hacer lo que se le da la gana. —dice suavemente al aire. —de repente sonríe levemente y observa su alrededor. —Primero, lo primero.

Rápidamente, se levanta, acercándose a cada ventana y puerta, dando seguro a las mismas. "Listo", piensa emocionado, apretando sus puños y corriendo rápidamente al baño, donde una tina con agua tibia le espera. Al entrar, la verdadera magia empieza, una que el ojo humano creyó perdida, donde solo el 0,1% de los humanos en la tierra se cree que tienen dicha condición, que desafortunadamente se encuentra en oculta debido al temor que estas personas manejan desde antaño, ocultándose entonces desde hace varios siglos.

El muchacho se desnuda por completo, abrazando su cuerpo por un momento debido al frío para entrar finalmente a la tina. Observa el agua y la toca delicadamente debido a una extraña atracción hacia el agua, como si una voz suave lo llamara desde las profundidades de aquella tina tan amplia, como había pedido que se la hicieran. Mientras se relaja, una cálida corriente comienza a envolver su cuerpo, y un cosquilleo recorre su piel suavemente hasta llegar a sus labios. Observa con asombro y sonriendo dulcemente, cómo sus pies se unen y se alargan, transformándose en una cola blanca, escamosa y brillante. Extiende sus manos y ve cómo finas membranas crecen entre sus dedos. Un par de branquias se abren a los lados de su cuello, permitiéndole inhalar el agua como si fuera aire. Los ojos de Enzo adquieren un brillo nacarado, adaptándose a su pequeño entorno acuático y jugando como un niño bajo el agua de la tina, mientras ríe bajo la misma y burbujas salen y explotan suavemente en el exterior.

Su piel, carente de pigmentación, resplandece con un tono níveo casi traslúcido, permitiendo vislumbrar las delicadas venas que recorren su cuerpo como filigranas de zafiro. Su figura es frágil y grácil, con una cola de una longitud que alcanza aproximadamente los veinte centímetros. Con suavidad, toca su cola para luego elevarla, causando que una cascada suave de agua se esparza por todo el baño. Por otro lado, sus ojos son tan preciosamente redondos como de costumbre, pero más brillantes como dos esferas con el iris de un rojo carmesí profundo que contrasta de manera hipnótica con la blancura de su piel. Alrededor de su cabeza, se despliegan branquias plumosas, casi transparentes, que se agitan suavemente, salpicando juguetón las paredes baldosadas del baño.

A medida que se sumerge más en la bañera, chillando suavemente lleno de felicidad, su piel pálida empieza a emitir un suave resplandor, como si capturara la luz tenue de la habitación y la reflejara en un delicado halo de luminiscencia por todo su pecho suave y delicado. Este brillo se intensifica progresivamente, extendiéndose desde la cabeza hasta la punta de su cola. Aquella luz solo aparece cuando está inmensamente feliz. Por lo que incluso la textura de su piel también cambia, volviéndose más lisa y perlada, como si estuviera cubierta por una fina capa de nacarado fino. Las branquias se expanden, floreciendo en abanicos más amplios y ornamentados, emitiendo así destellos preciosos iridiscentes que llenan el agua de colores suaves y cambiantes. "Las sirenas blancas son las más hermosas que jamás he visto. Siendo envidiadas por su misma especie, ocultándose así en la oscuridad más turbulenta del océano", aquello lo escribió un historiador durante el siglo XII, el cual por supuesto tomaron por loco y que después de que se descubrió la existencia de las sirenas en el siglo XIV estas se ocultaron para evitar la posible caza. Esto no fue un veneficio para la especie, ya que la procreación se volvió cada vez más difícil, por lo que los pocos que existen se encuentran ocultos, excepto un actor alemán famoso que hace al menos cinco años se mostró orgulloso al mundo, siendo aceptado, pese a ello, el sistema de protección de este se dobló debido a que la multitud curiosa creció a su alrededor.

—Aún no entiendo cómo ese tritón negro pudo exponerse de esa forma. —se suavemente. —He visto a muchos de su especie.

Suspira al recodar como el año pasado, escondido y silencioso bajo el mar de Irlanda al norte de Belfast. Aquellas creaturas hablaban con otras especies de cola rosa, azul y dorada, hablaban de los tritones y sirenas blancas, deseosos de conocer alguna vez a uno de ellos. "Debes alejarte de todos ellos, especialmente de los cocodrilos negros de agua salada", se estremece al recodar las últimas palabras de su abuela enferma que al morir lo dejó completamente solo y desamparado, teniendo que vivir en las calles al escapar de la casa. Empieza a sollozar suavemente, dejando que las lágrimas se mezclen con el agua, entristecido y abrazando su cuerpo suavemente.

—Abuelo, te extraño. —musita al aire.

Secando sus lágrimas, se remueve suavemente y regresa lentamente a su estado original, el brillo se disipa suavemente y reposa de nuevo en el agua de la bañera completamente desnudo. Se hunde por completo y cierra sus ojos para quedarse dormido poco a poco bajo el agua.

Mientras algunos duermen, Dante y Tiziano caminan juntos por las calles desiertas en dirección al apartamento de Dante, convenciendo al alfa con la excusa de tener que hablar seriamente y Tiziano, incapaz de negarse debido a lo intimidante que es aquel beta, se resigna. Sus pasos resuenan en la quietud, causando que las calles de roca amarilla resuenen un poco más de lo habitual. "Debo irme, esto no es normal", piensa y se estremece de repente, asustado y ¿excitado? "No, él de verdad", se atraganta, mirando detrás, apretando los puños suavemente. Dante, por otro lado, sonríe suavemente junto a aquella mirada perversa y lujuriosa, escuchando la respiración irregular del alfa. "Quiere huir", piensa sonriendo un poco más.

—Dante, acabo de recodar que tengo cosas pendientes en mi agenda y creo que debería irme. —nervioso retrocede un paso suavemente.

—Sé todo tu itinerario al derecho y al revés. y no tienes nada que hacer. —abre la puerta e invita a Tiziano a entrar. —Pasa, por favor.

El alfa, con el corazón en la garganta, cruza el umbral y se encuentra en un interior cálido y acogedor como aquel día, iluminado por la suave luz de la lámpara. Dante cierra la puerta tras ellos, mirando fijamente a Tiziano. 

Vizcaíno ©  (Omegaverse, romance, erotismo y mafia). #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora