Capítulo ocho: Añoranza - Parte 3

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El calor del alfa lo envuelve y el delicioso aroma de sus feromonas lo embriaga dulcemente. Ya no hay espacio para dudas, para negaciones, después de estar durante tantos días lejos de hasta su más leve toque en las mejillas. La semana de separación por lo sucedido con Cillian y su padre, la tensión acumulada cada noche al no poderlo tener cerca debido a las reuniones que el joven alfa tenía con su equipo de trabajo y el sistema de seguridad ante lo sucedido, las empresas, esto y lo otro, todo se disuelve en ese instante, dejando solo el deseo puro de poder abrazarlo y sentirlo, el anhelo de estar juntos, se adueñen de sus almas.

—Vizcaíno... —susurra Alexander con voz temblorosa.

—Jueputa, como me encanta que me llames por mi apellido, me enciende. —susurra, estremeciéndose levemente, excitado. —Dímelo, dime que me has extrañado... —susurra con su aliento cálido, acariciando el cuello de Alexander y rozando tortuosamente la piel sensible. —Dime que tu cuerpo me ha necesitado tanto como el mío ha necesitado el tuyo porque, carajo, Alexander, me muero por comerte. —gruñe suavemente, mirándolo con ojos dilatados.

—Lo he hecho... Dios, lo he hecho... —confiesa jadeante.

Sin más palabras, el azabache toma el cuello del pelirrojo y prueba sus labios con fiereza mientras su otra mano acaricia los glúteos y cintura del mismo, apretando deliciosamente, tan posesivo, tan prohibido como es menester. Es un beso hambriento y correspondido por el pelirrojo, que a falta de aliento tose ligeramente, atontado y hecho un desastre con los labios hinchados.

—Tus labios... —murmura el lobo negro contra la boca de aquel zorro, devorando cada gemido, cada suspiro que le entrega. —No puedo dejar de pensar en ellos, mierda, a veces estaba comiendo algo dulce y deseaba que fuera tu boca... Cada noche, cada maldita noche sin ti ha sido un infierno. Que me llamen dramático y psicótico, pero te necesito como el cuerpo al agua. —lame los labios regordetes del pelirrojo con suavidad y este en respuesta se remueve estremecido.

Alexander se pierde en sus besos nuevamente, y su cuerpo, cediendo por completo a los deseos que había intentado reprimir, explotan finalmente. Sus dedos se entrelazan en el cabello oscuro de Vizcaíno, aferrándose a él como si fuera su ancla en medio de un mar de placer que podría hacerle desmayar. El alfa, por su parte, lo sostiene con fuerza y entre gruñidos toma su boca, mientras sus manos tocan sin pudor el cuerpo del contrario.

—Te amo, vizcaíno... —jadea Alexander.

—Carajo, me estoy volviendo loco. —desesperado, saca su pene erecto y, sin dejar de ver aquel rostro sonrojado, toma las manos blanquecinas y temblorosas de Alex. —Tócame. —pide jadeante. —Hazlo y luego puede regañarme por lo malditamente imprudente que soy.

Alexander, con los ojos nublados por el deseo y el corazón latiendo con fuerza, siente un estremecimiento recorrer su cuerpo cuando sus manos son guiadas por Vizcaíno hacia su erección, sin apartar sus ojos uno del otro. El contacto inicial en la carne caliente y palpitante es suave, casi tímido, pero la urgencia en la mirada de Lorenzo lo aventuran por primera vez a la osadía, borrando cualquier rastro de duda. Lentamente, envuelve su mano alrededor del prominente miembro caliente y pulsante del alfa, sintiendo cómo late con fuerza bajo sus dedos y palma húmedos por el líquido seminal.

—Así... —susurra Vizcaíno, con los ojos entrecerrados por el placer, jadeando y marcando los músculos en su pecho cada vez que gime y gruñe.

—Eres mi alfa. —jade desvergonzado cerca de los labios del azabache que se estremecen aún más excitados, con la conciencia rota por aquellas palabras.

—Por Dios sí, soy tuyo. —gime una y otra vez al sentir como este masturba con más profundidad.

Aquel zorro, antes inocente y desvergonzado, lucha contra aquella pena y decide lanzar su conciencia a un lado y tomar lo que considera suyo con mayor propiedad. Comienza con movimientos lentos nuevamente, explorando cada centímetro de su erección, deslizando su mano hacia arriba y hacia abajo, provocando que el alfa inhale bruscamente y causando que la cabeza del mismo se eche hacia atrás mientras su cuerpo se tensa deliciosamente. Alexander lo observa con fascinación, sintiendo su propio cuerpo, ardiendo con cada gemido y gruñido que escapa de los labios de Vizcaíno.

—Más... —gime Lorenzo moviendo sus caderas instintivamente hacia adelante, buscando más fricción en las pequeñas y deliciosas manos de Alexander, más de aquello que lo está llevando al borde de la locura. —Oh, carajo... —gime suavemente, con la voz entrecortada.

Alexander aumenta el ritmo de sus manos, sintiendo cómo el cuerpo de Vizcaíno responde a cada caricia entre espasmos de placer y su cuerpo tembloroso y sudoroso. La humedad comienza a acumularse en la punta del pene del alfa, y el sacerdote la utiliza para lubricar más.

—Alex... —murmura Vizcaíno entre jadeos mientras sus manos se aferran con fuerza a las caderas del sacerdote, perdido en el placer, en el más dulce de todos, único y perfecto.

El pelirrojo, sintiéndose poderoso por los sonidos que el alfa emite por su causa, se inclina hacia adelante, acercando su rostro nuevamente al de Vizcaíno y dirigiéndose a su oreja derecha, besando esta como suele hacer el alfa con las suyas.

—Te he extrañado tanto... no podía dejar de pensar en ti, en cómo se siente cuando me tocas así...

El susurro provoca un escalofrío que recorre todo el cuerpo de Lorenzo, volviendo así la respiración antes jadeante, más errática en el joven azabache, sus gruñidos más profundos, sus gemidos más agudos ante la tortura de aquellas manos que han aprendido mucho en tan poco tiempo de su maestro.

El ritmo de la masturbación aumenta nuevamente, por lo que empieza a moverse con mayor dureza, apretando con delicia el pene de Vizcaíno, que se endurece aún más, siendo un claro signo de que está cerca de llegar al clímax. Los gemidos del alfa se vuelven más altos repentinamente, por lo que Alexander instintivamente cubre la boca del mismo que se retuerce mientras mueve sus caderas una y otra vez, simulando embestidas, desesperado, abrumado de placer.

—Mmm... Ah... —intenta avisar el azabache sudoroso y de ojos débiles, pero las palabras se ahogan en un gruñido profundo mientras se acerca al borde y aquellos ojos marrones lo observan tan suavemente. "Es tan peligroso", piensa abrumado.

Con un último movimiento de sus manos, logra que Vizcaíno llegue al orgasmo, causando que aquel hombre corpulento arquee su cuerpo mientras un gruñido bajo y profundo escapa de boca cubierta, estremeciéndose violentamente lleno de placer. Alexander siente cómo el semen caliente se derrama sobre sus manos, y sigue acariciándolo, mientras el cuerpo del alfa se estremece con las oleadas de placer continuas y el rostro extasiado, sudoroso y enamorado, hacen ver a Alexander por un momento unos ojos vulnerables y sumisos.

—Te... amo... —jadea suavemente al ser descubierta su boca, apoyando posteriormente su rostro en el pecho del sacerdote, que corresponde ligeramente agitado con un dulce abrazo. 

Vizcaíno ©  (Omegaverse, romance, erotismo y mafia). #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora