Capítulo seis: Perlas blancas - Parte 3

6 3 3
                                    


El de cabellos castaños se acerca besando al morocho más hambrientos, mientras embiste sin piedad al alfa bajo su cuerpo. Tiziano siente cómo cada nervio de su cuerpo está encendido a punto de eclosionar, su piel ardiendo bajo el toque de Dante lo abruman y ahogan mucho más deliciosamente. Temblando violentamente, abraza a Dante hasta llegar al clímax y sentir en lo más profundo el pene de Dante tocar aquel punto sensible y nunca antes descubierto con dureza.

—¡Dante!— grita entre lágrimas, dejando salir un fuerte gemido al final.

—¡Oh, Dios, me encanta! —gime con fuerza, sonriendo y gruñendo al final al llegar al clímax.

—Loco... bastardo... —dice aquello para luego sollozar suavemente y sin fuerzas.

—Lo sé. —con suavidad besa los labios de Tiziano, lamiendo las lágrimas de su rostro momentos después. —Y aun asi'amas a este bastardo loco. —acaricia dulcemente la mejilla de Tiziano, dando un suave beso en su frente. —Duerme, no te esfuerces por quedarte despierto. —susurra sobre los labios del susodicho. —Shhh... duerme.

—Te... amo... —musita el de ojos verdes, cayendo momentos después en la inconsciencia.

—También te amo. —responde suavemente, conmovido y sorprendido. —Me vuelves loco, ¿qué haré contigo? —suspira, dejándose caer suavemente sobre el pecho del bello durmiente.

Por otro lado, fuera de ser feliz y placentera, Rebeca, aquella mujer alfa esbelta, sexy, camina por las calles en dirección a los clubes de "copa rosa" como se les suele llamar entre los jóvenes en Italia. Su mente consumida por la furia hace que masculle de tanto en tanto al aire, "Maldito mocoso de mierda", piensa y gruñe. Las luces de neón parpadean en los escaparates, pero su visión nublada por el enojo solo ve aquel cabello blanco menearse groseramente en su cara. Con su presencia extraña y sus ojos amarillos, ha sido solo una fuente de irritación desde que apareció en su vida y sí, desde hoy se convierte en su mayor dolor de cabeza. Es imposible no pensar en él, en cómo su mera existencia altera todo a su alrededor, su hostilidad y desprecio evidente hacia la azabache.

—Puto mocoso. —dice al aire, frustrada, pues nunca le había tocado cuidar de alguien así. ¿Pero por qué enojarse tanto? ¿Por qué? Sencillo, le gusta aquel omega, quisiera tenerlo debajo de ella follándolo sin piedad, pero al ser rechazada fuertemente, su orgullo se ve herido por primera vez en su vida.

Las palabras de Enzo aún resuenan en su mente, agudas y punzantes, "Rebeca D'Agostino Barone, ya he leído todo su expediente, no necesito saber nada de usted. Espero que trabajemos bien en equipo como compañeros de trabajo que somos, muchas gracias", suspira tratando de calmar la migraña. Su naturaleza serena y casi mística choca con fuerza con la personalidad de Rebeca, una mujer alfa que está acostumbrada a tener el control. Él es diferente, tan diferente que provoca en ella una mezcla de confusión y deseo reprimido que se convierte en ira.

—Por fin. —dice al aire, al ver el club Nightmear.

Entra al club nocturno que vibra con la música electrónica y las luces intermitentes. La multitud se mueve al ritmo frenético, y Rebeca, con su presencia imponente, rápidamente capta la atención de las personas ahí, guiñando el ojo a un par. "Todavía no voy a coger", piensa parsimoniosa. Se da paso hacia la barra y levantando su mano, se sienta y hace su pedido.

—Un whisky negro, doble. —ordena con voz firme aquella que no admite objeciones. El barman, acostumbrado a los clientes difíciles, le sirve rápidamente la bebida. Rebeca toma un largo trago, el líquido ardiente baja por su garganta y atenúa ligeramente su cólera creciente. —Maldito Enzo. —masculla, pues ese omega insoportable realmente ha colocado a esta mujer malcriada en cualquier parte, menos en un pedestal. "¿Por qué tiene que ser tan... exasperante?", piensa irritada. La forma en que sus ojos reflejan la luz, como si pudieran ver más allá de lo evidente, la irrita y la intriga al mismo tiempo. Necesita olvidar esos ojos, necesita escapar de la mirada de aquel chico feroz.

Rebeca escanea el club, buscando su objetivo. Ve a un hombre de cabello rojo, bajo en estatura, atractivo y con una sonrisa encantadora que le lanza una mirada coqueta. Ella le devuelve la mirada con intensidad, sonriendo con socarronería, una invitación clara y directa para tener sexo. No está aquí para perder el tiempo con habladurías sin sentido.

—Hola. —dice el joven omega, acercándose y parándose a un lado de la azabache, apoyando sus brazos en el mesón. —Soy Marco.

—Rebeca. —responde ella, sin perder el tiempo en formalidades. —¿Quieres ir a un lugar más privado?

Arrastra al omega al baño, hasta entrar a un cubículo vacío, apartado del club, donde las sombras y la música amortiguan los sonidos del interior. Toma el cabello del omega bruscamente, para luego tomar sus labios y besarlo ferozmente, dejando sin aliento al de cabello rojo.

—Eres... intensa. —jadea Marco entre besos.

—Tengo mucha energía acumulada. —responde con voz ronca. —Y necesito liberarla, ¿qué tal si te callas y me la chupas? —gruñe demandante.

Marco gime y baja rápidamente, sus manos recorren el cuerpo de Rebeca, descubriendo cada curva con avidez hasta llegar a su entrepierna, bajando desesperadamente la cremallera del pantalón y sacando el pene erecto de la mujer alfa, aquel miembro viril que se había empezado a hinchar hasta obtener aquel tamaño. Con brusquedad, toma el cabello del omega tirando hacia atrás la cabeza del mismo, que gime en respuesta. Escupe en la boca del chico y tomando su pene mete este en la boca del chico, que excitado empieza la felación sin más.

—¡Oh, mierda! —gime y gruñe. —Parate.

—Sí. —agitado responde, volteándose rápidamente, bajando los pantalones cortos que lleva puedo, mostrando así su trasero húmedo. —Metelo.

—Como órdenes, zorra. —lame la oreja del omega, penetrándole por consiguiente.

—¡Ah, ah, ah, mierda! —gime, apoyando sus manos en la pared. —¡Más rápido!

—¡Carajo! —embiste con fuerza y rapidez.

—¡Dios, Rebeca! —grita entre gemidos, sus manos aferrándose al inodoro mientras es penetrado sin piedad alguna. —Eres increíble. —dice agitado, gimiendo sin parar.

Rebeca no responde con palabras; su cuerpo habla por ella. Cada movimiento, cada gemido, cada penetración, cada nalgada, dicen por sí mismos lo bien que la está pasando. Deja caer su cabeza hacia atrás mientras penetra al omega, observando la luz blanca que ilumina el cubículo donde se encuentra. "Luz", piensa, pues en el fondo de su mente, Enzo, sí, Enzo es una luz, con aquella piel tan blanca tan deseada. "Perlas blancas", piensa cerrando sus ojos, llegando al clímax con la última embestida en cámara lenta.

—¡Oh, por Dios! —Marco se estremece, eyaculando en el inodoro. Rebeca lo sostiene por un par de segundos antes de soltarlo sin delicadeza y sacar su pene del interior del chico. —Eso... fue increíble. —agitado y sudoroso, sonríe sentándose en el piso del baño.

—De nada. —cierra su cremallera al terminar de arreglar su pantalón.

—¿Podemos vernos de nuevo? —pregunta con coquetería.

—No lo creo, precioso. se— inclina y da un suave y profundo beso al muchacho. —Adiós, cariño.

—Adiós. —se despide sonriendo embelesado.

Sus pensamientos se centran de nuevo en Enzo, en la necesidad de confrontarlo de una vez por todas. "Sí, le dejaré en claro que soy quien cuida de su maldito culo y debe respetarme", piensa relamiendo sus labios. Enciende su auto al llegar finalmente al mismo, ya que el parqueadero queda bastante retirado de la zona nocturna. Da paso a la casa del albino de ojos amarillos a toda velocidad, llegando en menos de 30 minutos al lugar.

Al llegar, la puerta está cerrada y las luces apagadas. Responde profundamente y levanta el puño, lista para golpear. Pero algo la detiene. Se queda allí, frente a la puerta, sintiendo la fuerza que algo sostiene su mano. "¡Hazlo, maldita sea! ¿Por qué no puedes hacerlo?", se pregunta internamente, enfurecida, su mano temblando ligeramente. Acaricia su cabello dejando caer la liga de color negro al piso.

—No puedo. —musita, tensando la mandíbula. Baja el puño y, sin decir una palabra más, sube a su auto y se retira, rechinando las llantas en el pavimento. 

Vizcaíno ©  (Omegaverse, romance, erotismo y mafia). #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora