Prólogo

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Un 24 de abril, lluvioso y húmedo, día del aniversario, en la iglesia Santa Maria Della Serenità, ubicada en Collerossa, un pequeño pueblo situado en las colinas de Lazio. Un tumulto de nubes grises empezaba a asentarse sobre las cabezas de los residentes, pero algo, algo distinto y oscuro, estaba por suceder.

Aquello causó que el joven Omega dominante, Alexander D'Angelo , se levantara más temprano que de costumbre, desperdiciando horas en el jardín, pensativo y con los ojos irritados debido a la falta de sueño y las preocupaciones que le embargaron durante la noche.

—Parece que dos gotas de limón cayeron en esos hermosos ojos cafés, hijo mío... ¿Estás bien? Ayer... —El párroco Ángelo D'Angelo abraza el brazo derecho del joven que camina silenciosamente por el pequeño camino del jardín central de la iglesia, suspirando de tanto en tanto hasta sonreír al ver al párroco. —Lamento interrumpir tus pensamientos filosóficos de hoy, ¿pasó algo? —pregunta con evidente preocupación.

—No quiero hablar de eso... Es solo que... tuve una pesadilla, es como si hoy fuera a pasar...

—¡Señor, señor! —corre rápidamente Matteo, el padre de la iglesia y que en ausencia del párroco se encarga de dirigir la misa. —Están aquí, nunca dijeron que vendría. Por Dios, veinte años, veinte benditos años. —agitado toma la mano de Alexander. —Deberías irte, solo por un rato, no salgas de la habitación.

—No. —se niega, mirando al párroco. —No lo haré. ¿Qué está pasando?

—Supongo que ya es momento de que lo sepas. —se voltea suavemente, atrapando aquella sonrisa suave y arrogante de aquel hombre en la entrada.

—¿Papá? —se gira levante y mira en su dirección, atrapando un par de ojos color ámbar. Al igual que aquel alfa, su cuerpo se estremece levemente al ver aquellos ojos cambiar a un color rojo ligeramente brillante por un par de segundos lentamente.

—Prometieron venir el día en que la ruina empezará a caer sobre sus cabezas. —dice el párroco con dureza. —¿Ahora qué quieren?

—No estaría aquí si estuviéramos bellamente. —suspira el azabache con una suave sonrisa, atrapando aquel par de ojos marrones que lo miran con profundo desprecio. —Los documentos del corsario negro. Mi padre dijo que si los pájaros rojos de Vizcaya nos declaraban la guerra...

—¿Toman sus archivos y se largan de aquí? —Alexander, dice con hostilidad, alarmando al párroco y al padre, que tratan de tomar su brazo para alejarlo.

—Primero termino de hablar y...

—Tómelo todo. —corta de inmediato al hombre que sonríe, sintiendo la cólera crecer. —Tome todo de la bodega y llévese todo si quiere, pero no vuelva. —aquellas palabras hacen estremecer al par que lo sostiene. —¿Acaso estás sordo? —pregunta sin más, causando que el personal de seguridad abra sus ojos de par en par, sorprendidos por la forma tan osca en que este le habla a uno de los hombres más jóvenes pero peligrosos de Italia. "¿Acaso no lo conoce?", se cuestionan los agentes.

—Qué osado. —musita el azabache sin dejar de ver aquellos ojos llameantes de repudio. —Dios dice que hay que amar al prójimo.

—¿Y desde cuándo permitir que un alfa malcriado, arrogante y con la muerte abrazada a sus tobillos por creerse un Dios sobre la tierra, lo tengo que apreciar solo porque utiliza la palabra de Dios a su manera? —escupe sin más, tan imponente y delicado al mismo tiempo.

—Vaya... —camina suavemente hasta llegar frente al sacerdote, que no se mueve ni una pizca a pesar de sentir su estómago retorcerse. —Un gusto conocerlo, Alexander.

—No puedo decir lo mismo y no me llame por mi nombre, para usted soy el señor D'Angelo. —dice sin más, borrando la sonrisa arrogante lentamente del rostro del azabache. Se da la media vuelta con fuerza y elegancia, golpeando así levemente el rostro del contrario con su cabello largo.

—Y para ti soy Vizcaíno. —se da media vuelta enfurecido y saliendo finalmente del recinto. 

Vizcaíno ©  (Omegaverse, romance, erotismo y mafia). #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora