Capítulo cinco: Presagio - Parte 1

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No creas en ese rey del mal, como si el mal fuese un reino. En ese diablo más inteligente que los hombres de talento, que temen sus decepciones. En esa luz negra, en esas tinieblas que ven. En ese poder que Dios no ha querido y que una criatura caída no ha podido crear. En ese príncipe de la anarquía, servido por una jerarquía de espíritus puros. En ese maldito de Dios que, como está Dios en la tierra, en todas partes estaría; y más visible, más presente al mayor número, mejor servido que Dios mismo.

—El sello maldito por Julio Calcaño, escritor venezolano.


El cuervo de Calabria, estando ya en la casa cural, es llevado al sótano sin uso alguno de la parte trasera de la casa misma, convirtiéndose en su pequeño infierno por un par de horas. Sus manos atadas y su rostro empapado de sangre debido a los golpes que además palpitan dolorosamente, junto a aquella sonrisa arrogante que hace enojar más a Dante. Tiziano, Lorenzo, Valentino y Dante, hablan entre sí, colmados de impaciencia por la burla de aquel perro de los corsarios rojos de Vizcaya.

—No piensa hablar. —dice con desdén, Lorenzo, acariciando su barbilla. —El hijo de puta prefiere morir antes de hablar. No crea que tenga algo que perder.

—De hecho sí. —interviene Rebeca y entrega un paquete pequeño de papeles. —El bastardo se llama Jorge Velásquez. Un traidor de primera, con necesidad de atención muy alta y malo para camuflar su maldita hipocresía.

—No me extraña. —señala, Valentino, quien había llegado cuarenta minutos atrás. —Es uno de los pocos miembros en Italia; nos hemos encargado de limpiar la zona y si quisiéramos mañana podríamos desaparecer a los cuervos de Calabria si usted lo pide.

—No, no, aún no. —musita, Lorenzo. —Necesitamos más información, ya tenemos lo principal para encontrar la reliquia, pero... necesito saber algo más de...

—Selvaggio... —agrega Tiziano.

—Sí, tiene todo que ver... incluso con la muerte de mi padre. —mira a todos los presentes, que sorprendidos lo observan. —Mi padre no murió por un infarto y ya, él sabía algo y alguien lo supo y... —suspira. —Lo asesinaron de la manera ,más conveniente.

—Pero sí la autopsia... —musita Rebeca.

—Lo sé, pero algo no me cuadra en todo esto. —chasquea la lengua. —Abriremos la investigación de mi padre, pero primero quiero ocuparme de este bastardo y saber más de ese tal selvaggio.

Lorenzo, arremangando su suéter de cuello alto y manga larga, se sienta en la silla frente al tipo, observándolo de cerca por un par de segundos con aquellos ojos rojos endemoniados, para luego propinar dos golpes a su estómago.

—¿Quién eres y qué estabas haciendo aquí? Ah, verdad, no tienes que decirme nada, raspamodenas de mierda. —masculla suavemente al final mientras revisa la documentación en sus manos. —Prostituyes a tu propio hermano, no me extraña; eres un perro de los corsarios rojos. —suspira. —Valentino.

—Señor. —responde.

—Saca al hermano de ahí.

—Sí, señor. —se retira de inmediato.

—Bastardo. —escupe enfurecido.

—Bueno, es verdad, pero, soy un corsario negro y a los corsarios negros nos gusta hacer dinero sin prostituir, ya sabes, más elegante y eso. —dice sin darle importancia. —Dicho esto, supongo que van a querer colgarte cuando ya no encuentren a tu hermano, que por cierto voy a desaparecer, ¿sabes a lo que me refiero? No voy a matarlo, solo que estará muy, muy feliz al saber que su hermano mayor de mierda no podrá encontrarlo jamás. —ríe suavemente al ver el rostro enfurecido del tipo.

—Púdrete. —escupe al suelo.

—Bastardo. —golpea con fuerza la boca del estómago del hombre dos veces.

—Esto no es tan importante... ¿Sabes eso verdad? —pregunta entrecortadamente.

—Nosotros decidimos qué es importante. —señala Tiziano, inclinándose hacia adelante. —Ahora habla, no eres bien visto por tu jefe, el gordo ese, que por cierto ya debe estar muerto.

—¿Qué? —pregunta tembloroso.

—Lo estamos cazando. —sonríe con sorna, Dante. —Probablemente, eres el sexto o quinto de los pocos que faltan, y por tu cara, tu jefe, el pájaro rojo, no te lo ha dicho.

—Tenemos al asesino. —contraataca.

—Sí, ese enfermo psiquiátrico, tranquilo, ya nos haremos cargo de él después. —suspira el alfa de ojos rojos.

El hombre permanece en silencio por un momento, su mirada recorriendo a cada uno de los presentes, adolorido e impotente. Finalmente, habla con suavidad.

—Trabajo para aquellos que buscan recuperar lo que es suyo por derecho, ya que ustedes fueron los que robaron el prestigio que tienen ahora.

—Pobrecito. —rompe a carcajadas Lorenzo y el resto de los presentes. —No lo sabe.

—Efectivamente. —señala Tiziano.

—Todo es una mentira, los corsarios rojos nos traicionaron y robaron la gema en el año 1600. —le muestra la carta escrita. —Él, un corsario negro, hizo todo este testimonio antes de ser asesinado. Un corsario rojo enamoró al hijo del jefe en ese entonces, lo sedujo, le quitó la gema y luego lo asesinó. Todos se enteraron... bla... bla... bla... y así queda esto, a medias. —lanza la hoja a su rostro. —El muy bastardo dijo que lo había encontrado y mentiras, lo robo como todo corsario rojo de mierda. Traidores por naturaleza.

—Sus tristes historias no me importa. —ríe con socarronería. —Odio profundamente a los corsarios negros. —escupe con rabia.

—Ah, esto es personal. —Tiziano se cruza de brazos.

—Ya veo... —suspira, Lorenzo.

—Ya he informado a mis superiores. —dice con ligera desesperación. —Sacarme las tripas no servirá de nada. Saben todo sobre ustedes, sobre sus planes. No tienen ninguna posibilidad contra nosotros.

—¿Nosotros? —pregunta frunciendo el ceño. —¿De verdad te crees ese cuento de "ustedes hacen parte de esta organización"? —ríe a carcajadas. —¡Eres la perra de esos bastardos; el que mueras hoy o mañana les va a dar reverentemente igual! ¡Despierta! —abofetea el rostro del hombre.

—Señor, no podemos dejarlo ir. Entre más se propague la información, peor. —manifiesta, Dante.

—Es verdad, una pena.

—Qué adorables. —ríe amargamente. —¿Creen que matarme resolverán sus problemas? Ya es demasiado tarde. Selvaggio vendrá por ustedes.

—A estás alturas no dirás nada de Selvaggio...

—¡Muérete!

Sin más palabras, Tiziano se acerca al hombre rápidamente y con su arma, complementada por un silenciador, dispara dos veces en la parte trasera de la cabeza del hombre, dándole muerte al instante. 

Vizcaíno ©  (Omegaverse, romance, erotismo y mafia). #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora