Capítulo siete: Obsesión - Parte 2

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—Arrodillate. —gruñe con suavidad el de ojos azules, oscuros y profundos. Ángelo le mira palidecido, negando una y otra vez, tratando de hablar entre chillidos. —Chupalo ¿Por qué no? Oh, ya sé, ni siquiera ese maldito corsario tocó tu cuerpo y aun así te hacía desearlo, ¿verdad?

—No... —logra musitar dolorosamente para luego sollozar, retrocediendo rápidamente al ver la cercanía. —Por... favor... déjeme... ir... —llora desconsoladamente.

—Y me hablas de usted. —ríe, furioso. —Qué mierda tener que hacer tanto para recibir tan poco.

El de ojos celestinos se refugia en un rincón, sin apartar la mirada de aquellos ojos endemoniados. La sangre en su cuerpo, aquella que late en las sienes como un tambor enloquecido, se calienta y la adrenalina domina su corazón. Cillian frente a él, con aquellos ojos azules, ahora ligeramente irritados por el llanto, relucen con una locura que le retuerce el estómago del párroco.

¿Sabes cuántos te han precedido? —empieza con su voz en un murmullo espeluznante, casi cariñoso. —Todos tan perfectos, todos tan vacíos después de mí. No eran tú, Ángelo. Ninguno podía ser tú. ¿Y sabes qué? Me encargué de que nunca pudieran intentarlo. —ríe suavemente, acercándose hasta quedar en cuclillas nuevamente.

Ángelo lucha por mantener la calma, por no dejarse arrastrar por el pánico que se enrosca en su pecho como una serpiente venenosa al escuchar todo aquello, tan sucio y nauseabundo. Cillian se le acerca, tan cerca que el calor de su aliento le roza la piel.

—Follaba con ellos, ¿sabes? —susurra, y su voz se vuelve más baja, más peligrosa. —Los tocaba, los hacía gritar y gemir de placer... Los poseía, pero después... Después me sentía asqueroso. Como si te estuviera traicionando. Porque no eran tú. Nunca podrían ser tú. —suspira.

El estómago de Ángelo se revuelve hasta desear vomitar. "No, no lo hagas, no lo hagas o te matar", advierte el miedo en su interior. Pero lo que lo mantiene aferrado ahora a la conciencia es el odio y el asco profundo. Odio hacia Cillian, hacia esa bestia que ha destruido su vida de un momento a otro, aquel animal que genera en él tales sentimientos por los que luchaba no sentir, a pesar de todo el dolor y el daño que han hecho a su corazón a lo largo de los años, que le han quitado tanto. Sus manos tiemblan sobre el frío metal del tenedor que robó del plato de frutilla minutos atrás sin que Cillian se percatase.

—Te he visto todo este tiempo, Ángelo. —Cillian continúa; su mano se alza para acariciarle la mejilla, pero Ángelo lo esquiva rápidamente. —He estado en cada rincón oscuro de tu vida, observándote, asegurándome de que estuvieras a salvo... para mí. Porque eres mío.

Lo agarra del mentón con fuerza, obligándolo a mirarlo a los ojos. Sus dedos se clavan en la piel de Ángelo, y el dolor lo despierta; lo obliga a enfocarse.

—Lo que hice, lo hice por amor. —dice casi dulce y perverso en su totalidad. —Y ahora te tengo aquí. Finalmente, somos solo tú y yo. —susurra.

El ruido de autos se escucha en la distancia, alertando a Ángelo que empieza a sollozar. "Por favor, vengan rápido", ruega con todas sus fuerzas en silencio.

—Ese maldito pez negro está llegando. —suspira sin expresión alguna. —Es una pena que ya no puedan encontrarte aquí cuando lleguen. —relame sus labios. —¿Sabes lo que haré contigo? —murmura, acariciándole el cuello con una mano sudorosa y áspera. —Voy a deshacerme de todo este dolor, Ángelo. Voy a purificarme contigo, a liberarme de este veneno que has sembrado en mí. Y entonces, seremos uno. Para siempre.

En ese instante, Ángelo lo hace, sin pensarlo más y conteniendo la respiración. Con una rapidez le clava las puntas del tenedor en la clavícula, empujando con toda la fuerza que le queda. El cuchillo penetra la carne con un sonido húmedo, crujiente y repugnante, y Cillian grita en alaridos, cual animal herido. Su rostro se contorsiona en una mueca de dolor e incredulidad, al retroceder debido al espasmo de dolor.

Vizcaíno ©  (Omegaverse, romance, erotismo y mafia). #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora